La Fábrica de Gomas acogió el pasado lunes en Pamplona, dentro del ciclo ‘Conversaciones en la Fábrica’, un diálogo entre Pedro Baños (León, 1960) y el sociólogo Javier Espinosa, moderado por Cristina Ochoa. Evento organizado por el despacho de Carlos Mangado con el apoyo de Acción Exterior Navarra y DIARIO DE NOTICIAS, ante un público que llenó las instalaciones de este espacio multidisciplinar. El diálogo se centraba en la “encrucijada migratoria” que conectaba con el último libro de Baños : ‘La encrucijada mundial’, manual sobre el mundo del mañana, interconectado y digitalizado como nunca. “Todo lo que sucede en cualquier parte del planeta nos afecta”, apunta este analista y coronel en la reserva, para quien “hoy no se puede dirigir una empresa o ser un buen político nacional sin entender las claves geopolíticas”. Desde ese planteamiento, le preguntamos por Rusia, Ucrania y China. 

En su último libro, que va por la tercera edición, repasa los retos mundiales inmediatos. 

–Esta encrucijada es un cruce de caminos y no tenemos claro cuál tomar, o nos van a hacer tomar, o nos va a llevar la vida a tomar. Estamos en un momento de cambio profundo de todo. Pensemos en el cambio social, político y económico que va a significar la tecnología, empezando por la inteligencia artificial, que va a penetrar absolutamente en todos los sectores, incluso en aquellos que estaban más directamente relacionados con el trato interpersonal, como la sanidad. Y en cambio avanza a pasos agigantados. Va a afectar al periodismo, a la abogacía, a todo.

Ese cambio genera vértigo en una sociedad ya de por sí sacudida.

–Hablábamos del ‘concepto VUCA’, de un mundo volátil, ambiguo, complejo, incierto... Yo le añadía la aceleración de acontecimientos. Esto sí que es algo totalmente novedoso. Lo que hoy nos sorprende al día siguiente está desfasado. Todo evoluciona de tal manera que a veces nos abruma. Hemos entrado en el ‘concepto BANI’, siglas en inglés, de una ansiedad que nos la genera el cambio climático, la inteligencia artificial, la computación cuántica, los avances en biotecnología... Y también nos provoca incomprensión, por la impredecibilidad de lo que está sucediendo. La otra parte del BANI es la fragilidad. Sobre todo quizá en los más jóvenes, que ven su futuro poco claro. Nunca estuvo nítido, pero hoy la bruma es excesiva.

“Hay una guerra que va mucho más allá de Rusia y Ucrania. El señor Borrell ha dicho que para Europa es existencial”

Trasladado a la geopolítica...

–Se están transformando todas las estructuras, y creando otros bloques cada vez más potentes, pensemos en los países BRICSampliados o plus. Hay una transformación profunda del sistema monetario. Estados Unidos parece que tiene menos fuerza económica de la que aparentaba. Casi cada tres meses tienen que llegar a un acuerdo demócratas y republicanos para seguir haciendo que el país funcione. Y en Europa tenemos una guerra que no sabemos muy bien en qué puede llegar a degenerar y hasta dónde nos puede afectar, que claramente ya lo está haciendo. Son muchas circunstancias unidas. 

Sabe que arrastra la etiqueta o el sambenito de ser pro-Putin o comprensivo con Putin.

–Lamentablemente tengo unos cuantos sambenitos y es muy difícil desprenderse de ellos. Por ejemplo, permanentemente me están cambiando la página de Wikipedia para intentar hacer el mayor daño posible, pero es normal, lo mismo que atacan a otras personas con tienen cierto reconocimiento social en otros ámbitos. Lo acepto en la lógica del contexto en el que vivimos. Me he cansado de repetir que no estoy de acuerdo en absoluto con la invasión de Rusia en Ucrania, evidentemente. Jamás vamos a aceptar como demócratas que     creemos por encima de todo en la paz, que se normalicen o se acepten las invasiones. Lo que es verdad es que como algo sé de estos temas, no soy tan sensible a la influencia o a la manipulación para creerme a pies juntillas todo lo que nos cuentan. 

¿Y cuál es ese plus?

–Hoy día nos están manipulando de una manera absolutamente descarada y a veces bochornosa. No todo el mundo tiene por qué darse cuenta porque no es su profesión ni su especialidad. Yo llevo trabajando en esto más de 30 años. Evidentemente algo sé. No significa que no me engañen, pero a lo mejor un poco menos que a los demás. Vivimos en el mundo de la desinformación. Hay una guerra cognitiva, con operaciones de influencia, psicológicas, propaganda, manipulación mediática y sobre todo en las redes, muy especialmente en Twitter, plagado de personas que actúan para servicios de inteligencia.

“Aquello de que iba a ser una hecatombe y un colapso para Rusia no lo está siendo. La inmensa mayoría de los rusos casi no se está enterando”

Una invasión inesperada, del teóricamente fuerte sobre el débil, y una población que paga los platos rotos.

–La invasión no la esperaba ni siquiera la propia Ucrania. Si vamos a las hemerotecas, poco antes de la invasión el señor Zelenski decía que no se iba a producir, entre otras cosas, imagino, para evitar la fuga de capitales y la salida de personas de su país. Y el señor Borrell, el jefe de la diplomacia europea, también ha reconocido que la UE no estaba preparada ni se lo esperaba. Y el señor Guterres, secretario general de Naciones Unidas, tampoco. Siempre hay alguien que acierta, pero la inmensa mayoría de los analistas y embajadores no lo esperaba. Desde luego yo no hubiera recomendado la invasión, porque había otras maneras de conseguir su objetivo. Las invasiones, sobre todo en el mundo occidental, las vemos obviamente con absoluto rechazo, como tiene que ser. No tenía sentido. También nos equivocamos en que si se producía iba a ser algo muy rápido, o Rusia agotaría sus recursos, no tendría capacidad industrial ni económica. 

El horizonte es el de una guerra aún más larga. 

–Que va mucho más allá de Rusia y Ucrania. El señor Borrell ha dicho que para Europa es una guerra existencial. Para Rusia también, que no puede perder. Para Ucrania, clarísimamente, y el señor Zelenski también se juega su propio puesto en las elecciones que tendrá que realizar antes o después. Y para Estados Unidos también es una apuesta muy importante. No hubiera hecho la inversión económica tan enorme que ha realizado, incluso en contra de buena parte de su pueblo, que lleva ya tiempo cansado. Una de las condiciones que ha puesto el Partido Republicano para seguir apoyando al Demócrata en la ampliación de la deuda es dejar de enviar ni un dólar más a Ucrania. 

¿Qué pasó con el plan de paz chino?

–Ese es el gran problema. ¿Quién va a ceder? Era un plan de puntos más bien ambiguos. El acuerdo de mínimos que se consiguió durante la cumbre del G20 este verano al contrario que en la anterior no condenaba la invasión de Rusia en Ucrania. Lo único que dice es que hay que respetar la integridad territorial. Claro, pero ahora mismo, tras el referéndum de Donetsk y Lugansk y Zaporizhia y Jersón ¿cuál es? Para Rusia Crimea es absolutamente irrenunciable. Además, aunque aquí hablamos permanentemente de Europa y del ámbito occidental, el mundo es mucho más amplio.Es más, el mayoritario es el otro, que no es Occidente. A China no le interesa que Rusia pierda esta guerra porque detrás puede venir el tema de Taiwán. Así que la situación es muy complicada. Si llega una situación económica muy mala a Estados Unidos a lo mejor abandona esta guerra, pero qué imagen daría, cuando recordemos que ya salió de una manera más bien criticable de Afganistán después de 20 años.

Hubo un momento que Putin pareció tener en riesgo el poder. ¿Esto ahora mismo hay que descartarlo?

–Sí, no somos capaces de entender muchas veces la idiosincrasia del pueblo ruso, muy belicista, patriota, muy sacrificado y duro. Esto va mucho más allá de Putin. A lo mejor si no estuviera él, podría haber todavía alguien peor. Entiendo que centrar la cuestión en él es parte de la narrativa que se trata de imponer, pero debería irse mucho más allá de Putin. Lo mismo que Estados Unidos no es solo Biden.

¿Cómo puede evolucionar la opinión pública europea respecto a la cuestión económica y la propia duración de la guerra?

–La realidad es que Ucrania lanzó una contraofensiva desde la primavera que ha sido un fracaso o por lo menos no ha conseguido el éxito que esperaba. Si no, abriría constantemente los telediarios. Estamos en guerra, nos han metido a toda Europa en esa guerra, el señor Borrell lo acaba de decir. Por lo tanto recibimos permanentemente propaganda de guerra. Hemos de ser conscientes. Constantemente vemos en los telediarios esa manipulación y descompensación. Eso es contra lo que yo me rebelo, porque me gustaría que nos explicaran las cosas con transparencia absoluta. 

¿Cree que la manipulación es así?

–Absolutamente. ¿Vemos imágenes de guerra? Hay más de combates de la Primera Guerra Mundial que de esta. Si entras en Telegram, puedes ver algo, pero normalmente vemos escenas de poscombate. Barbaridades seguro que cometen los dos bandos, eso ya lo viví en la guerra de Bosnia. Las cometen todos. Y más en este caso en el que el perfil de los combatientes es el mismo. Es cierto que unos están defendiendo su país y los otros atacándolo. Pero esto también ha sido consecuencia de actos muy anteriores, en 2013 o 2014, con lo que significan los acuerdos de Minsk, y lo que sufrió la población del Donbás, de Donetsk y Lugansk. Ya estaban en una guerra civil desde hacía tiempo, y no solo nos podemos limitar a la invasión, que por supuesto quiero dejar muy claro que la condeno. 

“A Estados Unidos, dueño, amo y señor del mundo, de repente le han desbancado en buena medida. Su poder está siendo superado por China”

¿Se buscará un desgaste pero no la ruina taxativa de Rusia?

–Esta guerra de desgaste está viniendo muy bien a Rusia y a China, porque les está permitiendo acelerar el proceso de creación de un nuevo orden mundial. Para ello hay que transformar completamente la economía mundial, y es lo que está sucediendo. Desde un nuevo sistema financiero interbancario mundial, nuevas tarjetas de crédito, el ataque sistemático al dólar en un proceso de desdolarización... La guerra de Ucrania les sirve como punto de inflexión para acelerar esto. Hace dos años el barril de crudo estaba a 12 dólares. Hoy está a 100. La partida está ganándola entre otros Rusia, un gran exportador de petróleo, aunque es cierto que luego lo venda, por las sanciones impuestas por Estados Unidos y la UE, a terceros países por debajo del precio de mercado. Pero aquello de que iba a ser una hecatombe y un colapso económico para Rusia no lo está siendo. La inmensa mayoría de los rusos casi ni se entera de lo que está pasando. Como también buena parte de Ucrania, que afortunadamente está casi desconectada de la guerra. 

Dice en su libro que hay que pensar en China como civilización, y aborda sus impactantes claves. Usted se formó allí durante un tiempo. 

–Seguimos teniendo la idea de un país subdesarrollado, que no respeta las normas mínimas de higiene, y en el que hay una pobreza enorme. Estamos totalmente equivocados. Ahora mismo las ciudades más avanzadas del mundo están en China. Veinticuatro de los principales clúster de ciencia y tecnología del mundo ya están en China, 21 en Estados Unidos. El siguiente es Alemania con 9. Hoy de las 11 principales facultades de ingeniería del mundo, 6 son chinas. Hablamos de datos oficiales internacionales. Por ejemplo, en el número de referencias en las revistas científicas del mundo, la principal procedencia es China. Es una convulsión total. Entiendo que la preocupación que tiene Estados Unidos es máxima. De repente se encuentra que de ser el dueño, amo y señor del mundo, financieramente, económicamente, tecnológicamente y casi de la noche a la mañana, sin esperarlo, le han desbancado en buena medida. El poder estadounidense está siendo superado.

En un sector clave como la automoción, que camina hacia el vehículo eléctrico, China ya despunta.

–En España están empezando a vender motos, coches eléctricos, pero pensemos que en buena parte de la automoción europea el principal accionista es China, a través fundamentalmente de su empresa estatal Geely. Hablamos de Aston Martin, Lotus, Smart... ha comprado la mitad de Renault, de lo que fue el grupo PSA, el 10% de la Mercedes Benz... Hablamos de una cosa muy seria. Sabiendo además lo que va a significar ya no solo el vehículo eléctrico, sino el de hidrógeno. En China fabrican más coches eléctricos que el resto del mundo junto. Y si no los vende todavía mayoritariamente en Europa es por las trabas que se le ponen, porque los podría vender a precios ridículos. De hecho hace muy poco la señora Von der Leyen, la presidenta de la ComisiónEuropea, que es la que promueve la compra de vehículos eléctricos, se quejaba de que China los iba a vender muy baratos. 

¿Qué hacer en este escenario? ¿Cómo prepararnos para ese dominio? ¿Con una actitud de cautela ante un sistema de partido único?

–Esa es una ventaja que tienen estos sistemas autoritarios, como la tiene Arabia Saudí. 

Lo tremendo es si alguien piensa que lo mejor es emularles. 

–Lo que no podemos perder son nuestros principios y valores democráticos, por supuesto, que nos ha costado mucho conseguir. Pero debemos ser conscientes de que tenemos que encajar nuestra pieza en el nuevo mundo. Lo mismo que lo hemos encajado en el liderado por Estados Unidos. Si hay una transformación lo que no podemos es quedarnos descolgados. Pero ya no hablo ni siquiera como Unión Europea, hablo como país. Tenemos que ser lo suficientemente inteligentes.

Por lo que dice, muchas multinacionales ya están en ese capítulo y caminan por esos derroteros.

–Claro, es que no nos queda más remedio. Habrá que seguir haciendo negocio. Cuando decimos que nos gustaría solo con países que fueran democracias puras. De entrada, democracias perfectas se considera que únicamente hay una veintena. Luego vienen las democracias imperfectas, los regímenes mixtos y luego ya los sistemas autoritarios. No haríamos negocios con casi nadie. Tenemos que ser conscientes de que el mundo es mucho más complejo, ojalá fuera distinto, pero hay que adaptarse a las circunstancias, muy cambiantes y aceleradas. 

“La clave ante la migración es el bienestar de las personas”

La migración nos pone ante un espejo de contradicciones sobre los DDHH, los anhelos de millones de personas, o la pirámide poblacional.  

–Es un problema que debemos abordarlo con gran seriedad, de una manera estratégica, no politizada ni ideologizada, porque no es el camino. Ni podemos abrir las puertas de par en par ni podemos cerrarlas completamente. Hay que pensar en la clave de todo, en el bienestar tanto de los que se incorporan a nuestra sociedad como de los que ya están aquí, porque sin esa previsión, lo que probablemente se vaya a crear es un choque importante dentro del propio país en todos los sentidos, empezando por que pueden surgir fuerzas políticas totalmente contrarias, que desequilibren el sistema político interno. 

Ese es el análisis geopolítico. ¿Y el humanista?

–Es lo primero de lo que hablo siempre. Estamos tratando de un tema de seres humanos, y le debemos dar la mayor importancia. Pero precisamente eso significa que el que venga lo haga y se incorpore en buenas condiciones, no para vivir aislado ni en guetos ni en condiciones infrahumanas. Pero tampoco que sufran los que ya están aquí, los que recepcionan a todos estos movimientos migratorios. Nosotros somos unos privilegiados, nos veamos como nos veamos, con nuestras deficiencias, pero lo somos. Evidentemente cientos de millones de personas desearían vivir en las mismas condiciones que nosotros. Obviamente no se puede abrir las puertas de par en par. Hay que hacerlo de una manera racional.

Las políticas de desarrollo no terminan de entrar en las prioridades internacionales. 

–Tenemos que tender a ello...

Quizás China sí que está invirtiendo en África como nadie.

 –Y últimamente también Rusia, que está aprovechando el hueco que le hemos dejado los europeos, muy especialmente Francia, y lo aprovechan como buenos oportunistas que son. Y podemos hablar de la penetración de China en toda América, más que interesante. El mundo se está moviendo muy rápido, tenemos que estar muy atentos, nos debe preocupar mucho lo que sucede, porque si no el mal camino lo vamos a llevar nosotros. Se está creando un nuevo mundo y tenemos que encajar nuestra pieza en él.