No quieren envejecer ni morir solos. Tampoco en una residencia o depender de sus hijos. “Queremos compartir nuestra última etapa de la vida con la mayor autonomía posible. Y nos ha motivado que esta forma de vivir es posible”, explica Carlos Rey, una de las 32 personas que se han unido “para preparar nuestro futuro libre, independiente y solidario”, defienden en su página web.

Etxekide es una cooperativa de iniciativa social sin ánimo de lucro, promotora de 25 alojamientos colaborativos senior en el barrio de la Txantrea. Un proyecto pionero en Navarra que, si se cumplen los plazos, será una realidad en 2026.

“Pensamos que es la mejor forma de ser independientes en esta etapa de la vida pero contando con la colaboración, la compañía y, llegado el caso, la ayuda amistosa de las personas que compartiremos este espacio. Queremos autogestionar este periodo de la vida en la que nos vemos libres de cargas laborales o familiares, pero en la que también se puede llegar a sentir la soledad. Aunque con los años hay facultades que se van reduciendo, todavía somos muy capaces e imaginativos para realizar nuestro proyecto”, resumen. 

El origen

Año 2016

Una carrera de fondo

Carlos recuerda cómo a finales de 2016 un “pequeño grupo de personas” se juntó y, con la mirada puesta en experiencias similares de otros lugares –Madrid, Málaga o Barcelona en el Estado; Dinamarca, Canadá o Uruguay fuera de él– plantearon “diez ideas de lo que queríamos”.

Cuando lo tuvieron claro, en 2017 organizaron sendas charlas en la UPNA y Condestable. “Los salones se llenaban porque en aquel momento era algo nuevo; y ahí es cuando se apuntaron 40 personas y empezamos a hacer una formación con Arterra sobre cómo gestionar todo esto. Fue el revulsivo”.

A partir de ahí, salieron de excursión y conocieron de primera mano alguna de esas viviendas colaborativas, fueron generando los estatutos y forjando el reglamento interno. “Le dimos vueltas a todo; la parte económica, los cuidados, la arquitectura... un trabajo de ocho años”, dice. 

Por el camino, el Ayuntamiento de Pamplona sacó a concurso una parcela en el aparcamiento del colegio Doña Mayor, proyecto tumbado por un recurso, y pelearon para que el Gobierno de Navarra reconociera este tipo de alojamientos.

“Con la pandemia, pensando en cambiar las alternativas a lo que había, solamente en residencias o atención a los mayores en las casas, Derechos Sociales vio con buenos ojos este modelo de alojamientos colaborativos”.

En 2021 el departamento los reconoce en un Decreto Foral; y en 2023 saca a concurso público y adjudica el solar a Etxekide. Una “carrera de fondo”, cuenta Mertxe Larumbe.

Cuando Larumbe conoció la iniciativa le vino a la cabeza la canción de Rosendo Maneras de Vivir. “Uno de los párrafos dice, ‘descuélgate del estante, y si te quieres venir, tengo una plaza vacante, maneras de vivir’. A esta gente la vi como que estaban en un estante que está quieto en el cuarto de estar. Sí, está muy bien el sillón, pero no sé si quiero este cuarto de estar para vivir de mayor, me falta algo. Y pensaron en un proyecto diferente, que no existía en Navarra”, cuenta.

Entonces les preocupaba lo mismo que les preocupa ahora: “La soledad. Parece ser que no nos lo inventamos, que está mundialmente reconocido que es un problema importantísimo. Con la soledad no deseada es mucho más fácil que la gente caiga en diversas enfermedades; porque no habla, porque no se relaciona, porque vive en un mundo chiquitito”.

Por eso, trabajan y “seguiremos trabajando” en un proyecto “que es de todos, porque nuestro no es nada, ni el terreno ni los alojamientos. Solamente somos usuarios, y cuando nos vayamos al archivo del otro lado, irán viviendo otras gentes y el proyecto seguirá”, explica.

Kontxesi San Juan, vecina de la Rochapea de 66 años, forma parte de ese pequeño grupo motor que puso en marcha Etxekide: “Empecé a pensar en este proyecto porque mi madre tuvo que ir a una residencia, veía a las personas mayores vivir solas, a más de una tenía que cuidarle su pareja, que igual estaba peor... Y dije, ‘¿esto es lo que yo quiero para mí?’. No. ¿Y cómo se puede vivir de otra forma?”.

Investigando dio con este tipo de proyectos “en los que lo más importante era compartir vida ayudándonos y a la vez generando. Porque no es solamente que me cuides, o que yo te cuide, sino que yo aprendo con los demás. Y todo lo que se genera de vida, porque no es lo mismo quedarte tu solo en casa: compartir te estimula para generar más cosas”.

Todavía no han empezado a vivir juntos y ya han puesto en marcha un grupo de montaña, un cinefórum, salidas culturales... “Generar colectividad”, resume. 

En el origen comentaron la idea con gente cercana, amigos y familia. A nadie le interesó. “Y yo pensaba, pues esto igual es un proyecto que es un sueño, pero no es real. Estábamos cuatro”. Las charlas lo cambiaron todo. “Yo les digo a mis hijos que los sueños existen, que siempre que tengan uno lo trabajen, porque se cumplen. Aunque veamos muchas tormentas de todo los que nos toca en este mundo, también hay otras muchas cosas que nos vienen por confiar”, dice.

reconoce que “ha habido altibajos porque entendernos es complicado; generar esos acuerdos no ha sido fácil, pero tampoco tan difícil. Lo que más ha primado es que venimos a este mundo, que queremos ser felices siempre y que la última etapa de nuestra vida tiene que ser tan feliz como cuando llegamos; y para eso el apoyo continuo es necesario”, concluye. 

Mari Carmen Istúriz (67 años) y una amiga acudieron a las primeras jornadas de Condestable “por la inquietud que teníamos de hacer algo con nuestras vidas, de no ser una carga para la familia y elegir cómo queríamos vivir la última etapa. Esa era la motivación”. Y se apuntaron.

Después de mucho trabajo, que si el reglamento interno, los estatutos de la cooperativa, etc... el proyecto ha cogido forma y está más cerca de culminarse: “Yo estoy encantada, relajada de decir: ‘ya sé cómo voy a terminar’. Y acompañada, con gente que no nos conocíamos, pero que hemos ido haciendo grupo. Estoy contenta y con muchas ganas, esto es un sueño cumplido. También tengo incertidumbres, porque yo ahora estoy viviendo muy a gusto y muy bien en mi casa y voy a ir a vivir con más personas. Hay que adaptarse”. 

Modelo organizativo

La participación, un requisito indispensable

La sociocracia

“Tenemos claro que queremos una atención integral centrada en la persona. De acuerdo a eso se elaborará un plan individual en los niveles primeros de cuidados, entre nosotras y nosotros. Tenemos 15 horas mensuales que vamos a dar para cuidarnos. Cuando el nivel de dependencia sea mayor, a partir de moderado, habrá que hacer contrataciones de personas para ayudar en el cuidado”, explicó Maite Velasco en la presentación del proyecto en la Txantrea.

Maite desgranó la organización que llevan un tiempo aprendiendo. Su sistema de gobernanza es la sociocracia: “Respeta a todas las personas, se intenta evitar mayorías y minorías y los acuerdos se alcanzan por consenso. Igual una solución no es la que más me gusta, pero si puedo vivir con ella la acepto. De esa forma hemos conseguido llegar a muchos acuerdos”, argumentó.

En Etxekide la participación es indispensable; se dividen en pequeños círculos (de economía, de cuidados, de arquitectura, etc...) hay un consejo rector al que van representantes de cada círculo y una asamblea general mensual para la toma de decisiones. 

“¿Cómo queremos vivir? Lo más autónomos y autónomas posible hasta el final de la vida en todas las actividades que vamos a organizar, en base a la promoción de la autonomía. Y no queremos vivir metidos en nuestros espacios privados, queremos vivir integradas e integrados en el barrio, ser parte del tejido social nos importa. No solo el barrio; nos preocupan los conflictos. Queremos cambiar esta sociedad, no nos gusta cómo se ve a las personas mayores y todo esto lo tenemos muy claro”, defiende.