Buena parte del tramo inicial de la calle Amaya iba ocupada por la antigua fábrica de calzados López. La empresa había sido fundada por el empresario burgalés Toribio López López (1861-1956), que creó su empresa en el año 1889, cuando tan solo contaba 28 años. En 1924 abrió una nueva, grande y moderna factoría, situada en un amplio solar del recién estrenado Segundo Ensanche pamplonés.

La fotografía se debió de obtener en un día frío e invernal, a juzgar por las txapelas, gorros, bufandas y abrigos que lleva la gente. El tráfico es más bien escaso, aunque vemos un camioncillo aparcado ante la fábrica, y más cerca de nosotros una moto Vespa y un Seat 600. Vemos también que la fábrica de calzados de Toribio López era un imponente edificio de tres alturas, con amplios ventanales y una estructura ortogonal decorada con imaginativos frontones curvos y con bolas de piedra del tipo escurialense.

Calle Amaya en la actualidad

Hoy en día

Nada queda de la vieja fábrica de López, aunque las viviendas que vemos al fondo de la calle certifican que nos encontramos ante el mismo paisaje urbano de 1969. Según hemos podido saber, la empresa fue temporalmente incautada durante la Guerra Civil, en represalia por la orientación izquierdista de la familia, y tras sufrir diversos altibajos durante los años 40 y 50, la firma entró en una definitiva crisis a mediados de los 60, y cerró por fin en el año 1971.

En la actualidad el recuerdo de Toribio López permanece vivo en el famoso frontón de López de Iturrama, que era parte del chalet homónimo que la familia poseyó en el citado barrio. Fausto Ruiz, buen amigo e impenitente lector de Adiós Pamplona ya fallecido, me contó en su día algunas bonitas historias de movilizaciones, huelgas y encierros llevados a cabo en el edificio durante el franquismo. A él va dedicado este articulillo de hoy.