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Alberto Rodríguez: “Las ganas y la certeza de que el cambio es posible son ahora mucho mayores que en 2015, porque lo hemos demostrado”

Podemos arrancó la precampaña en Pamplona con la visita del diputado Alberto Rodríguez (Santa Cruz de Tenerife, 1981), una de sus caras mejor consideradas

Alberto Rodríguez: “Las ganas y la certeza de que el cambio es posible son ahora mucho mayores que en 2015, porque lo hemos demostrado”Oskar Montero

PAMPLONa - Son las nueve y media de la mañana del pasado domingo. El centro de Pamplona está semidesierto. Cielo raso, sol brillante y apenas un puñado de madrugadores compradores de pan y periódico que van y vienen se cruzan con la alargadísima sombra que proyectan los 195 centímetros de Alberto Rodríguez. Su baloncestística figura y el peinado tan fácilmente reconocible de este político canario es suficiente reclamo. “¿Oye, tu eres el diputado rastas de Podemos, verdad?”, le interpela un paseante. “Sí, sí”, contesta sonriente y amable, con su suave acento insular. “¡Ánimo, chaval, y gracias por todo! ¡Más gente como tú hace falta!”, le dice este espontáneo cuarentón que le ha asaltado en mitad de la calle. Y así de camino de la avenida Carlos III hasta la plaza del Ayuntamiento le paran al menos media docena de veces. Alberto Rodríguez es sin duda una de las caras más amables de Podemos. Y quizás es precisamente por eso, que el pasado fin de semana recaló en Navarra para participar en la manifestación de Altsasu primero y después para empujar y dar aliento a sus compañeras en la Comunidad Foral. Rodríguez asegura que, pese a las criticas externas, las broncas internas o el tono bronco del Parlamento, es precisamente esto, “el cariño de la gente en la calle”, lo que les debe impulsar a seguir trabajando día a día.

El pasado sábado estuvo usted en la plaza del Reina Sofía de Madrid en el regreso de Pablo Iglesias, ¿cómo vio a su líder?

-Su intervención va a marcar un antes y un después en esta campaña. Allí demostramos que no tenemos ningún miedo al futuro y que va a ser mucho mejor. Y va a ser con Pablo Iglesias a la cabeza. Fue un golpe en la cara a los poderes económicos y medios de comunicación de este país que no se cansan de insistir que estamos muertos y hundidos.

Claro, usted es uno de los pocos supervivientes de la plantilla original

-Si eso fuese cierto, no estarían diciéndolo continuamente y no nos estarían atacando y silenciando en muchísimos medios de comunicación, como tristemente admitió en sede parlamentaria la directora de TVE. Contamos con la ilusión de miles de personas y hemos demostrado que sabemos hacer trabajo institucional y hacerlo bien. Hemos demostrado coherencia y honradez. Estamos en el mayor momento de influencia política de nuestra historia, si no en este país el salario mínimo interprofesional no estaría ahora en 900 euros y, bueno, pues si eso es estar acabado? no sé yo. ¡Qué haremos cuando estemos bien!

Sorprende esta queja a los medios de comunicación, parece que pretenden ustedes eludir sus responsabilidades o su falta de resultados?

-No, simplemente ponemos sobre la mesa una realidad. Los medios son un actor político más y tienen una propiedad determinada. En el caso de los grandes medios son los bancos y poderes económicos quienes deciden la línea editorial y que mantienen en absoluta precariedad a sus trabajadores y sus periodistas y esto influye en la calidad de la información que publican y en su sesgo. Esta precariedad es la que pone en cuestión la libertad de prensa. Esto es evidente. No echamos balones fuera sobre la responsabilidad que tenemos sobre lo que ocurre en nuestro partido pero tampoco es justo ocultar esta realidad.

Sobre la honestidad: Pablo Iglesias reconoció que el partido ha dado “vergüenza ajena con sus luchas internas”. Aquí, en Navarra, este asunto ha sido evidente, cansino y escandaloso, ¿Qué reflexión le merece?

-Decir esto era necesario. Era necesario hacerlo público. Ha sido una catarsis con nuestra militancia, que ayuda a cerrar heridas y a mirar al futuro. Lo que ha pasado quizá ha dolido mucho emocionalmente a nuestra militancia y base electoral. Somos una formación muy nueva que en muy pocos años partimos de la nada absoluta a ser la tercera fuerza política del país, con cinco millones de votos y estar presentes en prácticamente todos los territorios del Estado. Esto genera disfunciones organizativas y las tensiones típicas de cualquier espacio democrático. Y yo esto lo pongo en valor. Es muy fácil no tener debate, no tener discusiones, en donde no hay democracia. Aquí la gente puede plantear si las cosas están bien, mal o no están a su gusto. Así se cometen errores y está claro que los cometimos. El principal: que estos debates muchas veces han sido a través de redes sociales o en ámbitos donde no se tenían que hacer.

Tienen ustedes un reto enorme que es recuperar la ilusión de mucha gente que se ha visto defraudada.

-Así es. A partir del 28 de abril y el 26 de mayo tenemos un país muchísimo mejor para construir y lo tenemos que hacer no con las mismas ganas que teníamos en 2015 sino con más.

Hace precisamente cuatro años, al inicio de la legislatura, usted fue unos de los iconos del cambio, de la gente corriente llegando al Congreso?

-Sí, fue un reflejo de los cambios que se habían producido en la sociedad, de la crisis, las políticas del recortes, del 15-M y todas las movilizaciones. Quizás esa foto fue símbolo de que las instituciones se abrieron a representar un poquito mejor la diversidad y la pluralidad que tienen las sociedades de los pueblos de nuestro país.

¿Y qué queda todo aquello?

-Queda muchísimo. Sobre todo, las ganas y la certeza de que las cosas se pueden cambiar son mucho mayores ahora mismo que en el 2015. Pasamos una etapa de tres años de chocarnos contra un muro, contra la mordaza antidemocráctica de PP y Ciudadanos que vetaban continuamente las iniciativas en el Parlamento, que tenían el Congreso de los Diputados bloqueado. Y de pronto vimos cómo la moción de censura pudo salir adelante. E incluso se pudieron firmar unos Presupuestos Generales del Estado que me hubiesen encantado que hubiesen salido adelante. Ahora tenemos las garantías de que las cosas se pueden hacer de otra manera.

¿Cuál es su fórmula para hacer de esa “otra manera”?

-La base de todas nuestras propuestas es construir un país que dé seguridades y certidumbres a la gente y que cuide y proteja a quien más lo necesita. Eso se consigue con empleos de calidad y servicios públicos. También escuchando a la calle, a las mareas pensionistas, a la ola feminista que recorre todo el país y que dice que ya basta de brecha salarial, que los trabajos de cuidados tienen que ser reconocidos y remunerados y que quieren poder caminar por las calles sin miedo a que les pase nada. Y también a una reivindicación juvenil, muy nueva pero que va a coger mucha fuerza que dice: todo esto no vale para nada si no tenemos un planeta en un entorno natural habitable y que nos permita una vida saludable y digna. Y estos son los ejes que se deben conseguir con una transición con energías limpias y que generen empleos. Así a brocha gorda, te diría que podemos vivir muchísimo mejor: somos uno de los países más ricos del mundo y no puede ocurrir que haya millones de personas que no llegan a fin de mes.

En este pasar de la calle a las instituciones, ¿cuál diría que ha sido su mayor logro? ¿De qué está más orgulloso?

-De haber ayudado a la gente que tenía la valentía suficiente para organizarse y combatir por unas mejores condiciones de trabajo, muchos conflictos laborales, y haber podido llevar su situación y sus iniciativas al Congreso. Y también por supuesto de haber echado a la mafia que nos gobernaba, que no lo digo yo, lo dice el Poder Judicial. Un partido creado para saquear las instituciones y enriquecerse, el partido más corrupto de Europa Occidental. Y no es una cuestión ya de teórica democrática, sino un asunto concreto: cada euro que se llevaban esos señores del Partido Popular a sus cuentas corrientes en Andorra, Suiza, o adonde sea que estén sus paraísos fiscales, es un euro menos que tenían los hospitales públicos en nuestro país. Un euro menos para las personas en dependencia o en las becas para la gente joven. Estoy orgullosísimo de haber sacado a esos ladrones de las instituciones. La cifra que dio la CNMC fueron unos 48 mil millones de euros anuales de desfalco que hacían estos señores robando. Y por supuesto, la subida que no es baladí, del salario mínimo interprofesional a 900 euros. Esos tres hitos.

Ha sido una legislatura muy bronca. ¿Tan difícil es llegar a acuerdos?

-Más allá de la cortesía parlamentaria, que no existe, la política va de a qué intereses representas. Hay muchos partidos en el Congreso a los que los bancos que les pagan las campañas electorales y los favores que deben a las grandes empresas de este país que luego los enchufan en los consejos de administración. Y luego está el espacio del cambio, en el que nos debemos únicamente a los hombres y las mujeres que nos votaron en 2015 y 2016 y con los que pusimos un contrato sobre la mesa que era nuestro programa electoral y hemos ido cumpliendo. Y lo que no se ha podido hacer es porque no teníamos la mayoría suficiente por eso apelamos ahora al voto y a la participación de la gente para decirle: si tenemos mayoría suficiente, ya no solo en una cuestión de palabra, hemos demostrado que se puede hacer.

Sobre cortesía, usted también protagonizó un emotivo episodio elogiando al diputado del PP andaluz, Alfonso Candón, el día de su despedida, que le dijo “es usted buena persona y le pone calidez humana a este sitio”?

-Que este hecho llamase tanto la atención es un síntoma triste de cómo está la política. Creo que tuve mucha repercusión porque fue algo sincero y fue un gesto natural. Y esta persona siempre me trató con mucho respeto y siempre sin prejuicios, ni por mi forma de vestir, mi peinado, ni mi acento o mi forma de hablar. Y así se lo reconocí públicamente y me salió del alma decírselo. Y como ya dije en su momento, le deseo en lo personal toda la suerte del mundo, y en lo político no lo deseo ninguna porque la política que hace su partido contribuye al sufrimiento de miles de personas. Pero lo cortés no quita lo valiente.

Sin embargo, ustedes a menudo han sido objeto de las críticas más burdas, le han llamado hasta piojoso?

-Precisamente el nivel de crispación y bronca que hay hoy en día en la actividad parlamentaria, por la falta de respeto que en muchas ocasiones hemos sufrido por parte de personas que creían que las instituciones eran su cortijo particular y que ahí no podía entrar nadie más. Nosotros hemos puesto en valor que nos votaron cinco millones de personas y que tenemos exactamente el mismo derecho que ellos a estar ahí. Yo no estoy aquí porque sea un hobby, porque me apetezca. Estoy aquí porque es una necesidad, no quiero ni para mí ni para mi familia, ni para mis seres queridos, ni para mis vecinos y ni vecinas, seguir viviendo con la incertidumbre que hay con la precariedad, no saber si te vas a poder pagar el alquiler el mes que viene, si habrá pensión, si se podrá pagar la universidad o no saber si cuando mi madre o mi padre enfermen voy a tener ayudas por parte de las instituciones. Todo eso es una realidad. Y es fundamental organizarse y hacer políticas para que eso se conviertan en certezas. Y en seguridades. Y eso no se consigue estando en el sillón de casa, hay que mojarse. Y que nadie se preocupe que vamos a aguantar que nos sigan dando toda la leña que quieran, nuestra presencia en las instituciones es garantía de derechos.