Maite Herranz cursó Trabajo Social en la UPNA y realizó su TFG sobre los proyectos comunitarios e infantiles que existían en Ermitagaña-Mendebaldea. Las conclusiones de la investigación no dejaban lugar a dudas: “Las necesidades de la infancia estaban desatendidas. No había espacios de convivencia ni vida de barrio para ellos. Los txikis no tenían actividades para realizar en común. Solo había academias de baile y de inglés”, apunta Maite Herranz.

Así que se puso manos a la obra y, junto con otras vecinas, fundaron Hazialdea, promotora de proyectos comunitarios para la participación infanto-juvenil en el barrio de Ermitagaña-Mendebaldea. Este jueves, la asociación celebró su cuarto aniversario. 

El primer espacio comunitario que construyeron fue una red de apoyo educativo para niños y niñas, de entre siete y catorce años. “Nosotros le damos mucha importancia a que los chavales no se sientan como en un gueto. Y hemos conseguido que no se sientan marginados, hemos creado una comunidad”, asegura Sara Garralda, miembro del equipo técnico de Hazialdea. 

La asociación realiza este apoyo educativo los lunes y jueves de 17.30 a 19.00 horas. “La primera fase es la de acogida. Les juntamos en un círculo y hablamos del barrio o de qué tal les ha ido el día”, explica Sara.

Después, dedican una hora a realizar las tareas del colegio. “Tenemos equipos estables de una monitora por cada tres alumnos y mesa”, subraya Sara. Los últimos 20 minutos de la clase los disfrutan con juegos colectivos y grupales. “Queremos que se conozcan entre ellos, que se hagan amigos”, comenta.

Además, si alguno de estos 18 niños lo necesitan, las monitoras realizan un acompañamiento emocional. “No solo nos centramos en el ámbito escolar”, matiza Sara.

Clases de boxeo

Los martes, de 16.30 a 18.00 horas, se desarrolla la actividad Movimiento y Juego, para niños y niñas de tres a siete años. “Está inspirado en la metodología de la psicomotricidad. Es un espacio de exploración y juego simbólico. Los txikis se relacionan con lo artístico y lo plástico”, apunta.

Al día siguiente, el miércoles, es el turno del Grupo de Ocio, para niños de 9 a 11 años. “Es un espacio para la educación en valores intergeneracionales, medioambientales, de solidaridad e identidad de barrio a través del juego y la reflexión”, señala. 

Desde hace un año, Hazialdea ofrece clases de boxeo para adolescentes entre 12 y 16 años. “Se nos estaba quedando ahí un sector de la población, los adolescentes, a los que no llegábamos. Dentro de la asociación hay quien practica boxeo y nos lanzamos a ello”, recuerda Sara.

En la actualidad, entrenan a 10 chavales: “El objetivo es el bienestar físico y emocional. Es una forma de socializar y de conocer a gente del barrio. Aquí no se viene a aprender a pegarse”, matiza Sara. 

Además, en Carnavales, Semana Santa y verano organizan campamentos urbanos. En este proyecto, trabajan valores como el cuidado del medioambiente y lo ponen en práctica en el huerto comunitario del barrio. “Nos adaptamos al calendario del huerto. Si toca sembrar, sembramos, si toca recolectar, recolectamos...”, relata. En los campamentos también limpian las calles del barrio, les enseñan el comercio local o se van de excursión al río Arga. 

Hazialdea también organiza distintos talleres con colegios e instituciones de Ermitagaña: de promoción de la salud, de prevención de abusos sexuales, de adicciones a sustancias o de educación sexual. Para realizar todas estas actividades, Hazialdea cuenta con 15 monitores, voluntarios y dos personas en el equipo técnico.

Claves en la pandemia

Con solo un año de existencia, Hazialdea jugó un papel esencial durante la pandemia con su red de cuidados vecinales. “El 14 de marzo se decretó el Estado de Alarma y el 15 ya habíamos puesto en marcha la red. 25 voluntarias del barrio atendimos a la gente que estaba en situación más vulnerable. Sobre todo eran personas mayores que no se atrevían a salir a la calle”, recuerda.

Estas personas, se ponían en contacto con Hazialdea por teléfono y las voluntarias les hacían la compra, charlaban con ellos por teléfono porque se sentían solas o les paseaban las mascotas. “Fue un gran esfuerzo, pero nos dimos a conocer”, finalizan.