Por unas horas, Pamplona ha sido hoy Nueva Orleans. Una multitud de personas han viajado al pasado y han dotado a la ciudad de color, alegría y vitalidad. La responsable de esta festividad ha sido la escuela pamplonesa Big Kick Swing Dance Studio, que ha culminado a las 13.30 horas su cuarto y tercer día de su festival, Spring Lindy Weekend, y ha recorrido las calles de la ciudad con su tradicional pasacalles inspirado en las celebraciones del Mardi Grass.
Las calles del Casco Viejo de Iruña se han convertido hoy en el escenario idóneo para los amantes del baile y de la música, especialmente para los del estilo clásico de Luisiana en los años treinta y cuarenta. Con motivo del Día de la Danza, celebrado el 29 de abril, la escuela Big Kick Swing Dance Studio inauguró el 1 de mayo la séptima edición de uno de los festivales de baile más importantes de Europa, el Spring Lindy Weekend, que ha finalizado hoy con varias dinámicas. Entre sus diversas actividades, en su agenda había una cita muy señalada: la kalejira al estilo de Nueva Orleans.
Bajo el cielo azulado, decenas de paraguas decorados con espumillón, serpentinas o plumas coloridas se han abierto a las 13.30 horas en la Plaza del Baluarte para disfrazar a la ciudad e iniciar el danzar. “Los paraguas, al igual que los collares de cuentas, que también llevamos hoy, se usaban en Nueva Orleans tanto en fiestas como en funerales. Nosotros hemos adaptado esta tradición”, ha explicado Andrés Usatorre, cofundador de la escuela de baile.
La banda local, Iruña Kick Swing Brass Band, ha marcado el ritmo y ha acompañado el Second Line, una costumbre cultural de Nueva Orleans en la que una multitud de vecinos celebran y bailan mientras siguen a una banda de jazz.
“Nuestro objetivo es ir poco a poco abriendo a la ciudad y a todo el mundo algo que nos encanta, y no solo a los que saben bailar”, ha expresado Andrés. Para el fundador, a día de hoy, el baile lo es todo, y algo “que debería ser imprescindible. Como seres sociales necesitamos comunicarnos, estar juntos, y la música y el baile cumplen perfectamente ambas cosas”, ha continuado.
Sin embargo, esta pasión apareció en su vida de forma “circunstancial”. “Siempre me ha gustado pero no conocía mucho. Cuando descubrí esto me di cuenta de qué era lo que me gustaba y me enganché. Me formé, viajé y llegó un momento en el que vi que igual tenía, de verdad, que dedicarme a lo que me gustaba”, ha confesado. Y, así, desde la honestidad y la valentía, surgió, hace una década, Big Kick Swing Dance Studio, junto de la mano de Helios sacristán, cofundador.
Una iniciativa arriesgada que, al igual que ocurrió en Alberto, ha despertado el amor por la ligereza y el dinamismo del Swing en muchas otras personas. Una realidad que se ha respirado en el pasacalles cuando los bailarines –alumnos de la escuela, aficionados populares o simples curiosos y animados– han abandonado el Baluarte y han recorrido el Paseo Sarasate hasta llegar a la Plaza del Castillo sin dejar de chascar sus dedos, mover sus caderas y seguir el ritmo con goce y alegría.
“Yo lo llamo el baile de la sonrisa. Es muy bonito, se sale a la calle y es un momento que transmite muchísima alegría”, ha declarado Carlos Calvo, alumno de la escuela desde hace tres años.
Para sus compañeros, Txemi García y Ana, este estilo “es muy social e inocente”. A pesar de que ellos todavía se consideren unos principiantes en el mundo del baile –este es su segundo curso en la academia–, la diversión, la calidad de sus maestros y la belleza de la música han impulsado al matrimonio a continuar aprendiendo. “Nos lo pasamos muy bien en clase, siempre nos estamos riendo”, ha admitido Ana.

Entre las carcajadas y el bienestar también se cuela el aprendizaje en sus sesiones. Así, la pareja tiene claro los conceptos y roles básicos del swing. “Uno es el líder, el conductor, y otro es el follower o seguidor. El líder guía con el brazo y la mirada. Aunque suelen ser hombre y mujer, en esta escuela hay de todo, da igual con quién bailes”, ha dicho Ana.
En el mundo de la danza da igual, cuándo, cómo, con quién y por qué bailes, lo importante descansa en la libertad que desprende. “Es salud, a nivel emocional, físico y mental. El baile da la vida porque se activan todos los centros energéticos del cuerpo”, ha afirmado Sonia Ruiz de Arkaute, psicoterapeuta y bailarina. Para esta vitoriana el Spring Lindy Weekend “es la bomba y merece la pena, lo recomiendo muchísimo”.
"Es salud, a nivel emocional, físico y mental. El baile da la vida porque se activan todos los centros energéticos del cuerpo”
Una tarea pendiente que Sonia recomienda a cualquiera, ya que la única regla del baile es permitirte sentirlo. “Cuando tenía dos años mi ama me dijo que para moverme como ella, tenía que cerrar los ojos, notar la música y moverme como me diese la gana”, ha corroborado. Aunque su danza comenzó ya desde el vientre de su madre, María Soledad Ocio, a quien hoy celebra en su día. “Llevo el ritmo en el cuerpo, mi padre tocaba en una banda de rock and roll y mi madre también lo bailaba”, ha concluido.
El pasacalles ha finalizado con los paraguas disfrazados en el suelo como símbolo de júbilo y disfrute. Al son del Jazz, el Swing ha ido contagiando al público y el Quiosco se ha convertido en un salón de baile, donde la danza ha sido la maestra de ceremonias.