A todos los cargos y miembros de la ejecutiva les han aplaudido y vitoreado, pero cuando Santos Cerdán León (Milagro, 4 de mayo de 1969) aparece por las escaleras del auditorio de Baluarte la ovación es un poco más fuerte, más eufórica. Como la que se le daría al capitán de un equipo. No es para menos: hace una semana que el 40 Congreso Federal del PSOE le ha nombrado secretario de Organización. Una cuota de poder inimaginable hace cuatro años, cuando fue de los pocos que acompañó a Sánchez después de que el comité federal socialista defenestrara al ahora presidente del Gobierno. Su inteligencia política, su discrección y su fe le han hecho indispensable en Ferraz, desde donde ha sido clave para formar el actual Gobierno de Navarra. Y también el de España.

El sábado, durante su discurso en el congreso del PSN, se le vio muy emocionado. ¿Le ha dado tiempo a reponerse?

-Hombre, es que la emoción es inevitable. Lo dije en el atril: es el primer acto que hago como secretario de Organización del PSOE. En realidad, ya lo era desde julio [cuando se produce la dimisión de José Luis Ábalos] pero no es lo mismo hasta que te confirma en el cargo el congreso. Además, el 40 Congreso del PSOE ha sido uno de los mejores que hemos vivido.

Esa fue una idea que también reflejó en su discurso, ¿por qué ha sido de los mejores?

-Creo que he vivido cinco congresos del PSOE, y en la mayoría había diferentes proyectos y candidatos a la secretaría general. En un momento muy delicado como el de ahora, entendíamos que el 40 Congreso tenía que ser diferente, tenía que servir para volvernos a abrazar. Y, además, en este he podido celebrar que tenemos el Gobierno de Navarra, el Gobierno de España y el Ayuntamiento de Milagro.

Mucho para celebrar después de años duros.

-Conseguir el Gobierno de Navarra era algo que teníamos como una espinita clavada desde 2007, los agostazos y todas aquellas historias que conocemos tan bien en Navarra.

¿Qué ve cuando echa la vista atrás?

-Sigo sin poder aguantar que se me salten las lágrimas cuando veo fotos de 2014. Éramos un círculo tan reducido como que estábamos María Chivite, Ramón Alzórriz y yo. Ramón y yo empezamos a convencer a María de que tenía que estar ella al frente del proyecto. Quedábamos en una caseta en el campo, en Marcilla. Ahí nos reuníamos y ya sabíamos que venían unas elecciones, las de 2015, muy complicadas. Nos decían que íbamos a sacar 4 o 5 parlamentarios. Pero insistíamos mucho a María que esas no eran sus elecciones, que tenía que esperar. Hoy es presidenta, así que imagínese si estamos orgullosos.

Ha pasado de la caseta de Marcilla y el coche de Pedro Sánchez al Palacio de Navarra y la Moncloa. ¿Ha vivido una montaña rusa profesional y emocional?

-Sin duda. Es que para llegar al Palacio de Navarra y la Moncloa tienes antes que pasar por la caseta de Marcilla y el coche.

Pero hay líderes que no han tenido que emerger desde tan abajo.

-A cada uno le toca vivir lo que le toca vivir. Yo aquel 1 de octubre de 2016, en aquel famoso comité federal [en el que expulsan a Pedro Sánchez], estaba en Madrid. Precisamente con María Chivite. Salimos tardísimo, como a la una y pico de la madrugada. Al salir de Ferraz, María me dijo de ir al hotel, a dormir. Y yo le dije que no, que cogíamos el coche y nos volvíamos a Navarra. Es que yo no tenía fuerzas ni para quedarme a dormir en Madrid del disgusto que tenía. A las cinco de la mañana la dejé en casa de su madre, en Cintruénigo. Yo necesitaba despertarme en mi casa y olvidarme de todo.

¿Por qué se llevó tanto disgusto?

-Ramón, María y yo estábamos en una apuesta: hacer un Gobierno progresista y dejar a UPN en la oposición. Entendíamos que Navarra necesitaba ese cambio, ese era nuestro proyecto. Aquel 1 de octubre se pudo ir al traste todo, porque rompía con nuestro proyecto y porque lo que había pasado era malo para el socialismo español y para el socialismo periférico, para Navarra y para Euskadi y Cataluña.

Pero le dan la vuelta. ¿De dónde se sacan las fuerzas?

-Afortunadamente le damos la vuelta, y eso que éramos cuatro. Muchos me decían, supongo que con cariño: eres secretario de Organización de Navarra, eres parlamentario foral, quédate tranquilo ahí. Pero yo no he venido a la política para vivir de la política, estoy en excedencia y puedo volver mañana a la empresa donde he trabajado veinte años. Vengo a la política por convicción, y el que me conoce sabe que si la apuesta que hicimos en 2017 no hubiese salido, yo hubiese abandonado. Vuelvo a mi trabajo y ya está, con total normalidad, hay que saber entrar y saber salir, eso lo tengo clarísimo.

¿Cómo fueron los días de después?

-Sobre el 20 de octubre o así hablé con Pedro Sánchez. Éramos un grupo muy reducido, y pensábamos que no podíamos dejar eso así. No podíamos quedarnos quietos porque lo que había pasado no era bueno para el socialismo. Estábamos once compañeros de siete federaciones, y coincidíamos en que había que buscar una alternativa a Susana Díaz. De aquellas tampoco sabíamos si el candidato iba a ser Pedro, porque igual no tenía fuerzas. Pero yo aposté que tenía que ser él, porque a él le había sucedido algo que iba a levantar a la militancia, y que esa era una oportunidad. Que ese poder que él tenía no era transferible.

¿Siempre ha tenido convicciones?

-Nací en una familia socialista de toda la vida. Mi abuelo era socialista en el 36. Recuerdo muchas conversaciones con mi abuelo hablando de política. De él recibí como herencia los libros de la Esperanza al terror.

¿Venir de ahí, de una familia socialista ‘acostumbrada a perder’, entiéndame la expresión, ayuda a recomponerse mejor?

-Va con la forma de ser de cada uno. Los que trabajan conmigo dicen que tengo un carácter muy cabezón, que si me empeño con algo lo consigo. Y hasta el momento me han salido las cosas. Esa forma de ser, que yo la aprendí con mis padres y abuelos, se la he inculcado a todo mi equipo. En los momentos duros puedes irte a casa o a luchar, y yo soy de luchar.

¿Qué le dicen en su pueblo?

-Mi pueblo es mi refugio y cuando voy intento desconectar. Mis amigos están todos fuera de la política y coger distancia es necesario, te sirve para evaluar las cosas.

¿Le gusta el Gobierno de Navarra?

-Muchísimo. Lo dije el sábado: es el Gobierno que mejor representa a Navarra. Tenemos una gran presidenta, tenemos unos socios de Gobierno con los que estamos trabajando bien, y la apuesta para el futuro de Navarra tiene que ir por esa línea.

Es un cambio de paradigma con respecto a lo que ha hecho históricamente el PSN.

-Es que Navarra es muy plural, y esa convivencia que se le pide a los partidos políticos es la que tú ves en la calle.

Dijo que ve a Esparza desnortado. Pero son el partido al que más votan los ciudadanos.

-Es que eso es lo que me da pena, que tienen ese respaldo y no entienden Navarra. Yo personalmente le tengo aprecio a Esparza, pero UPN no entiende cómo es Navarra, no entiendo que quieran dar carnets de buenos y malos navarros. Es que Navarra no es solo UPN, los de Leiza son de Navarra, los de Cortes, los de Rada, los de Roncal, es que Navarra es muy diversa y muy plural, y nos gusta, es algo de lo que presumimos.

Esparza ha sido alcalde, también conoce Navarra. ¿Le sorprende?

-Javier, en la distancia corta, es encantador. Tengo buena relación personal con él, y es buena gente. Pero no sé en la deriva que ha entrado UPN. No lo entiendo y ellos sabrán. Hay quien dice que cuando el enemigo está despistado no intentes centrarlo, pero la realidad es que no lo entiendo. Él fue alcalde de Aoiz, él conoce la pluralidad de Navarra. Oye, que todos le hemos visto cuando él era alcalde y tenía la ikurriña en el Ayuntamiento. ¿Qué ha pasado? ¿Qué problema tenemos en respetarnos todos en esta comunidad? Que cada uno se sienta navarro como quiera, pero desde el respeto.