Ferran Casas (Barcelona, 1977) cree que si la mesa de diálogo aporta acuerdos, estos “van a tardar tiempo” en llegar. No esconde su escepticismo ante un “problema de soberanía”, y piensa que el calendario electoral condicionará el ritmo y profundidad de las conversaciones.

¿Cómo vio el encuentro entre Pere Aragonès y Pedro Sánchez?

-La reunión fue bien, porque a los dos les interesa el diálogo. La gran apuesta política de Esquerra Republicana en esta legislatura es esta mesa, tras un cambio de posición estratégica, de cara a hacer inevitable el referéndum pactado, que siempre ha sido la primera opción de los partidos independentistas, y no volver a caer en la situación de octubre de 2017, lo que obliga a un mecanismo como la mesa. Creo que también hay un interés muy grande en el Gobierno de Pedro Sánchez, porque es una forma de marcar distancias con el PP, para visualizar que si en España gobierna la derecha hay bronca territorial, y si gobierna el PSOE hay diálogo y las cosas se pacifican. El problema es que las posiciones de partida están absolutamente alejadas, y esto nos da la segunda clave, que es el tiempo. El gran acuerdo del miércoles fue darse tiempo, porque los dos lo necesitan.

Hay un plazo ineludible, el final de esta legislatura.

-Nadie quiere poner plazos, pero en el ambiente sobrevuela uno, lo que le queda a Pedro Sánchez para agotar la legislatura, porque debería convocar elecciones en verano de 2023, después de las Municipales. Y dos años también es el margen que tiene firmado Esquerra Republicana en su acuerdo con la CUP ante la mesa de diálogo. Habrá que ver si en este tiempo hay avances suficientes que permitan mantener la mesa, se llega a algún tipo de acuerdo o solución, yo lo veo difícil, o se mantiene el bloqueo porque las posiciones siguen sin moverse. Si pasa esto último, evidentemente tendremos elecciones en España, porque se acabará la legislatura, pero es muy posible que también en Catalunya. Más aún si a Esquerra Republicana le va bien en las Municipales.

Sorprende que ERC y Junts hayan evidenciado su fractura de forma tan palpable. Una debilidad muy favorable para Sánchez.

-Sí, pero él no lo provoca, es el beneficiario. El independentismo se tensiona a cada movimiento, porque hace 4 años que está en la absoluta desunión estratégica y sus líderes más significativos están enfrentados. Junts per Catalunya y Esquerra Republicana no han compartido la lectura sobre qué falló , qué se hizo mal o no suficientemente bien en 2017, y a partir de ahí no hay una estrategia compartida. Esquerra apuesta por una mesa de diálogo sabiendo que es muy difícil que llegue a buen puerto; para ellos, el referéndum y la amnistía. Esa mesa no tiene un plan B. No son capaces de explicar qué van a hacer si esta fracasa, y Junts habla de la unilateralidad, pero lo hacen unos líderes que en 2017 se quedaron a medias, y que no explican ni cuándo ni cómo van a ponerla en práctica.

Que Jordi Sànchez o Jordi Turull no puedan participar en la mesa supone prescindir de dos personas relevantes.

-Esquerra Republicana quiere que quienes han sido presos políticas tengan un papel relevante. Es desde los entornos de Junts donde durante estos años se ha estado proclamando y escribiendo que no podía ser que los presos políticos tuvieran protagonismo porque dependían de una medida de gracia del Estado. Yo creo que no es ese el problema. Pere Aragonès quiere que sea una mesa entre gobiernos, y liderar la delegación catalana. Sabe que con los 4 miembros propuestos por Junts, con solo uno en el Govern, él no va a controlar la delegación y no se van a consensuar los mensajes. La mejor prueba del desastre al que iban, es que el martes, víspera de la reunión, se anunció la delegación de Junts sin que tan solo se hubiese planteado la posibilidad de una reunión previa para acordar de qué forma debían defender la posición catalana en la mesa. Esto evidentemente es culpa de las dos partes.

El Estado tiene la sartén por el mango. Hace días se procesó por terrorismo a 13 miembros de los CDR. El referéndum de independencia se ve muy lejano.

-Aquí el problema es el mismo que hace 11 años, cuando el Tribunal Constitucional recortó el Estatuto. No se acepta la soberanía del Parlament de Catalunya y del pueblo catalán para poder decidir. Mientras no se llegue a un acuerdo en este punto es imposible. El Gobierno español tampoco tiene ninguna oferta política, porque Sánchez sabe que no puede proponer un nuevo Estatut, pues estaría condenado al fracaso. Un Estatut que intentara mejorar el vigente sería, segurísimo, tumbado por el Tribunal Constitucional. La Constitución es políticamente irreformable, porque para ello se necesita al PP o a Ciudadanos y a Vox , y eso es imposible, no va a pasar.

Una enredadera. ¿Cómo se puede romper?

-El independentismo puede hacer algunas cosas. La primera es la unidad estratégica para tener un plan B a esa propuesta de diálogo. Si Pedro Sánchez no quiere dialogar, eso puede crear un incentivo. La segunda es la movilización popular, la presión en la calle. La tercera es ser más, que las mayorías sean aún más amplias, porque esto también facilita el relato a nivel internacional y ante los catalanes unionistas pero que atienden a las reglas democráticas. Y la cuarta es usar palancas en Madrid en la negociación de Presupuestos o de determinadas leyes para intentar engrasar las vías. Nadie puede creer que a cambio de una investidura o de cuatro o cinco Presupuestos tan siquiera vayan a conceder un referéndum de autodeterminación y cambiar la posición sobre la soberanía nacional, pero también es cierto que es mejor tener la palanca de negociación en Madrid, como la tiene en estos momentos Esquerra Republicana, que no tenerla.