El pueblo de Salinas de Ibargoiti, en las faldas de la Higa de Monreal, lleva 24 ediciones recuperando una tradición: la trilla. Cada año, abuelos, hijos y nietos se reúnen para recordar y conocer la forma en la que se recolectara el cereal antes de las primeras cosechadoras.

La trilla fue en la Antigüedad una fiesta que reunía a patrones y obreros. Los campesinos o los caballos, dependiendo de la zona geográfica, pisoteaban los cereales para separar el grano de la paja. Esta actividad perduró en España hasta los años 40, momento en el que comenzaron a aparecer las primeras trilladoras mecánicas.

José Ignacio Valencia, vecino de Salinas de Ibargoiti, recuerda el momento en el que se quisieron aventurar en esta tradición: “Hace veinticinco años vimos en la tele que teníamos en la sociedad una demostración de la trilla en Aragón. Nuestros hijos no paraban de preguntarnos ‘¿qué significa trillar?’ Pensamos entre seis o siete vecinos que teníamos la oportunidad de darles a conocer esto”.

El primer año compraron una trilladora de Abaurrea, pueblo situado en el Pirineo, luego una segadora de Etxauri, con el objetivo de que “nuestros hijos conocieran nuestro pasado”. asegura. Así comenzó una nueva costumbre de una tradición popular.

Al año siguiente quisieron repetir este día porque resultó entretenido. Comenzó a unirse gente de otros pueblos “para ver qué se hacía. Tenían curiosidad porque la trilladora es algo mucho más rudimentaria y el trabajo es mucho más duro que con las cosechadoras que sí conocían”, comenta. Ahora se ha convertido en “el día del valle”.

Algunas de las actividades que se han propuesto para el día promueven que “todo el pueblo se anime a venir. Tenemos un almuerzo popular, hinchables para los más pequeños y actuaciones musicales. Es una forma con la que pasar muy buenos ratos”. Aunque para José Ignacio el momento estrella continúa siendo “la siega a mano y la segadora porque es algo que se hacía hasta los años 60 y sorprende”.

“A los mayores les gusta contar a los nietos las cosas que se hacían antes mientras tanto”

José Ignacio Valencia - Vecino de Salinas de Ibargoiti

Muchos de los que antes hacían la exhibición ya no puede “porque tienen mucha edad”, pero los hijos continúan la tradición. Incluso, hay quienes llegan y se animan a formar parte de la fiesta popular. “A los mayores les gusta contar a los nietos las cosas que se hacían antes mientras tanto”, explica. Son conversaciones que hacen converger dos tiempos: pasado y presente.

José Ignacio también compara la actualidad con aquellos años en los que las máquinas resultaban rudas: “Ahora la gente va en máquinas que tienen hasta aire acondicionado ¡Nada que ver! Antaño era mucho más costoso y duro”.

Fiesta de la Trilla

El Día de la Trilla está organizado y amparado económicamente por el Ayuntamiento de Ibargoiti, Concejo de Salinas de Ibargoiti-Getze Ibargoiti, así como diferentes firmas y entidades de Navarra.

La jornada ha comenzado hoy a las 9.00 horas con una demostración de siega a mano con hoz y zoqueta, seguida de la aparición de máquinas rudimentarias que “en su momento fueron todo un avance”. Algunas de esas máquinas han sido una ‘segadora-atadora’, que “además de segar ataba con cuerda la mies cortada y hacía gavillas que se depositaban en hileras”, o una pequeña cosechadora de 1965. Las siguientes actividades han consistido en un almuerzo popular “al que puede venir todo el mundo”, alienta José Ignacio, la trilla y una comida popular. De esta manera, “la jornada como tal acaba al mediodía. Por la tarde es el momento de los más pequeños”.

“El Día de la Trilla solo es posible porque todo el pueblo se une para que este proyecto salga adelante. Todos participamos porque es algo muy nuestro”

José Ignacio Valencia - Vecino de Salinas de Ibargoiti

José Ignacio confiaba en que este año iba a salir “como siempre” porque la estructura se repite: “El Día de la Trilla solo es posible porque todo el pueblo se une para que este proyecto salga adelante. Todos participamos porque es algo muy nuestro”.

A pesar de que la sociedad avance, siempre queda un espacio para las costumbres. Los vecinos de Salinas de Ibargoiti ya lo han comprendido.