La asistencia ha sido bastante menor que la de la noche del martes pero la sede de Ferraz ha resultado de nuevo hoy epicentro de un acto de protesta contra la ley de amnistía y el Gobierno de Pedro Sánchez. Quizás porque muchos de sus asiduos participantes se encontraban en el Santiago Bernabéu –no es dato baladí–, y por las fuertes medidas de seguridad, el número se ha reducido de 7.000 a unos 1.500, eso sí, también ruidosos pero provocando una tensión bastante menor, a expensas de cómo evolucionen los acontecimientos estos próximos días, y más una vez pueda concretarse el acuerdo entre PSOE y Junts.

Grupos neonazis y una amalgama de grupúsculos de la extrema derecha de Madrid, sobre todo ultras del Real Madrid y Atlético de Madrid, son quienes estas últimas noches han venido provocando los disturbios en la sede socialista, y lo hacen perfectamente aleccionados con implicación de militantes de organizaciones desconocidas o supuestamente desaparecidas, que hasta rivalizan entre ellas. Nada es fruto de la improvisación. Algunos de ellos se exhiben de manera más evidente que otros. Por ejemplo, se ha podido ver a la falangista Isabel Peralta, exlíder de Bastión Frontal –colectivo surgido en pandemia y presuntamente extinguido hace un año por falta de financiación–, haciendo el saludo fascista. También han irrumpido miembros de La Falange (FE), Democracia Nacional, España 2000, Hacer Nación (una escisión de la anterior) y Hogar Social Madrid, grupo xenófobo que también encabezó Peralta. Denunciada en 2021 por un discurso contra los judíos en un homenaje a la División Azul en Madrid, resultó detenida en marzo de 2022 en el aeropuerto de Frankfurt cuando quería entrar a Alemania con una bandera nazi y una edición del libro Mi lucha de Adolf Hitler. De mentalidad carpetovetónica, en las protestas han vociferado insultos al rey, a la Constitución, al Gobierno progresita en funciones y a los policías, todo aderezado con simbología ultra y cánticos como “¡Sánchez a prisión!”, “¡Que te vote Txapote!”, “Marlaska maricón”, “España cristiana, no musulmana”, “Con los moros no os atrevéis” y hasta proclamas sin tapujos como “Somos nazis”.

El sindicato ligado a Vox, Solidaridad, hizo hoy el llamamiento a concentrarse de nuevo en Ferraz, acompañados por la organización juvenil Revuelta, que tuvo un altavoz destacado en la manifestación en Colón del 29 de octubre. Actos alentados por figuras extremistas y conocidas de la ultraderecha en las redes sociales como son el líder de Desokupa, Daniel Esteve, o el autodenominado periodista Alvise Pérez. El primero de ellos es un viejo conocido de las fuerzas de seguridad, con antecedentes policiales por lesiones, amenazas, extorsión, detención ilegal, allanamiento de morada, descubrimiento y revelación de secretos, robo con violencia e intimidación y apropiación indebida y estafa, entre otros. Alvise es un influencer y consultor sevillano y joven gurú de portales de extrema derecha, agitador de las teorías de la conspiración en numerosos acontecimientos, uno de los últimos, la muerte del joven Álvaro Prieto electrocutado entre unos vagones de tren en la capital andaluza. En noviembre de 2022 fue condenado a indemnizar con 60.000 euros al exministro José Luis Ábalos por divulgar en Twitter fotografías del político sin su consentimiento en el jardín de su casa. El pasado marzo fue condenado por difundir bulos sobre Manuela Carmena en las redes sociales, donde aseguró que la exalcaldesa de Madrid había recibido un respirador personal en su casa durante la primera ola de la pandemia.

Junto a ellos aparece también Bertrand Ndongo, afamado también en la redes y autodenominado como “el negro de Vox”. Asesor de Rocío Monasterio desde 2019 en la Comunidad de Madrid, acostumbra a lanzar proclamas contra el feminismo. Una nómina entre los que se halla Pablo Lucini, portavoz y delegado del partido neonazi Democracia Nacional Madrid. El presidente de su organización, Pedro Chaparro, se halla entre los condenados a prisión por el asalto a Blanquerna en 2013. “Tienen gusto por el lío y la violencia sin más”, corroboran los agentes. Pero más todavía, cuando se les propulsa a encender la mecha.