Peio Etxeberria desmonta a Zabala y toca la gloria del Cuatro y Medio
El de Zenotz conquista su primera txapela del cuatro y Medio en Bilbao después de doblegar al riojano por 22-11 en una final en la que sacó brillo a la electricidad de su privilegiada zurda
Peio Etxeberria levanta los brazos y corre para abrazar a su ama en las gradas. Felicidad desbordada. Electricidad. Una zurda de 1.000 voltios, un escalpelo. Descarga directa al corazón de Javier Zabala. Lo suficiente para bajar este domingo el telón de la final del Cuatro y Medio en apenas 51 minutos. La tormenta. Un relámpago de pura emoción en las butacas de cancha. Locura en una revolución que nace en su mano izquierda, que viajó en el frontón Bizkaia de Bilbao con la colaboración de la pared izquierda, donde remachó a su contrincante. El navarro conquistó su primera txapela individual en una contienda física y en la que sufrió apenas en los primeros compases, en los que cedió el protagonismo al riojano, quien tomó el centro de la cancha y fue capaz de mandar.
Peio Etxeberria, el potro salvaje de Zenotz, conquista el cielo
Pero fue un espejismo. Le costó arrancar a Peio por la tensión, tal y como reconoció al cierre, mas su revuelta llegó tranquila, trabajada y apoyada en la complicidad con su botillero, Andoni Gaskue, con quien optó por bajar pulsaciones cuando pintaban bastos. Porque Peio manejó los tiempos en todos los aspectos. Mostró veteranía. Aún escocían en su espalda los latigazos de las dos finales seguidas perdidas, en las que sufrió por no dar el nivel (22-9 contra Altuna III en 2023) y por dar alas al rival (22-19 contra Unai Laso en 2024). Cicatrices en una vida deportiva que cincelan el perfil de un pelotari construido a sí mismo como se elevan los mitos de Hollywood, aquellos tipos que una vez soñaron y se sobrepusieron a todo y a todos con tenacidad, con hambre, con resiliencia, pellejo de diamante, mandíbula de cemento, inasequibles al desaliento, para esquivar a Caronte y regresar sacudiéndose el polvo del camino con el único objetivo de besar en los labios a la gloria.
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Txapela en su tercera final
Porque creyendo tejió el relámpago, como lo porta Zeus, en su mano izquierda. Lo hizo con inteligencia y superando un inicio con ciertas dudas, en la que entregó el cruce de caminos. En una final más dura que emocionante o brillante, Peio Etxeberria puso la música y la letra al descubrir su lugar en el frontón y darle velocidad a la pelota con una zurda privilegiada.
Era uno de los principales factores a tener en cuenta: ¿Qué izquierda tendría más impacto en un partido entre pelotaris tremendamente dotados con esa mano? El de Zenotz ganó por aplastamiento. Cuando tomó la iniciativa, dio velocidad a la pelota, escondió el golpe –un prodigio, Harry Houdini redivivo– y remató como los ángeles, pero, sobre todo, obró con inteligencia al apoyarse en la pared izquierda para ejercitar golpes de seguridad y poner a bailar a Zabalacon efectos. Lo hizo todo perfecto el navarro, superior en el peloteo, más entonado. También causó daño con el saque –levantó seis cartones con el primer disparo, tres de ellos entre el 18-9 y el 20-9, tres puñaladas por la pared– y restó muy bien.
A Zabalase le va la final
Y en la marejada el barco se le escapó a Zabala, que se encontró con una tacada de ocho tantos en contra que le laminó por completo. Se fue. Un abrir y cerrar de ojos. Si bien había tenido momentos de brillo cuando Peio, atado en el descorche, no había sido capaz de reducir su velocidad en el debate, suerte en la que el riojano tiene dinamita, se desmoronó en cuanto encajó un parcial que puso el partido 10-4. El castillo de naipes cayó al suelo con un soplido de Etxeberria, un huracán, puro ventarrón nacido de su perfil izquierdo. Y Javier reconoció haberse salido del partido y no volvió hasta que estaba todo el pescado vendido.
La final se desprecintó con un tanto durísimo de 28 pelotazos que dio buena muestra del ejercicio de ritmo. Muy físico. Zabalase llevó el gato al agua. No hubo bisturí. Ni arte ni ensayo. Peloteo a velocidad de vértigo. Mucha pared. Ideas claras. Peio Etxeberria llevaba el guion escrito en la muñeca, pero la pelota no le salía con carga. Mal asunto. Tiró de paciencia. El de Ultzama, un muchacho vivido, más maduro de lo que marca su DNI, abrazó el temple para evitar accidentes previos. Tuvo que bailar con la más fea cuando su rival impuso su cadencia; no obstante, luchó por continuar sobre la cancha. El aguante. El construido por el dolor, la pasión, los golpes de la existencia, el de la alegría, el llanto y las miles de horas de trabajo oscuro. Todos los que asfaltan de baldosas amarillas el destino.
Los matices
Peio se revolvió en el primer tanto que puso la música. Puro punk suburbial. Gancho milimétrico. Volea a la vuelta con Zabalaen las tablas de contracancha. Con el 3-4 se contaban 92 pelotazos a buena. Una batalla, que había predicho Javier. Y los matices, que había deslizado Etxeberria, aparecieron: el control, la presión, las tendencias, el peaje mental, los pensamientos... El mejor tanto del navarro hasta ese instante puso el cuatro iguales, un pelotazo por la pared con la izquierda. Dominó Etxeberria. El camino pasaba por la zurda. Diseñó el abismo.
Y aplicó el rodillo sobre Zabala con un 14-1 letal, que dejó a su contrincante en la lona. 16-5. Noqueado. El de Ultzama asfixió a la esperanza riojana, una marioneta. No pudo imponer su poder el de Logroño, incómodo, siempre retrocediendo. Avasallado. 1.000 voltios. Descarga en el pecho.
A tumba abierta
Cuando el navarro sacó a relucir su catálogo de remates –fueron preciosos los dos ganchos del 15-5 y el 16-5–, Zabala ya estaba visto para sentencia. Un yerro de Peio en un tanto de veinte pelotazos, no obstante, dio cierto aire a su adversario. Desde las gradas se le intentó insuflar un poco de oxígeno al canto del “sí se puede”. Zabala quiso ser Zabalay sumó cuatro tantos a tumba abierta. El 16-9 llegó tras ensayar un dos paredes de saque y acabar con una estilística cortada al txoko.
Cerró la herida Peio con un dos paredes, otra herramienta con la que hizo pupa, y tres saques. El 21-9 fue una preciosa carambola a bote de zurda con los pies en el Cuatro y Medio. Un saque-remate a la chapa de contracancha y un saque de Zabala maquillaron el marcador para el de Logroño. Peio resolvió con un gancho su primera txapela de la jaula, la primera individual tras la del Parejas de 2024.