Pocos conocían a Cristina Ibarrola Guillén (Pamplona, 3 de junio de 1969) antes de ser candidata para la alcaldía de Pamplona. Médica de familia, había sido directora general de Salud en tiempos de Yolanda Barcina y después ostentó otros cargos de gestión en el departamento. Hasta 2019, cuando concurrió en las listas de Navarra Suma y pasó a ser la portavoz de Salud en el Parlamento de Navarra.

Después de Esparza, Ibarrola encarnó como casi ningún otro la oposición frontal al Gobierno en la pasada legislatura. La pandemia llevó hasta casi el límite un sistema ya de por sí exigido e Ibarrola, desde su escaño, vio la oportunidad de rentabilizar políticamente la situación de emergencia y el malestar que generó después la pérdida de vigor de la sanidad pública, exhausta. Fue una oposición inmisericorde hacia la consejera Santos Induráin, propuesta por el PSN, que le valió el título de ‘dura’ y le hizo ganar simpatías dentro de un partido nostálgico del empuje de Barcina. 

Esparza lo vio y señaló con su dedo el Ayuntamiento de Pamplona. Ibarrola adelantó por la derecha al grupo municipal y encabezó una candidatura con la que el partido se volcó.

Ibarrola tenía tres puntos débiles. El primero, que era muy poco conocida por el gran público. El segundo, que es una mujer distante a la que le cuesta conectar con el electorado y cuyas formas debían suavizarse de algún modo, porque nadie es alcalde sin estrechar manos y dar besos por la calle. Y, en tercer lugar, que se había convertido en un nombre tachado por los socialistas, dolidos todavía por la durísima oposición en tiempos de emergencia sanitaria.

Ibarrola cosechó los peores resultados de UPN en la ciudad desde 1987

Pero el apoyo del PSN no era imprescindible para ser alcaldesa. Había que ganar las elecciones y esperar. Y es lo que ocurrió. Ibarrola, tras una campaña esforzadísima por parte de UPN, quedó en primer lugar (por un estrecho margen) con 9 escaños.

Hay que irse hasta 1987 para encontrar unos resultados peores por parte de UPN, que desde aquellas elecciones solo ha conocido resultados por encima de los 10 escaños. La reflexión sobre los malos resultados quedó de lado cuando la falta de acuerdo entre los progresistas la hizo alcaldesa en verano de 2023.

La historia es reciente y conocida: una alcaldía débil, salpicada de decisiones erráticas y fallidas que acabó el 28 de diciembre del año pasado. Ibarrola, acompañada de Esparza y la vieja dirección de UPN, desfilaron bajo el portalón del Ayuntamiento (allí donde se lee Patet omnibus janva cor valde magis; la puerta está abierta para todos, pero sobre todo el corazón) ya como concejales rasos tras una inevitable moción de censura pactada entre PSN y EH Bildu. 

Acabada la Cristina alcaldesa, nació la Cristina mártir. Ibarrola ha querido venderse ante el gran público como la víctima de una confabulación de traidores y perdedores que la querían fuera por motivos ajenos a Pamplona. Ha sido su estrategia. Aunque en el esfuerzo protagonizara, ya el primer día, un desafortunadísimo comentario con tintes clasistas hacia las personas que se dedican a la limpieza. En su escalada de reproches hacia el PSN, afirmó que ella nunca aceptaría los votos de EH Bildu para ser alcaldesa y que, antes que eso, prefería “fregar escaleras”. Fue la última frase de su primera intervención fuera del Ayuntamiento.

En este contexto opta a la presidencia de UPN: como apuesta personal del ya retirado Esparza para las últimas municipales, como cabeza visible de los peores resultados de UPN en la ciudad desde 1987, desalojada por una moción de censura inédita y en guerra absoluta con el PSN, partido con el que ella personalmente tiene los puentes cortados y en llamas. Un historial complicado para quien aspira a hacerse con las riendas de un partido que está llamado a tener que negociar alianzas y establecer pactos con otros partidos, entre ellos y de forma preferente el PSN.

Veinticuatro horas frenéticas en pleno día de San Blas

Todo ha ido muy rápido. Ibarrola decidió definitivamente el paso este recién acabado fin de semana y tuvo en el sábado, día de San Blas, veinticuatro horas clave. Por la mañana, viajó hasta Peralta para participar en el día grande de fiestas de la localidad. Allí coincidió con el alcalde de Tudela, Alejandro Toquero. Ambos mantuvieron una primera conversación. Luego habría más, ya por teléfono e incluso hasta el filo de la medianoche.

Solo ambos saben cómo fue la conversación. Ibarrola defiende que su intención es aunar una lista de unidad. Pero una lista de unidad no se anuncia en solitario, mediante la prensa y con un emplazamiento público a que un tercero acepte o no la propuesta delante de todos.

El anuncio de Ibarrola coloca la pelota sobre el tejado de uno de los nombres que con más pujanza había sonado para presentar batalla interna, aunque su mayoría absoluta y la actual coyuntura le permitan una observancia cómoda desde la capital de la Ribera. Ahora, más pronto que tarde, tendrá que posicionarse. Y lo hará, en el sentido que sea, al ritmo impuesto por Ibarrola.