Un canónigo de Bigorra

Se desconoce la fecha de nacimiento de Arnalt (o Arnaldo) de Barbazán, así como el lugar exacto y su entorno familiar. Se da por seguro que nació en el último cuarto del siglo XIII, en la comarca norpirenaica de Bigorra y en el seno de una familia de la pequeña nobleza. José Goñi Gaztambide, su mejor y más completo biógrafo, aventura incluso que podría ser de más cerca, de la casa Barbazán de Ancil, en la tierra de Cisa y muy cerca de Donibane Garazi (Saint Jean-Pied-de-Port). Sí es seguro que en su juventud fue canónigo de la catedral de Pamiers, a 52 km. de Toulouse, de donde el papa Juan XXII lo sacaría, en enero de 1318, para nombrarle obispo de Pamplona, en sustitución del recién fallecido Arnalt de Puyana y tras un período de interinidad de dos años, en el que se sucedieron varios nombres. 

A pesar de su larguísima estancia en Iruñea, parece ser que durante su obispado Arnalt mantuvo vivos los lazos familiares al otro lado del Pirineo, y recurrió a ellos en alguna ocasión. Así, por ejemplo, cuando en octubre de 1331 las fronteras del reino están bajo amenaza castellana, el obispo mandará mensajeros a diversos personajes de Bigorra, entre ellos a su hermano Teobaldo, señor de Barbazán, y a un tal Ojer de Barbazán, pidiendo que “estuviesen preparados con caballos y armas y vinieran al primer aviso”. Y tal vez haya que considerar sobrina del obispo a una mujer, llamada Navarra de Barbazán, “hija de Arnalt Guillén, señor de Barbazán” a la que, según Goñi Gaztambide, el papa Benedicto XIII otorgó una dispensa matrimonial en 1337. Está, además, por ver hasta qué punto la presencia del obispo ultramontano atrajo a Navarra a familiares o paisanos suyos. A este respecto hace ya muchos años que Ignacio Baleztena recordaba en un artículo a un tal Arnautón de Barbazán, fallecido en 1392, cuidador de los animales exóticos que Carlos III tenía en Olite. En el mismo medio menciona además a otro Arnaldo de Barbazán, documentado entre 1362 y 1431, a quien fuentes francesas calificaban como “gran viajero y heroico caballero” (Diario de Navarra, 7-2-1961).

Obispo de Pamplona

Sea como fuere, Arnalt de Barbazán es nombrado obispo de Pamplona en 1319, y con ello se da término a una larga serie de obispados cortos, para abrir un prolongado periodo de 36 años bajo su mitra. En su sede de la catedral entronizará a la reina Juana II y a su marido Felipe III, que inauguraban la casa de Evreux en Navarra, y tras la muerte de la reina, en 1349 y víctima de la peste, ungió también a su hijo Carlos II el Malo. Sus relaciones con estos monarcas no estuvieron exentas de problemas. Tuvo que ceder en muchas cuestiones, especialmente la jurisdicción señorial de Pamplona, que pasó a la corona, pero gracias a ello obtuvo grandes rentas, así como la reconstrucción del burgo de la Navarrería, que permanecía arrasada y con su catedral abandonada desde la guerra de los Burgos de 1276.

La relación fue especialmente tensa con la reina Juana II, y cuando su marido Felipe III quiso obligarle a reclutar tropas para ir a la cruzada de Algeciras, se negó con firmeza. Llegó a ser acusado de rebelión, y en un proceso en el que tuvo incluso que mediar el papa Clemente VI, vio cómo eran confiscados sus bienes. Con Carlos II, en cambio, la armonía fue mayor, y obtuvo de él la devolución de los palacios de San Pedro (actual Archivo General), que retenía la corona y que eran objeto de disputas por parte de rey y obispo desde hacía generaciones.

En lo religioso, impuso a los clérigos el uso de la tonsura, así como una mayor moderación en el vestir. Persiguió el absentismo de los párrocos en sus iglesias, y atacó con medidas concretas a los pecadores reincidentes, usureros, adúlteros e incestuosos. Asistió a todos los concilios convocados en Zaragoza, e impulsó cinco sínodos en Pamplona, entre 1325 y 1354. Bajo su mandato las obras de la nueva catedral gótica recibieron además un empuje decisivo, con avances muy importantes en el dormitorio de los canónigos, la cocina, el refectorio y el claustro. Y a él se debe, por encima de todo, la erección de la capilla de Santa María, más conocida como capilla Barbazana, auténtica joya del gótico europeo. 

Sombras oscuras

Pero como tantas veces ocurre en la Historia, cuanto mayor es la figura de un político, mayores son también sus sombras. En su tiempo se produjo el cataclismo de la Peste Negra, que arribó a Pamplona en mayo de 1348 y se llevó consigo a no menos de un 35% de sus habitantes. Y tras ella, seguramente el hecho más sangriento fue la destrucción de las juderías de Navarra, especialmente la de Estella, arrasada en marzo de 1328. Cierto es que los culpables nominales fueron ahorcados, pero a nadie se le escapaba que entre los verdaderos instigadores había algunos clérigos, y eso no dejaba de ser responsabilidad del obispo. Sus biógrafos también destacan ciertas debilidades en su carácter, y el propio Goñi Gaztambide afirma que era “impulsivo, violento y vengativo”.

Mantuvo una pelea encarnizada con Jacques Licras, su mayor enemigo en la administración real, y no paró hasta que consiguió su ejecución. El 6 de junio de 1326 y al son de clarines, el procurador real fue arrastrado por las calles de Pamplona hasta el prado de Barañain, y allí se le cortó la lengua, antes de ahorcarlo. Menos suerte tuvo con el canónigo Miguel Sánchiz de Asiain, por quien sentía auténtico odio y a quien llegó a calificar como “miembro fétido del diablo”. Abusando de su autoridad le ordenó acudir a su palacio, donde le esperaba con hombres armados y dispuestos a matarlo. Asiain se olió la celada y mandó en su lugar a sus hermanos Sancho y Pedro, que tuvieron que huir para no ser asesinados. Ciego de odio, el obispo excomulgó al canónigo, pero tantos excesos no podían pasar desapercibidos. Se abrió un proceso donde 29 testigos declararon en favor de Asiain, que fue absuelto y visto por muchos como un héroe.

Momia del obispo, obtenida por Leandro Nagore y publicada en ‘La Avalancha’ en 1905.

Momia del obispo, obtenida por Leandro Nagore y publicada en ‘La Avalancha’ en 1905.

Su legado

Arnalt de Barbazán falleció en Pamplona el 6 de noviembre de 1355, y gracias a un proceso abierto entonces sabemos que, además de numerosas rentas, poseía 14 molinos, seis palacios, diez casas, nueve huertos, viñas, piezas de cereal y olivares. Se mencionan también objetos preciosos como tazas y copas de plata dorada, jofainas y aguamaniles de plata, diez anillos preciosos, etc. Y eso que, durante su mandato, la cantidad de obras emprendidas le llevó a tener que ajustar muchísimo las cuentas del obispado. 

Seguramente no hubiese ayudado a su serena muerte el haber sabido que su sustituto en la sede iruñense iba a ser su mortal enemigo, el “fétido miembro del diablo” Miguel Sánchez de Asiain, que la ocuparía entre 1356 y 1364. Sin embargo, ello no fue óbice para que Arnalt fuese debidamente enterrado. La tumba se instaló en el centro de la hermosa capilla Barbazana que él mismo había mandado construir, y consta de una escultura yacente del obispo finado, con mitra y báculo, labrada en arenisca y en estilo gótico de gran finura. Bajo la tapa, el francés fue inhumado exactamente en la misma postura que refleja su escultura yacente.

En 1865 y 1955 su tumba fue abierta, recogiendo las crónicas de la época que el cuerpo se encontraba incorrupto. Hemos podido ver una antiquísima fotografía de la momia, obtenida en la exhumación de 1865, y debemos reconocer que solo bajo criterios muy flexibles el cuerpo del obispo puede ser considerado “incorrupto”. La memoria del excepcional obispo, en cambio, se conservó mucho mejor a través de otros elementos de la ciudad, como la espléndida catedral que él ayudó a levantar, y el tramo del paseo amurallado a la que da sombra su magnífica capilla Barbazana. Zona que hoy, seis siglos y medio después de su muerte, es conocida aún como Ronda del obispo Barbazán