Cuando Fiebre del sábado noche se acerca a la cuarentena, ya puede echarse a temblar John Travolta, los políticos toman el relevo y estrados y programas de televisión se convierten en pistas de baile, el escenario perfecto para demostrar su afición por la música pero sobre todo su cercanía al electorado.
Lejos quedan las imágenes de Clinton bailando al son de La Macarena o de Nelson Mandela marcando su propio ritmo al Apartheid; ahora el baile debuta en la política española, desde la coreografía de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría en televisión hasta Miquel Iceta emulando a Freddie Mercury en el arranque de campaña de las elecciones catalanas.
La vicepresidenta del Gobierno demostró con sus pasos no solo que el ritmo corre por sus venas sino lo que ya es una tendencia política, convertir en pistas de baile mítines y entrevistas.
“La verdad es que me divertí; no suelo hacer cosas tan divertidas en este trabajo”, confesó la vicepresidenta tras su experiencia coreográfica en el programa El Hormiguero, un ejercicio que no le provocó agujetas pero sí un “subidón de adrenalina” que no le permitió conciliar el sueño.
“El baile se relaciona con un momento de alegría y distensión y con él los políticos buscan sorprender y sacar de contexto su imagen”, dijo Toni Aira, director del Máster en Comunicación Política e Institucional de IdEC de la Universidad Pompeu Fabra.
Aira explicó que los políticos tienen una imagen “distante y se desenvuelven con un tono y en escenografía institucional que tiene que ver poco con el día a día del resto de los ciudadanos”, una actitud que les aleja de quienes pretenden atraer.
“Estamos en una era de campaña permanente y los políticos están siempre en una clave de actuación”, y añadió que cuanto más se acerca la fecha de las elecciones, el esfuerzo por identificarse con el electorado es mayor.
Así lo demostró Miquel Iceta, el candidato del PSC a las elecciones en Catalunya, que incendió las redes sociales al salir al estrado, en el primer mitin de campaña, bailando con soltura y cantando a pleno pulmón, entre divertido y emocionado, Don’t stop me now de Queen, lo que provocó la euforia de los asistentes.
“Se trata de transmitir empatía”, apuntó Aira. “Nadie baila obligado”.
Con vaqueros desgastados, zapatos de plataforma y chaqueta de terciopelo suelta, el baile de la vicepresidenta congregó ante la pantalla a 4.754.000 espectadores, el “minuto de oro” de la audiencia televisiva de esa noche, prueba fehaciente de que los televidentes querían comprobar que la portavoz del Consejo de Ministros sabe cómo cambiar el paso.
En un ambiente distendido, no dudó en sacudirse la melena y repetir unos pasos que desarrolló con soltura y buen humor, demostrando que el baile es una de sus aficiones.
“Durante mucho tiempo ella ha sido la encargada de explicar noticias negativas, recortes” y ahora ha tenido la oportunidad de que se pueda distinguir entre “esta imagen seria e institucional y demostrar que también es una persona con aficiones”, aseguró el profesor.
El objetivo es transmitir una imagen fresca, “diferente y desenfadada”, más cuando el político está fuera de contexto frente a millones de telespectadores que vigilan sus gestos y generan audiencia.
El hecho de que Sáenz de Santamaría “no haya bailado superperfecto, la ayuda más”, en un escenario en el que “todo está calculado y sus asesores miden con detalle qué puede sumar y qué restar a su imagen. En el caso de Soraya, sumaba”, señaló el experto.
“Yo fui a un sitio y me propusieron bailar; pero me parece muy bien que lo califiquen de estrategia porque le da más inteligencia a lo que fue algo ni premeditado ni preparado”, comentó Sáenz de Santamaría con humor.
Los políticos buscan la humanización y normalización de su imagen pública, indicó Toni Aira mientras recordó cómo Bill Clinton y Al Gore bailaron al ritmo de La Macarena de Los del Río, en varias Convenciones Demócratas antes de ser reelegidos como presidente y vicepresidente de Estados Unidos en 1996.
“Los americanos son los que marcan la pauta y van más allá en la comunicación política, que llevan en va en paralelo a la tecnología”, explicó Aira.
La fórmula de integrar información y entretenimiento para llegar a las audiencias trae a la memoria la imagen sexy de Barack Obama sin corbata bailando en el programa de Ellen DeGeneres, en el que también su esposa Michelle, cuya espontaneidad está fuera de toda duda, dio rienda suelta a su afición por el baile.
¿Dónde está el límite? “En el ridículo y en hacer algo que parezca muy artificial”, advirtió el comunicador.
Cuando los expertos en comunicación intentan proyectar la imagen de un político siempre tienen presente hasta dónde puede llegar el candidato. “No todo el mundo puede hacer todo”, subrayó.
“Los políticos son personas y, sin embargo, a veces parecen alienígenas, por ello, no dudan en mostrar aficiones que les acercan al resto de los mortales”, concluyó Aira.
Ellos lo saben y así lo hizo el presidente ecuatoriano Fernando Correa o actual presidente de México, Juan Manuel Santos, du-rante sendos actos electorales antes de ser elegidos.