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Pamplona y su liturgia de la ropa blanca

El sector textil cuentan ya con los escaparates a punto para vestir a quienes este año disfrutarán de los Sanfermines

Pamplona y su liturgia de la ropa blancaPatxi Cascante

Cuando julio asoma, Iruña se prepara para un milagro sencillo y multitudinario. La sangre se tiñe de blanco y las venas de la ciudad –sus calles, sus plazas y sus gentes– se visten de pureza para estallar en vino, música y una juerga compartida. De esta forma, los Sanfermines no comienzan con el cohete o los encierros, sino que renacen los días previos en cada casa. Cuando abren un cajón en búsqueda de una camiseta sin manchas de vino –un imposible– y la sacuden mientras despierta un recuerdo en ellos.

Se trata de un rito íntimo, casi sagrado y muy ligado a la tradición. De ahí que haya muchos fieles que, cada año, se dan una vueltica por la calle Mayor de la capital navarra hasta llegar a Sucesores de Ortega en busca de productos de calidad. No obstante, también hay otros –un público más joven– que conoce muy bien la fiesta –en especial, la noche, las txarangas y las peñas– y sabe que esas prendas que compran no valdrán para el año siguiente, por lo que optan por un producto más barato, pero útil, especial y solidario. Como ocurre con los compradores de la tienda París 365, cuya recaudación va de forma íntegra al comedor con el mismo nombre.

En Numancia ya tienen todo listo para que la clientela compre la vestimenta de San Femín.

En el caso de Sucesores Ortega, no solo venden ropa blanca, la faja y el pañuelico rojo, también regalan la calma de saber que, un año más, todo está en su sitio. Al entrar, el olor a tela nueva se mezcla con el murmullo de los clientes que comentan planes, cuadrillas y encierros, mientras las dependientas –que ya casi saben de memoria cada talla y cada rostro– doblan con cuidado las fajas y ordenan los pañuelos bordados con nombres, fechas o escudos.

A pesar de que cada vez son más las tiendas y establecimientos en los que se ofrecen productos sanfermineros –como las tiendas de fast fashion o supermercados–, las ventas se mantienen en este local de la calle Mayor porque “tenemos la clientela de siempre, que quiere ir bien vestida durante las fiestas y cuidar su ropa”, explica Beatriz Ciprés, dependienta de la tienda. Con todo, lo tradicional también vive transformaciones, de ahí que, aunque se siga pidiendo la vestimenta tradicional –pantalón largo, camisa, pañuelo y faja–, la gente ya empieza a decantarse por los pantalones cortos y las bermudas: “Se busca la comodidad ante el calor”, comenta.

En el caso de las mujeres de mediana edad, optan por vestidos –sobre todo, para el día de San Fermín–, aunque prefieren la opción corta. “El tipo de gente que viene busca ir más arreglada. Y nos enorgullece mucho ver que la clientela fija se mantiene, que es fiel. Que vienen de generación en generación; los hijos, los nietos... Nos hemos convertido en su tienda de confianza y eso es un privilegio”.

Compras solidarias

A unos pocos metros, también en la calle Mayor, gente de todas las edades entra en la tienda de París 365 en busca de prendas blancas a precios muy asequibles –no superan los 15 euros; de hecho, casi todo se encuentra a uno, dos o tres euros– y de segunda mano, pero de mucha calidad. “Se dona ropa que está en muy buen estado y son muy receptivos para estos días porque saben que se vende mucho con el objetivo de que estas fiestas sean más llevaderas para aquellas familias que atraviesan diferentes dificultades”, asegura Inma Guallar, encargada de la tienda y voluntaria.

Con todo, no se trata de la época del año en la que más dinero recaudan, ya que todos los productos tienen un coste muy bajo para que haya más clientes que otro tipo de ropa, que muchos jóvenes utilizan “para el día del cohete y poco más”, apunta.

Y aunque pueda parecer que en estas fechas la gente rebusca en su armario con la intención de encontrar camisetas, pantalones o blusas que reutilizar, también hay muchas personas que prefieren hacer un cambio de armario y donar. De hecho, desde París 365 entregan unos vales a las familias que tienen más necesidades para que puedan recoger ropa blanca y, de esta forma, darle una segunda vida. Y una nueva historia en otro tiempo distinto. Que comienza cuando se despide de las vitrinas, se utiliza en ocho noches y se deja a un lado. Hasta el año que viene. Cuando las calles se vuelvan a teñir de blanco.