Un centenar de niños, niñas y adolescentes saludan revueltos delante del Chalet de Gridillas, donde se lee Somos un barrio en los 12 idiomas más hablados en San Jorge. “Esta imagen refleja la riqueza cultural del barrio”, asegura Alberto Jauregi, miembro de Umetxea Sanduzelai.
Esta asociación infanto-juvenil, gracias a la labor altruista de cinco educadores comunitarios y 18 voluntarios, organiza desde 1997 un campamento de verano gratuito en el que este año han participado 153 niños y adolescentes –récord– procedentes de más 10 de países distintos: Marruecos, Senegal, Nigeria, Ucrania, Rusia, Gaza, Ecuador, Colombia, República Dominicana, Argelia… El campamento de barrio que llega al mundo.
Alberto Jauregi explica que uno de los objetivos principales del campamento es que los 153 niños y niñas –de entre cinco y catorce años– forjen amistades basadas en la diversidad, el respeto, la tolerancia y el afecto. “Es muy importante que los txikis compartan tiempo con otros chavales del barrio que no conocen, que son de otras culturas y pertenecen a otras realidades. Es fundamental que establezcan relación porque todos viven en San Jorge y después se van a encontrar en los parques. En el campamento se crean estos lazos que muchas veces se mantienen durante toda la vida. Se trabaja ahora, pero el objetivo es a largo plazo”, indica.
Los voluntarios y educadores comunitarios inculcan a los más pequeños valores –compañerismo, trabajo en equipo, pensamiento propio, respeto al diferente o autonomía– a través de juegos y actividades lúdicas, cooperativas, artísticas y deportivas que se desarrollan en las plazas y en los parques del barrio. “Les enseñamos lo esencial para que sean buenas personas. Rechazamos cualquier tipo de comportamiento violento y si se producen generamos procesos de convivencia”, apunta Unax Fernández, monitor del campamento.
Otro de los pilares fundamentales es la solidaridad. “Recibimos a chavales con muchos problemas que necesitan ayuda. Algunos no tienen amigos y queremos que aquí encuentren sus amistades”, asegura Alberto. Por ejemplo, este año el campamento de verano ha colaborado con diversidas entidades y el Ayuntamiento con la acogida de niños y niñas refugiados que huyen de las guerras que actualmente se están desarrollando en Ucrania o Gaza.
educadores y voluntarios
Además, en el campamento animan a los niños y niñas a que “construyan barrio”. De hecho, esta iniciativa sale adelante año tras año gracias al trabajo altruista de 18 jóvenes voluntarios y cinco educadores comunitarios con una dilatada experiencia en el trabajo social y educativo en la infancia y la adolescencia.
Unax Fernández –21 años– e Itzal Leache –16 años– son monitores desde hace tres y cinco años respectivamente. Ambos entraron en Umetxea de pequeños y reconocen el papel que la asociación jugó en su infancia. “Conocí diferentes culturas, comprendí que las piezas del puzzle siempre encajan a pesar de ser distintos y creé bonitas amistades. Una de las monitoras ahora es mi colega. Umetxea te da una pequeña familia para toda la vida”, asegura Itzal.
Tras “quemar” esta etapa, ambos se apuntaron a la Escuela Comunitaria de San Jorge, recibieron formación durante dos años y desde los 16 son monitores en las distintas actividades que organiza la asociación infanto-juvenil. “Nos animamos porque lo hemos vivido desde pequeños, haces el barrio mucho más grande, te enriqueces culturalmente, se abre tu mente, conoces situaciones familiares complejas y aprendes a valorar lo que tienes. En Umetxea perteneces a un ente colectivo y queremos ser un activo importante de San Jorge”, señalan.
Además, la asociación permite regresar temporalmente a esa infancia que Unax e Itzal recuerdan con añoranza. “Vuelves a ser ese niño o niña que todos llevamos dentro. Jugamos, disfrutamos y conectamos con nuestro yo de la infancia”, confiesan.
Unax e Itzal también inculcan a las nuevas generaciones que deben participar en la vida de barrio y lo están consiguiendo. Amina Atlangerieu, Leire Larrayoz y Doha Saidi han debutado este año como voluntarias. “Entramos en Umetxea cuando éramos pequeñas y ahora queremos aportar. Nos gusta mucho estar con los niños”, afirman las tres.
La primera semana –el campamento arrancó el 5 de agosto– no les hizo “ninguna gracia” levantarse pronto en verano –las actividades comienzan a las 9.00 horas–, pero le fueron cogiendo el gustillo. “Ves lo bien que te reciben los txikis y te va saliendo solo. Es muy entretenido, nos lo pasamos genial”, expresa Doha.
Es más, el campamento se acaba mañana y las tres voluntarias reconocen que echarán de menos a los 153 niños y niñas. “Lo hablamos el martes en el autobús cuando volvíamos de la playa. Nos da pena que se termine, queremos seguir madrugando en verano”, bromean.
Gratuitos
A pesar de que Navarra Suma, con el apoyo del PSN, fulminó los equipos preventivos en diciembre de 2020, el campamento de verano de Umetxea sigue siendo gratuito. “Es un servicio comunitario que hace la propia comunidad. El dinero nunca puede ser un obstáculo. Los chavales tienen derecho a participar en la vida del barrio”, reivindica Jauregi, que recuerda los altos niveles de pobreza que existen en el barrio. “El índice de pobreza extrema y relativa supera el 50%”.
Los campamentos de verano salen adelante gracias a una subvención del Departamento de Derechos Sociales del Gobierno de Navarra y aportaciones voluntarias que realizan las familias de los txikis. Da igual que lo estén pasando mal. En San Jorge hay mucho espíritu de barrio”, finaliza.