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Relevo familiar en la Frutería Pilar de Iturrama

Los mellizos Eneko e Igor Campos, de Kiko Alimentación, cogen el testigo de la familia Garraza en una tienda que mantiene la misma premisa: calidad y cercanía

Relevo familiar en la Frutería Pilar de IturramaIñaki Porto

De los Garraza a los Campos, dos familias de fruteros que suman casi un siglo de profesión en la capital navarra. Los mellizos Eneko e Igor Campos cogieron en octubre el testigo de la Frutería Pilar, en el número 17 de la calle Iturrama, para que todo siga prácticamente igual. Un negocio familiar que mima el producto y fundamenta su oficio en la cercanía con el cliente.

“Desde hace 43 años, mi padre, que este año se ha jubilado, tiene la frutería Kiko Alimentación en la calle Acella, junto al Planetario. En este contexto en el que nos encontramos, con un montón de fruteros, carniceros o pescateros que se están jubilando, apareció esta oportunidad. Era el mismo estilo de fruta que nosotros trabajamos, y mi hermano y yo decidimos tirarnos a la piscina y probar”, explica Eneko.

Escaparte de la frutería Pilar, en el número 17 de la calle Iturrama.

Aunque los dos están a caballo entre uno y otro local, él se ocupa más de la nueva tienda de Iturrama e Igor –que esta temporada además limpia sin parar cardo, borraja y alcachofa para ambos establecimientos– se centra en Kiko Alimentación, donde también trabajan su otra hermana y su tía. Todo queda en casa

“Cuando vinimos aquí nuestra intención era que cambiara lo menos posible, y lo poco que cambiase, que fuera para bien”, argumenta Eneko. Para empezar, Alicia Garde, Marta Pedrosa y Ana Prados, la más veterana con 23 años en la frutería, siguen atendiendo a la clientela de toda la vida.

“Antes tenía la frutería una familia de tres hermanos que llevaba 50 años en la tienda de San Juan. Tenemos mucho que agradecerles, ha sido una gran familia. Y estamos contentas con el relevo porque ha sido lo mismo; una familia súper humilde y normal”, cuenta Marta, en la frutería desde 2009. “Esto es como una gran familia, trabajamos muy bien, tenemos mucha confianza con la gente y nos tratan muy bien. Lo que más cuidamos es el trato con el cliente y el género”, asegura. 

 “Lo más importante es escuchar a la gente, ver lo que quieren. Cada tienda es un mundo, puedes trabajar con un producto parecido pero igual en una se venden muchísimos mangos y en otra muchas más alcachofas. Y cuando recibes alguna queja o sugerencia de un cliente, hay que dejar el ego de lado y saber escuchar. Es muy importante que exista una relación de confianza”, retoma Eneko. 

Un oficio sacrificado

Igor era cocinero y Eneko estudió Derecho y ejerció después un año, aunque desde los 16 años ayudaba en el negocio familiar. “Llevo ya 20 años metido en el lío”, destaca. Aunque se imaginaba “fuera de este mundo, analizas las circunstancias actuales y esto me rentaba más que seguir mi camino de los estudios. Me gusta el trato con la gente, me gusta ir a comprar... y lo hago muy contento”, dice.

Reconoce también que el suyo es un oficio “que no se puede delegar. Tienes que estar. Es muy importante seleccionar el producto y se necesita experiencia”.

También sacrificio: “Te tienes que despertar a las cuatro de la mañana, ir al mercado, coger el producto, venir a la tienda y ponerlo bonito, que requiere tiempo... hasta las dos del mediodía que cierras, abrir por la tarde... Hoy en día veo una tendencia en la que este tipo de trabajos no son los más solicitados, desde luego”, opina. “Y en Navidades por ejemplo, todo el mundo quiere lo mejor, no puedes fallar. Hay momentos del año que requieren mucho sacrificio”.

Para productos más especiales que no pueden conseguir en Pamplona, tiran de agricultores o proveedores de Madrid, Catalunya, Valencia o Asturias. Por ejemplo con el kiwi rojo, el aguacate sin hueso, el tomate de untar catalán o la naranja chocolate. “Lo más importante es que el cliente tenga lo mejor, y el que tenga lo mejor, allá que vamos”. 

En Iturrama la clientela “busca calidad y tiene esa cultura de saber que unas fresas de 10 euros pueden ser buen precio. Hay gente que va al precio, quizá esa no es la clientela que puede entrar en este tipo de fruterías”.

Porque, como defiende Eneko, “lo caro es relativo. Como con unas zapatillas que compras por 20 euros y en tres meses se han roto, y tienes otras de 60 y te duran 3 años. Con la fruta es igual, y en estas fruterías tradicionales ofrecemos una garantía”. Negocios “muy personales en los que si no hay una implicación familiar no salen adelante. No creo que sea una casualidad que las mejores fruterías de Pamplona sean negocios familiares”, defiende.