El historiador Mikel Zuza asegura que la noria de sangre de la Magdalena es el único ingenio hidráulico que queda en Pamplona-Iruña de los tiempos en que el río Arga constituía uno de los “pilares económicos de la población”, en este caso concreto, para uso agrario, como método de extracción de agua para riego de las huertas próximas. El modelo fue bastante estable hasta la llegada de los motores y las bombas de extracción de agua.

La rueda giraría gracias a la fuerza del animal ya fuesen burros, mulas, caballos o los propios bueyes que ayudaban a arar los campos. Se debió de utilizar así hasta el momento en el que se instaló una bomba de agua. “Su aparición levantó lógicas expectativas de que se haría lo posible para restaurarlo y conservarlo, y así lo anunciaron a bombo y platillo desde instancias municipales. Pero como desafortunadamente ocurre siempre en Pamplona, el proceso parece haber quedado en un levantamiento salvaje de todos los restos -que se supone que volverán a ser recolocados formando un pastiche que tendrá ya poco que ver con lo originalmente hallado- y que además sufrirán una especie de nuevo enterramiento que impedirá que la ciudadanía (siempre convidada de piedra para los actuales responsables del Ayuntamiento) pueda conocerlos para comprender su historia y su funcionamiento”, subraya. “A veinte años vista de lo sucedido en la Plaza del Castillo, es triste ver cómo alguno de los responsables de aquel chandrío sigue campando por sus fueros y repite el mismo operandi: primero levantarlo todo, luego ya veremos que se hace -si es que se llega a hacer algo- con tanta “piedra vieja”, reitera. La razón de fondo es que se ven los hallazgos arqueológicos como “un fastidio, y no como una oportunidad”.

“Y es doblemente triste cuando ves cómo recientemente en otras ciudades como Soria, con la noria de sangre recuperada en el entorno de San Juan de Duero, o en Salamanca, con la restaurada en la Huerta Otea, en la ribera del Tormes, sí que saben sacar provecho de su pasado y de su historia. Pero se conoce que allí los burros y los mulos sólo tiran de la noria, y no están en los despachos oficiales”, remarca.

El historiador Peio Iraizoz, que ha seguido muy de cerca las obras en Txantrea Sur, ya propuso que la restauración y puesta en valor más lógica y, seguramente más barata, debe consistir en el “respeto más absoluto al perfil, forma y dimensiones del conjunto y la reposición del mecanismo de impulsión histórico, es decir, la noria de madera que es la que da todo el sentido al pozo-aljibe, y sin la cual los otros dos no se entienden”. Pone como ejemplo la restauración que se ha llevado a cabo en el Parque de Bezares o la del Consell de Mallorca. Para ello ve necesario reconstruir el mecanismo de madera con sus canguilones y demás elementos de forma que, el mecanismo de rueda pueda funcionar en determinadas ocasiones. Por contra, cuestiona que “el equipo diseñador del parque ha decidido enterrar todo su perfil aéreo, alterando absolutamente toda su presencia constructiva y su historia”, indica. “Se han desmontado y paletizado decenas de alcanduces, conducciones para canalizar el agua, y nos da pavor que desaparezcan si se perpetra el soterramiento propuesto. Es una pena porque para una vez que se logra integrar un hallazgo de este tipo en un proyecto no se salve nada”, indica.

Iraizoz responde también al Ayuntamiento de Pamplona que las obras de excavación no se suspendieron hasta el día 3, fecha en la ”que también estuvieron desmontando y en día anteriores vertieron alrededor del conjunto toneladas de tierras y cascajo para formar un talud a todo alrededor del conjuunto hidráulico... y hay fotos que así lo atestiguan”. “Ahora se pasan la pelota de las responsabilidades del destrozo ambas instituciones, Ayuntamiento y Príncipe de Viana, pero ambas tienen culpa y responsbilidad de este destrozo. Príncipe de Viana no ha controlado como debiera las obras y, de todas formas, el proyecto de puesta en valor presentado, no reviste el rigor y el respeto exigibles para ‘un elemento de valor histórico notable’, tal y como lo definió Príncipe de Viana”, subraya.

Recurso hídrico esencial

“Como historiador entiendo que todo conjunto relativo al patrimonio histórico de una ciudad debe ser tenido en consideración”, confirma también el historiador Aitor Pescador. Fue un recurso hidráulico “esencial” en otros tiempos para extraer agua con la que regar los campos circundantes o para el propio consumo. Documentos del siglo XVI muestran que en esa epoca había bastantes de estos ingenios en la zona del Arga. La llamada noria de sangre, de influencia musulmana, permitía obtener el agua desde el interior para posteriormente repartirla a través de depósitos y diversos canales hasta las diferentes huertas de la zona, matiza. Para el siglo XVI ya había constancia documental de norias de tiro en la zona aunque ello no significa que comenzaran a construirse entonces. Muy posiblemente, indica el historiador Aitor Pescador, las habría en el periodo medieval, tal y como lo demuestra el hecho de que se encontrase una en el patio de las Pellejerías cercano al Condestable, en el centro de la ciudad si bien la de La Magdalena sería “un claro ejemplo de una noria de sangre con finalidad agrícola en el espacio de la Cuenca de Pamplona”.

Lo habitual es que el agua llegar por filtración de la capa freática, agua tal vez proveniente del Arga o de los acuíferos que alimentan a dicho río. En un plano de 1882, es decir, anterior a la instalación de la orden religiosa de las Josefinas, esta parte de la Magdalena se conocía como “huertas de Iraizoz”.

Encima del pozo, sobre una mota, se situaban las ruedas, la pértiga de transmisión y el balancín o brazo al que quedaba sujeto el animal. La noria constaba de un rosario de cangilones o arcaduces (qàdus en árabe) que descendían hasta el pozo para recoger allí el agua y ascenderla gracias a la tracción animal.