Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959) tiene el don de atrapar la atención. Con un bagaje profesional repleto, testigo de tantos conflictos y sufrimiento, puede resultar comprensible. Su discurso es implacable, un rodillo a la hora de denunciar la hipocresía y doble moral que impregna a Occidente. Lejos de resultar un cínico, o de estar de vuelta de todo, Gervasio Sánchez rebosa energía, simpatía y amabilidad. Los años y los premios han consolidado su prestigio sin sajar su independencia. Trabajador muy precoz en diferentes gremios, se pagó los estudios de periodismo de su propio bolsillo. Con esa disciplina forjada, hoy sigue recorriendo el mundo enfrascado en sus proyectos, aunque mantiene amarre en Zaragoza. Este jueves, inauguró el curso de la Escuela de Ciudadanía de Villava, que cumple 10 años. Sus palabras y fotografías cautivaron a un público que al término de su charla le dedicó un prolongado aplauso. 

 Ha venido a Villava a hablar del periodismo internacional: “una presencia arriesgada, crítica e imprescindible”. 

–Una sociedad sin buen periodismo, y la española no lo tiene, lo digo con todo el dolor de mi alma, es fácilmente manipulable. Entender el ejercicio y las trampas de la política, las trampas económicas, de los grandes empresarios, o de los grandes todólogos o todólogas, te permite tener los instrumentos para no dejarte manipular. Los ciudadanos se han acomodado mucho al poder, al orden establecido por la maquinaria que ejerce una gran influencia sobre nuestras vidas. Se ejerce una forma de hacer la democracia que me sorprende, creer que ser demócrata es votar cada cuatro años. 

Eso es un fracaso.

–Total. Fíjese, hemos vivido una pandemia con mentiras diarias de la inmensa mayoría, por no decir la totalidad, de los Gobiernos, tanto locales, como autonómicos, como el Central. Todavía hay miles de muertos que deberían estar en las listas oficiales de fallecidos por la covid que no se admiten simplemente para jugar con las cifras. La única cobertura larga que he hecho en España fue la pandemia. Estuve trabajando con Heraldo de Aragón, y me metí en todos los sitios prohibidos, porque no iba a permitir que las prohibiciones de las autoridades de mi comunidad, que son socialistas, como en otras eran del PP, de lo que queda de CiU o del PNV. Y todos hicieron lo mismo: impedir que la población supiera lo que estaba pasando. Y los ciudadanos se creyeron las mentiras ordenadas, y encima salían a aplaudir, como si fuera un ejercicio de responsabilidad social.

Lo que dice es duro. Achaca una voluntad predeterminada. 

–Para engañar.

¿De cara a qué?

–Esconder las limitaciones del sistema, que estaba colapsado. Las autoridades políticas no podían enfrentarse a una pandemia y todas sus derivaciones con el orden necesario. 

Era una situación inédita.

–Sí, pero ahora tenemos un momento dramático el impacto bélico. Oiga, Ucrania está en guerra desde el año 2014. Y los alemanes haciendo negocios con los rusos desde hace veinte años. La dependencia del gas ruso por parte de Alemania viene de hace dos décadas, y su excanciller Schröder es uno de los hombres más importantes en la maquinaria de las compañías de gas. Yo estaba en primero de Periodismo cuando los soviéticos invadieron Afganistán, en diciembre de 1979. Lleva 43 años en guerra. No es posible que el año pasado, cuando los talibanes recuperaron el poder, se produjese una especie de gran circo mediático en el que aparecieron personas que les ha interesado bastante poco este país y los derechos de las mujeres, cuando llevan 43 años en el desastre, con los talibanes y sin los talibanes. 

“No recuerdo protestas de los europeos cuando Rusia estaba bombardeando salvajemente Siria”

¿Superficialidad o sobreabundancia informativa que nos supera?

–Encontrar una historia bien hecha, informativamente hablando, en los medios que más se consumen, la televisión y la radio, es muy difícil. Yo siempre he abogado por que se profundice, no nos podemos quedar en la superficialidad. Si quieres contar algo bien hecho necesitas 20 minutos o hacer un serial en un periódico, para contar lo que está pasando. 

Sabe que va contra el ritmo de los tiempos.

–Hay gente que se atribuye saber lo que quiere el público. Acabo de presentar una exposición de violencia, mujeres y guerra en la que he elegido fotografías desde el año 84 hasta 2017. Con 90 fotografías e historias que cuando se leen, quedas machacado para siempre. Y la gente viene a ver mis exposiciones, compra los libros, se interesa por las historias, y se emociona y llora con ellas. Esta idea de que los ciudadanos no tienen interés es falsa, el problema es que muchas veces en medio de las tensiones de la vida cotidiana y de sus problemas, reciben una información muy poco veraz y muy superficial. Los informativos hoy día son flashes, y te quedas en ascuas. Es mejor que la Televisión Pública informe de un tema 15 minutos un día, que 15 días un minuto cada día. 

Ante la situación en Ucrania, se invoca el derecho a la defensa. 

–Los rusos peor no lo han podido hacer. Es como cuando los talibanes cayeron en Afganistán en 2001. Todo lo que pasase después iba a ser mejor, porque el listón lo habían colocado tan bajo, que solo el hecho de llegar un nuevo Gobierno mejoraba la situación de facto. Los rusos se han metido en un berenjenal serio.

¿Por qué esa torpeza?

–Habría que analizar qué pasa desde el 89, cuando cayó el muro de Berlín. El supuesto fin de la Guerra Fría, que acabó convirtiendo a la Unión Soviética y a lo que luego fue Rusia, prácticamente en un moribundo político y económico. La Guerra Fría y el conflicto Este-Oeste tuvo una gran víctima: la URSS, por su incapacidad para desarrollar políticas lógicas, totalmente ensimismada en que el comunismo funcionaba cuando no lo hacía. En realidad, no era comunismo, sino una jerarquía política y económica. Durante todos estos años de triunfo occidental los soviéticos y los rusos estaban machacados, y se ha ido creando una clase dirigente de políticos, militares y empresarios muy corruptos. Yo no recuerdo protestas de los europeos, y menos de los alemanes,  cuando Rusia estaba bombardeando salvajemente Siria, machacando a la población civil. 

“Europa debería no ser tan prepotente con sus vecinos; por ejemplo, utiliza el Magreb cuando quiere y como quiere”

El doble baremo occidental.

–Es el cinismo y la hipocresía de una Europa que es un gran gigante económico, y lleva décadas en plena debilidad militar y política. La propia OTAN es un instrumento de la Guerra Fría que tras la caída del Muro de Berlín en el 89, se tenía que haber cambiado su concepto. No puede ser un instrumento de Estados Unidos. Europa no quiere invertir en Defensa y tener un ejército defensivo europeo, porque esto vale muy caro. Los europeos deberíamos tener una política de Defensa europea, no instrumentalizada por Estados Unidos. Y deberíamos tener una relación con sus vecinos no tan prepotente, y no hablo solamente de los vecinos del este, también con los del sur. Europa utiliza el Magreb cuando quiere y como quiere. Cuando ha interesado que no hubiera migración ha cerrado las compuertas. Cuando ha interesado que Marruecos o Argelia hicieran un poco de tapón contra el integrismo, los ha financiado. Es una Europa que no se ha hecho responsable de sus propias fechorías, que ha corrompido a un montón de gobernantes africanos. Los franceses, en su patio trasero en África, han hecho lo que les ha dado la gana, vendiendo armas, llevándose la riqueza, colocando a dictadores o untando a políticos.

En cambio asoman discursos como el del jardín de Borrell. 

–Un jardín económico, claro que lo es. En el impacto de la guerra de Ucrania a los europeos, con todo lo que significa una inflación de un 10%, ahora mismo con cuatro países de la UE con un 20%, las subvenciones van a aplacar el problema. Se va a subvencionar el gas, se está subvencionando la gasolina, lo mismo se va a hacer con productos de primera necesidad, se va a dar a las familias europeas más débiles ayudas, ¿pero qué pasa con el impacto de la crisis en África? En países que he visitado este año, como Mozambique y Angola hay un problema serio, porque los productos de primera necesidad se han disparado, multiplicándose por dos y por tres. 

África que viene además de una crisis turística, durante la pandemia.

–Exactamente. Estamos preocupados por nuestro ombligo, porque los europeos somos ombliguistas.

También hay algo de lógica en fijarnos en lo más cercano.

–Perfecto, pero los europeos hablamos de derechos humanos y sociales siempre que nos afecten. Cuando las políticas de nuestras grandes empresas y multinacionales, las grandes petroleras o compañías de venta de armas, impactan en otros lugares, miramos hacia otro lado. Si creemos en los derechos humanos universales, tenemos que luchar para que nuestros empresarios y gobernantes no esquilmen ni golpeen a otras economías. Estamos hablando de las concesiones petrolíferas, de pescado, por ejemplo, Pescanova, de gas, del coltán para los teléfonos, de los minerales estratégicos para la industria aeroespacial, De empresarios que las consiguen al mejor precio, porque se dedican a corromper a los que tienen el control. ¿Cómo es posible que Nigeria o Angola estén como están vendiendo un millón de barriles de petróleo? ¿Y Guinea Ecuatorial, con trescientos o cuatrocientos mil barriles diarios? Si Guinea Ecuatorial en renta per cápita debería ser más rica que Suiza.

“La guerra es perversión en el terreno y en los despachos donde empresarios preparan la parafernalia bélica”

¿Este ideario se adquiere viajando? 

–Todo lo he aprendido sobre el terreno. Acabo de venir de Perú. En 2022 he viajado también a Angola, Mozambique, Bosnia y Colombia. Cada año viajo seis o siete meses por países muy tocados económicamente, que salen de conflictos armados. En Angola, Cuba se dejó arrastrar por la URSS en plena Guerra Fría, se gastó un montón de dinero en proteger a este país africano y a su guerrilla comunista, para que luego el jefe de la guerrilla, Dos Santos, se convirtiera en el mayor capitalista y haya dejado el país hecho una mierda. 

Después de ver cosas tan tremendas, ¿cuesta recolocarse?

–He cubierto 26 conflictos armados, y he estado en los duros, en Somalia, Ruanda, Sudán, en los Balcanes, en Centroamérica, en Camboya, en Timor Oriental, Afganistán o Irak. He visto cosas horribles, la verdad, cómo actúa el ser humano. He conocido a muy poca gente que prefiera morir antes que matar. Es la supervivencia del ser humano. Se lo preguntaba a los niños soldados con los que he trabajado en procesos de rehabilitación: ¿Por qué mataste a tus padres? Porque me lo ordenaron. ¿Y por qué no te negaste? Porque si me hubiera negado me hubieran matado a mí. ¿Y cómo sabías que te iban a matar? Porque al compañero que se había negado minutos antes le pegué un tiro , y luego maté a su padre y a su madre. El siguiente era yo. En una guerra las cosas son distintas, la reglamentación moral no existe, es el caos ordenado. No se hacen atrocidades porque sí, porque son muy bestias y muy negros. No, se corta el brazo, se viola y se asaltan las aldeas para crear el terror, todo está planificado. Se dejan los cadáveres mutilados para que la gente al verlos sepa qué puede pasar si se niegan a cumplir una orden. A los niños soldado en Sierra Leona o en Liberia les llevaron a matar a sus padres, en una estrategia de guerra para que la guerrilla se convirtiera en su única familia y aceptar las órdenes sin rechistar.

Qué grado de perversión.

–Pero la guerra es perversión, sobre el terreno y en los despachos, las oficinas donde están los grandes empresarios que preparan la parafernalia bélica. Un señor que está firmando un contrato de armas, rayando la ilegalidad, frente a la fotografía de su fantástica esposa y sus hijos. Igual hasta con una de la Primera Comunión de su hijo del domingo anterior. La guerra se dirige desde lugares seguros, alejados del bullicio de la batalla. La guerra es un gran negocio. Por eso, jamás se le pondrá fin, porque incluso antes de empezar el primer disparo, ya hay gente haciendo y olisqueando el negocio. Hay gobernantes, hay bancos y hay empresarios. Todas las armas que se venden en este país son financiadas por bancos. El BBVA, el Santander, las antiguas Cajas de Ahorros del norte, Caja Madrid... Todos se han dedicado décadas y décadas a financiar armas. Y los contratos se hace en el Ministerio de Industria, con gobiernos socialistas, del PP, o que incluyen incluso a la izquierda más izquierdista.