Las orillas del río Arga en Pamplona, hacia 1920 y 1930, eran el espacio compartido por unas lavanderas que se destrozaban las manos en invierno y verano, de curtidores y algunos granujas. Patxi Fernández Orrio contaba que, cuando les sorprendía la policía, salían del agua corriendo, sin ropa, debían regresar a casa atravesando las calles desnudos. Sólo tipos desvergonzados podían hacerlo, como él mismo se consideraba. Junto a su grupo de amigos, se hacían llamar los Lobos del Arga, fundaron el Club de Natación en 1931.

Cinco años después, aquellos mismos jóvenes participarían en las Olimpiadas, “las Populares” de Barcelona, que pretendían ser la alternativa a las de Berlín –pura propaganda nazi– “afeadas” por el atleta Jesse Owens, tras una actuación estelar, en presencia de Hitler.

Las de Barcelona contaban con el doble de deportistas y su inauguración, el 19 de julio de 1936, obviamente, no se produjo. Nuestros protagonistas llegaron a la cita y el golpe de Estado les sorprendió allí. La alta traición de los golpistas y su sublevación desencadenó la guerra. Algunos de los atletas extranjeros formarían las Brigadas Internacionales, convirtiéndose así en combatientes defensores de la República frente al fascismo.

La expedición de atletas que partió desde Iruña en tren -nuestros protagonistas con la salvedad de Enrique Astiz, salvaron la vida en ese momento, como ellos mismos contarían. 

Meses después, en octubre de 1936, la bandera del Club a media asta por su presidente, José Espoz, había fallecido en el frente, según recogía Diario de Navarra. El control impuesto por los vencedores permitía el homenaje, las medallas, emblemas y pensiones vitalicias a sublevados. Para los lobos del Arga, absolutamente nada; el olvido, hasta hoy. A pesar de que, las sucesivas juntas directivas del Club, de una u otra forma, siempre los ha apoyado, la verdadera dimensión represiva nunca se había publicado.

En mayo de 1937, en mitad de la guerra, aparece en la prensa una supuesta invitación de la Junta del Club (no hay constancia en Actas) para que los combatientes de permiso y heridos disfrutaran de sus instalaciones. En mayo de 1938, el Club sufrió destrozos vandálicos por las Brigadas Navarras.

Al finalizar la guerra, el Régimen franquista ocupó todas las esferas sociales. Falange dominaba todo. También el Club Natación: Pelayos, Flechas, control de actividades, participantes, obligación de bañadores de cuerpo entero, informes policiales y las mujeres, expulsadas, no regresarían hasta 1960.

Los hermanos republicamos Astiz-Aranguren, promotores del deporte en Iruña

Eran cuatro: Enrique, Petra –Petrica o Petry, para la familia– Ángel y Alfonso, hijos de Julián Astiz y Luciana Aranguren. Julián Astiz era el mayor de seis hermanos y se tuvo que hacer cargo de la familia muy joven ante la desaparición de su padre. Este hecho probablemente forjó en él un carácter muy fuerte que le ayudó a formarse y a labrarse un futuro por sí mismo. Procuró que sus hijos estudiaran y ellos siguieron esa senda, creciendo entre la autoridad del padre y la bonhomía y simpatía de la madre.

Enrique Astiz.

Enrique Astiz. Fondo Galle

Enrique Astiz era un joven y prometedor abogado de 31 años. Vivía con su mujer, María Aicúa, en la calle Mayor nº 57. Impulsor del deporte en Iruñea, dada su condición de letrado, fue el encargado de redactar y registrar el Reglamento del Club Natación en el Registro Civil el 17 de agosto de 1931, adelantándose a la Asamblea constitutiva del Club del 27 de agosto de 1931, que presidió. 

Los Estatutos se presentaron en 1933. Además de la natación, impulsó el fútbol local, presidiendo el CFA Aurora en 1927 que, junto al Indarra y Osasuna, dominaban el fútbol en Pamplona. Años después formó parte de la directiva de Osasuna que ascendió a Primera División, con el presidente Natalio Cayuela.  

Abogado inteligente, fue un contumaz defensor de los pobres y de las causas perdidas. Accionista del diario “Democracia”, afiliado a Izquierda Republicana, fue Secretario jurídico del Socorro Rojo Internacional y defendió a los presos de Ezkaba. 

Se desconoce el día de su detención. Juan de Luis Osés, secretario del Gobernador Civil, contaría años después la quema de su Enciclopedia Espasa Calpe por parte de quienes fueron a detenerlo. Fue asesinado en El Perdón el 8 de agosto de 1936. Sus vecinos, los comunistas Firpo (Eduardo Maestro) y Tomás Ariz, que vivían en una planta superior de la casa, corrieron el mismo destino. Con motivo del homenaje del Gobierno de Navarra en 2021 a los represaliados de Osasuna, publicamos un artículo sobre él.

Ángel, de 23 años, periodista, vivía con sus padres y hermanos, Alfonso y Petra, ambos maestros, en Blanca de Navarra, 15. De muy joven aparece como atleta de Osasuna junto a Tomás Ariz. Fue el primer secretario del Club Natación y quien firmaba las actas de fundación. El campo de juego de las botxas, ya desaparecido, se construyó a propuesta suya. 

Nadador, participa en la prueba de velocidad. Aparece en una foto en compañía de dos nadadores en el trampolín y en otra, rodeado de compañeros junto a la caseta “Canoas” y con un balón entre las manos, prueba de los primeros partidos de waterpolo en el Arga.

Desarrolló su carrera profesional como redactor de La Voz de Navarra y de Ahora, en Madrid. A diferencia de sus hermanos, era nacionalista y estaba afiliado a ANV. Combatió como miliciano en el Batallón Carlo Roselli de la Brigada Internacional 129, en la que, además de yugoslavos y checos, también había españoles. 

Al acabar la guerra, estuvo algunos meses en el campo de concentración de Barcarés, hasta que consiguió embarcar para exiliarse a México, al igual que su hermana Petra, que también se refugió en Sudamérica.

Alfonso, el pequeño, tenía 21 años y era maestro en Estella. Aunque estaba adscrito a Izquierda Republicana, al igual que su hermano Enrique, en su profesión estaba relacionado también con la UGT. Al comenzar la guerra, fue suspendido de empleo y sueldo, perdiendo la plaza de profesor. 

Deportista infatigable, practicó atletismo y, al igual que sus hermanos, participó en la fundación del Club. Los jóvenes como él, que participaban en las asociaciones deportivas y que organizaron el Comité Navarro para la Olimpiada estaban relacionados con las Juventudes Socialistas Unificadas. 

Club Natación Canoas. Fondo Galle

Aparece en la misma foto que su hermano, en la caseta donde está el cartel “Canoas”. Su hijo cuenta que acudió a la Olimpiada de Barcelona, en su caso, como atleta. Cogió el tren el día 17 y eso hizo que probablemente salvara la vida, evitando así lo que hicieron con su hermano Enrique. En 1945 estaba en Toulouse refugiado. 

Los hermanos Astiz Aranguren quedaron marcados de por vida por el asesinato de Enrique. La guerra dispersó a la familia, pero fortaleció el vínculo entre sus miembros. En una época en que no existía el correo electrónico y el teléfono era muy caro, las cartas cruzaban el Océano en los dos sentidos de forma sistemática, a vuelta de correo. 

Los hermanos se reunían cada cierto tiempo, primero en Francia, y luego, de forma totalmente libre, en España. Los estudios de los tres supervivientes, su fomento de la cultura y del esfuerzo, y el ejemplo del hermano mayor, probablemente hicieron que todos sus hijos tuvieran estudios universitarios superiores (una historiadora, una física, una ingeniera geofísica, un abogado y un ingeniero de caminos), dos con el grado de doctor, y varios de ellos con dedicación a la enseñanza y a la investigación. Es más, todos los nietos de los hermanos Astiz Aranguren, doce en total, tienen del mismo modo estudios universitarios superiores, varios de ellos también con el doctorado.

El amor a Pamplona, y por extensión a Navarra, fue un sentimiento común en todos ellos. Los sanfermines, la naturaleza o la comida eran para ellos lo mejor del mundo y se lo inculcaron a sus hijos y nietos. Alfonso, por ejemplo, llevaba a sus hijos a ver los partidos de Osasuna en Madrid o al equipo de Navarra cuando iba a Madrid a jugar el Torneo de Federaciones de Pelota Vasca en tiempos en los que Retegui I era todavía amateur. 

Cuando regresaban a Pamplona, se reunían con amigos entrañables que no perdieron, a pesar de la guerra, en el Txoko, en Casa Marceliano, o en las Pocholas. Si se terciaba y conseguían desmarcarse, corrían el encierro. 

Sobrellevaron una experiencia muy dura, que hoy en día es difícil imaginar, pero disfrutaron de lo que la vida les ofreció, de sus hijos y de sus nietos. No les educaron en el odio ni en el resentimiento (y tenían buenas razones para hacerlo), sino en la memoria de lo que ocurrió. Todos ellos murieron nonagenarios, rodeados de los suyos y en paz. 

Baldomero Barón Irigaray, el ‘cristo’ rojo

Era camarero del Iruña, tenía 26 años y residía en San Antón con su madre y tres hermanas cuando se marchó de Iruña para una semana y regresó cinco años después. 

De niño quedó impactado por la natación que practicaban aquellos alemanes, acompañados por algunos negros de Camerún, uno de ellos se llamaba Osombo. Aquél muchacho impresionó con su estilo a los chavales pamploneses que tratarían de imitarlo. 

Baldomero Barón Irigaray realiza acrobacias en el trampolín. Fondo Galle

Baldomero terminaría siendo un excelente nadador, destacaba en los saltos de trampolín, modalidad en la que no tenía rival. Se conservan hermosas fotografías de sus piruetas. Practicó toda su vida. Y entendía el deporte, la natación en su caso, como una expresión vital y política de suma importancia. Afiliado a la UGT, se salvó de ser detenido al acudir a la Olimpiada Popular, según su propio relato. Además de Xabier De Frutos y Alfonso Astiz, Baldomero llegaría a la Estación de Barcelona, con los infantiles Javier Puy, Javier Alfaro, Julio Martínez Peña, Manuel Labarta, y otros deportistas como los ciclistas Andiarena, Ganuza (murió en el frente), Irisarri, León y alguno más. Allí se encontraron en medio de un tiroteo, se hizo cargo de los infantiles y acudieron a casa de un contacto en busca de refugio en la Calle Diputación.

«Yo, camarero, y voy más elegante que tú, señor Ministro» Bromeaba a Manuel Irujo, con él terminaría trabajando un tiempo en Barcelona. Se alistó en el ejército republicano, Brigada 43, combatiendo en el frente de Aragón, donde tuvo de compañeros a varios navarros de Ochagavía y Roncal, se ocupó de las transmisiones.

Tras la guerra, pasó por tres campos de concentración. En Gurs, coincidiría con su hermano Marino, donde alguien logró sacarlos de allá. A su regreso del exilio, vuelve a aparecer en la Junta del Club. No consta informe policial sobre él. Recibió ayuda de parte de su familia que simpatizaba con el régimen franquista, siempre estuvo agradecido y guardó excelentes relaciones con ellos. Trabajó dando clases de natación a los militares, en el Bar Noé, en Larraina, en el Tenis, Piscina Municipal y en el Casino Eslava, siendo socio del abogado Ruiz de Erenchun.

Transmisión de la memoria

Elur Barón fue una hija para Baldomero, lo mismo que, para ella, su abuelo fue un padre. Ella nos aclara que los “Tritones”, en realidad, se hacían llamar a sí mismos “Los lobos del Arga”. Aquella fascinación por los alemanes practicando la natación y las historias que conocía de Remigia Echarren, “la reina del Arga”, le convencieron para poner en práctica sus sueños. Algo tan accesible como el Río, junto a sus amigos, los lobos, multitud de peripecias vividas: detenciones, arrestos... por saltarse la prohibición de nadar. 

En capítulos anteriores hablamos de Azpilicueta y Fernández Orrio quienes no sufrieron represalias durante la guerra. «Eran republicanos como el grupo de amigos de Baldomero, todos tenían un compromiso político de izquierdas, en mayor o menor medida», recuerda Elur Barón. Ayudaron a familias represaliadas de una u otra manera y, gracias a su labor, se pudo saber dónde se situaban algunas de las fosas donde fueron arrojados. 

Decepcionado con la UGT, Baldomero participó durante la dictadura de Franco con la CNT, de manera clandestina, se reunían en un piso en la Calle Jarauta. Esta actividad era compartida con el impulso, también clandestino, de los primeros grupos que darían origen a la peña Irrintzi. Cuando llegó el felipismo, la decepción fue total. Él se consideraba un “rojo” y se reivindicaba comunista. Su mayor ilusión, tras jubilarse, era nadar todos los días, lo hizo hasta los 95 años en su Club, además de ir a comer al Irrintzi o potear.

Nunca dejó de acudir a reivindicaciones laborales y libertades, nos cuenta Elur: «Fue un excelente bisabuelo de tres bisnietos, a los que adoraba, y a su mujer Felisa, compañera de vida». Otra cosa que le gustaba mucho era pasear con ella y enseñarle los rincones y secretos de una Iruñea que soñó ser republicana y libre. Tras su fallecimiento y, como homenaje, lanzaron sus cenizas al Arga, por deseo expreso de él, donde el primer trampolín, parte de ellas, las llevó el viento, a amigos y familiares que se despedían y a una representante de la Junta del Club.

La represión también salpicó Larraina

La mañana del 19 de julio de 1936, la Plaza de la República de Iruñea «parecía un campo de amapolas», contaba uno de los testimonios a Jimeno Jurío, eran las boinas carlistas. José María Goñi Avinzano, secretario de Larraina, chófer, de 32 años y vecino de Chapitela, fue detenido de madrugada, junto a otros once compañeros del Frente Popular (Jacinto Ochoa, entre ellos), en casa de Bengaray. José María pertenecía a Izquierda Republicana e ingresó en prisión, tras enfrentarse a una petición de 30 años por rebelión, que finalmente quedó en dos años y medio en el Fuerte de San Cristóbal.

En la fundación del Club Larraina coincidieron republicanos, como Ramón o José María y también el directivo de Osasuna y militante del POUM, José Javier Villafranca; y otra persona conocida como el secretario de ANV, Pablo Archanco, maestro de la Escuela de Peritos, directivo de Osasuna y primer presidente de la Federación Navarra de Fútbol, quien tuvo la suerte de fugarse a Francia y de allí marcharon a Argetina con su familia y donde vivió el resto de su vida en el exilio. Sus nietos volverían a Iruñea décadas después.

Aquella mañana del 18 de julio, en Larraina, ¿Con quién hablaría Bengaray por teléfono? ¿Tal vez fuera con José María Goñi, el secretario de la sociedad, pidiéndole que acudiera a proteger a su familia? ¿O con su amigo Corral rogándole lo escondiera en casa? ¿O con el Gobernador Civil o alguno de los compañeros con quienes después se reunió? ¡Quién sabe! 

El apellido Bengaray pasaría a la historia de la natación navarra. Su hijo Manuel (Larraina) ganó todos los campeonatos vasco-navarros entre 1943 y 1947, año que se exilió a Argentina, y su récord permaneció durante 20 años. La prensa llegaría a atribuirle equivocadamente un récord mundial de 200 metros libres. Sesenta años después, coincidiría por azar con su sobrina Maite Bengaray, ambos seguían la huella familiar y comenzaban el camino por recuperar la memoria de Ramón. 

El próximo y último capítulo: Xabier de Frutos, primer presidente del Club, un gudari que defendió Madrid.