¿Quién alimenta a las ocho ciervas, 50 anátidas y 106 gallináceas que habitan en los fosos de la Taconera? ¿Quién mantiene impolutos los 90.000 metros cuadrados de jardines?

Tres cuidadores, veterinarios del servicio de Zoonosis del Ayuntamiento de Pamplona y ocho jardineros municipales son los responsables de que esta joya , en pleno centro de la ciudad, luzca bella los 365 días del año. 

Ramón Castro lleva un bol verde repleto de maíz, lo agita con la mano y las ocho ciervas se acercan y comen a escasos centímetros de él. Ramón ni se inmuta.

Estoy acostumbrado a tratar con perros de 60 kilos. Esos sí que muerden”, confiesa Ramón, que en julio, tras una temporada en la protectora de animales de Mutilva, se convirtió en uno de los tres cuidadores de la fauna que habitan en la Taconera. “El primer día se asustaron todas. No me querían ni ver porque no se fiaban de mí. Ahora tengo la situación bajo control”, afirma. 

Los jardineros municipales posan en uno de los parterres de la Taconera. Unai Beroiz

A primera hora de la mañana, Ramón accede al comedero de las ocho ciervas –en 2011, con seis meses de vida, vinieron desde una finca de Castilla-La Mancha– les deposita maíz, pienso específico y forraje y les cierra la puerta para que no “arrasen” con la comida de los patos y gallinas que reparte en las poternas y el césped.

“Es muy importante porque cada uno tiene su alimentación”, explica. Además, los animales picotean lo que se encuentran en el suelo – pequeños caracoles o insectos–, en el fondo del estanque y los ciervos pastan en los fosos. 

Ramón también rellena los bebederos, poda la vegetación, realiza labores de mantenimiento, recoge los residuos que caen al suelo y revisa el estado de los estanques. “Los fines de semana los fosos amanecen bastante sucios. Te encuentras de todo. Podríamos ser más cívicos”, lamenta.

A una de las ciervas le gustó la cámara del fotógrafo. Unai Beroiz

“Es muy importante que los ciudadanos se comporten porque los animales pueden ingerir plásticos y latas que aparecen en el suelo y el agua”, insiste María Resano, veterinaria y responsable de Zoonosis en la Taconera.

También pide a la gente que no dé de comer a los animales porque “los productos que lanzan no son los indicados para ellos. Sus necesidades alimenticias ya están cubiertas”. 

La unidad de Zoonosis del Ayuntamiento de Pamplona, que se encarga de los aspectos sanitarios relacionados con los animales, realiza una vigilancia del estado clínico y sanitario de la fauna que habita en la Taconera. “Observamos que estén en buen estado físico. Que anden bien, que coman bien, que beban bien, que no adelgacen de repente...”, explica.

Además, llevan a cabo medidas sanitarias preventivas como desparasitaciones y vacunaciones. 

Jardineros

Álvaro Marqués y María González recogen hojas con dos rastrillos, las apilan en pequeños montones y limpian el camino. “¿Ves todas esas hojas que cuelgan de los árboles? En otoño caerán al suelo, las cogeremos y las depositaremos en decenas de camiones”, relatan Álvaro y María, dos de los ocho jardineros del Ayuntamiento de Pamplona que se dedican exclusivamente al mantenimiento de los 90.000 m2 de los jardines de la Taconera. “Es la mejor oficina de la ciudad”, aseguran. 

La Taconera, junto con la Media Luna, está catalogado como parque histórico y, como consecuencia, requiere de un mantenimiento “muy especializado, intensivo y minucioso. Tenemos a ocho personas que su jornada laboral empieza y acaba en el parque”, señala Ángel Arana, jefe del servicio de Jardines del Consistorio. “El volumen de trabajo es muy superior al resto de parques de la ciudad. No solo segamos la hierba, se cuida muchísimo el detalle”, incide Álvaro. 

Los jardineros municipales mantienen impolutos los varios kilómetros de setos que embellecen los caminos del parque. “Los recortamos por ambos lados y por la parte superior. A los que miden más de 50 centímetros les damos una forma troncónica-piramidal y a los más pequeños, cuadrada”, indica Álvaro.

Además, concreta María, hay especies como el boj que se recortan a ras de suelo: “Los ovalamos con una máquina que prácticamente parece una cortadora de pelo. Cada planta tiene su peculiaridad y de ahí el trabajo intensivo que supone este parque”.

Álvaro y María también se encargan del mantenimiento de los parterres, que cambian de flores dos veces al año. En los meses más fríos, la variedad es limitada –antirrino, prímulas o violas– y en verano predominan las begonias, colios, alegrías, tulipanes, jacintos, narcisos...

“En invierno enterramos los bulbos, explotan en primavera y el parque se pone precioso”, relata María mientras arranca una a una las malas hierbas que crecen en los parterres. “Es mucho más fácil segar el césped, aunque sean más metros cuadrados”, subraya Álvaro agachado. 

Además, los ocho jardineros municipales, enumera Ángel, siegan la hierba, mantienen y programan la red de riego –se suele activar a principios de junio hasta finales de septiembre–, reparan fugas, resiembran las praderas, realizan tratamientos contra las plagas, recogen los residuos depositados en las papeleras, limpian los caminos... “Le ponemos mucho cariño”, defiende Ángel.

Agradecimiento ciudadano

La mayoría de ciudadanos, aseguran los jardineros, agradecen su labor. “Mucha gente pasa a diario, nos saluda por nuestro nombre y nos dan la enhorabuena. Reconforta mucho”, confiesan.

Eso sí, Álvaro y María también lamentan que algunos vecinos se comporten incívicamente en uno “de los cuartos de estar” de la ciudad, lo ensucien con basura o no lleve atados a los perros. “Pasan por encima de los parterres y estropean las flores recién plantadas, mean en los setos o no recogen las heces. Luego tenemos que meter la mano ahí. A veces no nos sentimos respetados”, critican. 

Los nuevos cinco polluelos de pato mudo se disponen a tirarse al estanque. Unai Beroiz

Al detalle

Ocho rumiantes. En los fosos de la Taconera viven 8 ciervas (cervus elaphus).

50 anátidas. La familia de las anátidas está compuesta por un cisne mudo (Cygnus olor), dos barnacias cariblanca (branta leucopsis), 20 ansares blanco (Oca), 10 patos mudos (Criollo), un pato colorado (Netta rufina), cinco patos corredores indios (Anas platyrhinchos d.), un pato mandarín (Aix galericulata), dos patos khaki campbell, cinco gansos de Toulouse (Anser anser) y tres gansos chinos (Anser cygnoides). Además, desde hace unas semanas la familia anátida ha crecido: cinco polluelos de pato mudo ya nadan en el estanque.

106 gallináceas. 15 pavos reales azules (Pavo cristatus), nueve pavos comunes (Pavo congensis), dos pavos reales blancos, 10 gallinas de Guinea (Numididae), dos gallinas enanas, 60 gallinas, dos gallinas Guinea Blanca, dos faisanes dorados y 4 gallinas Lepsoila.

Ramón Castro, cuidador de animales en la Taconera, y María Resano, responsable de Zoonosis en el parque, posan en los fosos con una cierva. Unai Beroiz

Ardillas. Las ardillas habitan en los árboles del parque y a veces se dejan ver entre las gallináceas o las anátidas. “La gente golpea las nueces en la pared de los fosos y van a por la comida”, indica Ramón.

Perros y hasta teléfonos móviles. La fauna de la Taconera es muy diversa y a veces aparecen perros que saltan la muralla y caen a los fosos o móviles de seres humanos demasiado inmersos en el mundo digital.