De chulos, películas y porquería
Hola personas, nos quejábamos de calor la semana pasada, pues… toma, si no quieres taza, taza y media.
El Paseante de hoy tiene su contenido ya comprometido porque la semana pasada acabó con un continuará y por ahí vamos a seguir. Os conté que, en cinco noches de luna y bici, me había recorrido cinco zonas de la ciudad y faltaban de contar los paseos del jueves y del viernes.
Pues bien, eran las 0:35:39 del día 8 cuando desanclé de su estación, en la calle Aoiz, la bicicleta número 378 y dirigí mis pedaladas hacia San Juan. Para ello bajé por Bergamín hasta llegar a Sarasate, que atravesé para recorrer Navas de Tolosa, calle Ciudadela, paseo del Dr. Arazuri y entrar en la calle Mayor que abandoné para tomar la calle de San Lorenzo, castiza calle que acaba de celebrar sus fiestas, por Santo Andía llegué a la plaza de la O, la crucé y por el Portal Nuevo entré en Taconera. Atravesé despacio y con sumo deleite nuestro secular jardín y lo abandoné pasando bajo el arco del portal de la Taconera que es nuevo pero que recuerda a lo que había.
Llegué a Antoniutti y a lo lejos vi que en la pista de Skate Board había unos chavales subiendo y bajando por los tubos que a tal efecto allí tienen instalados. Vi, también, que la zona en cuestión estaba bien iluminada lo cual me hizo acercarme para hacer unas fotos de las piruetas, saltos y volatines que por allí menudeaban. Me asomé al borde del invento y, tonto de mí, educadamente, pedí permiso para tomar unas instantáneas, permiso innecesario, ya que aquello es un lugar público y por lo tanto se puede fotografiar “ad libitum”, es decir, cuando a uno le salga del entreplis de las cuestiones.
Dos de ellos me dijeron que sí, un tercero que era el que estaba ofreciendo sus habilidades, también estaba conforme. Ya me disponía yo a inmortalizar a los saltimbanquis, cuando del fondo del grupo sale una voz chulesca, rota, que procedía de la boca de un tipo malencarado, que me dice que fotos sí, pero pagando, que valía 5 pavos fotografiar tan artísticos desarrollos. Por supuesto le dije que no, y seguí con mi teléfono preparado para el primer disparo. Cuando el actuante fue a lanzarse, el otro le dice/ordena: no saltes que a este tipo le vamos a sacar 15 pavos y el otro canelo, le prestó oídos y no saltó. En ese momento me cansé, vi la influencia del menda y les dije: bueno, listos, ahí os quedáis. A lo que me recomendaron amablemente que me fuese a practicar sexo anal con mi bicicleta y yo, consejo por consejo, les mandé al WC con sus patinetes.
Abandoné la pista del demonio y crucé la calzada para adentrarme en terrenos de puro barrio de San Juan. Estaba muerto. ¡¡Un jueves de agosto!! Si no fuese por la población latina, ciertos establecimientos de San Juan verían comprometido su futuro. Recorrí las zonas que antes tenían algo de marcha y todas estaban igual, muchos locales cerrados y los que estaban abiertos no tenían mucha alegría. En mis tiempos un jueves agosteño con el Café Cream cerrado era impensable.
Del final de la avenida de Bayona, tomé la de Sancho el Fuerte, para ir acercándome a mi barrio. Viajé por la acera, ya siento la infracción, pero es que es un viaje muy agradable bajo las copas de los pequeños árboles que la flanquean. Hice un pequeño desvío para tomar la calle Monasterio de Vadoluengo y darme una vuelta por la plaza de la Orden de Malta y salir por San Juan de la Cadena, ermita que da nombre al barrio, de nuevo a la avenida del mítico monarca, del que dicen que medía 2,16 m. y del que dicen que se batió como un héroe en las Navas de Tolosa trayéndose de souvenir las cadenas y la esmeralda del escudo. Eso dicen. Tras recorrer toda su avenida, antigua caja del tren Plazaola, llegué a la Plaza de los Fueros, a un tiro de pedal de la estación de la Plaza de la Cruz donde dejé anclado el artilugio a la 1:22:10.
El viernes volví a tomar en usufructo un velocípedo de administración municipal y a las 23:59:26 desanclé de su base de la misma plaza, el caballo a pedales número 457 y me dirigí en dirección sur. Acabado el II ensanche en la zona de jesuitas me metí en las casas de Santa Marta. En ese pequeño barrio siempre encuentro algo nuevo y esta vez descubrí una pasarela que baja de Monte Alaiz a Monte Mendaur, también conocí la travesía del mismo nombre e incluso hubo un momento en que llegué a perderme, había dado tantas vueltas por todos los montes que ya no sabía en cual de las cumbres navarras me encontraba. Salí al nuevo Lezkairu y le di al pedal hasta llegar a la vecina Mutilva, la recorrí brevemente y salí por la rotonda en la que impera la Torre Unciti, aquella torre que, con medios y gusto de anticuario, levantara allá por 1964 el que fue buen brocante pamplonés Jesús M.ª Pérez de Ciriza. Solo queda la torre propiamente dicha, el resto del conjunto ha desaparecido, el negocio inmobiliario no ha respetado la obra que alguien hizo con tanto cariño. Me fui al extremo derecho de Lezcairu para ir volviendo a mi cueva y, ante mí, una moto calculó mal la curva de una rotonda e hizo un mix de motopatinaje dejando una importante estela sobre el asfalto. El motorista de un brinco se puso en pie como si eso lo hiciese todos los días. Vi que no le había pasado nada y seguí. Al final de la calle Valle de Egües llegué a las viejas casas de Lezkairu y se veía movimiento así que me acerqué y vi que en la Fábrica de Gomas estaban rodando una película. Con Kira Miró, me apuntó alguien. Me fui, no fuese que me viese el director y quisiese darme algún papel de primer galán. Un último esfuerzo me llevó a la calle Monjardín, y en dos pedaladas estaba anclando el vehículo en la estación de Carlos III, eran las 00:49:47.
De toda una semana recorriendo la ciudad, recorriendo tan variados rincones, calles y plazas que la componen, saco dos conclusiones, dos denominadores comunes, uno bueno y otro malo. El bueno es que, si bien he dicho que la hostelería no reflejaba mucho movimiento, sí diré que en cada barrio vi una o dos plazuelas, más o menos recoletas, con sus grupos de chavalería haciendo vida social. Vida de barrio. El malo es que toda la ciudad tiene más mierda que el palo de un gallinero. Está todo sucio, a las aceras hace mucho que nadie les pasa la fregona, las baldosas están sucias, los alrededores de los contenedores de basura dan arcadas. Cuando te acercas a poner la tarjeta para abrir el contenedor ya huele mal, pero cuando se abre, parece que haya abierto la boca Polifemo y te eche su fétido aliento. Huele que mata. Las papeleras están a rebosar y allí donde una bolsa de basura ha dejado rastro manchando la acera, allí sigue días y días, hasta que llueve. Donde un coche ha dejado una mancha de aceite, ahí se queda hasta que asfalten de nuevo, asunto éste del asfaltado que algunas calles piden a gritos. Mi culo lo nota cuando va en bici.
Besos pa tos.