“Qué lejos se nos queda ya el pasado de hace solo unos años”, escribió Antonio Muñoz Molina en Todo lo que era sólido, ensayo publicado en 2013, con un título que indirectamente ligaba con la idea de ‘modernidad líquida’ que el sociólogo Zygmun Bauman había acuñado en 1999, y que se fue popularizando con el paso del tiempo. El libro de Muñoz Molina, escrito en n contexto de crisis, no eludía “verdades amargas, porque saber es el único camino para cambiar”. Por entonces aún gobernaba UPN en Navarra. Lo venía haciendo desde 1996, protagonista de un poder pretérito que comienza a percibirse lejano. 

Unión del Pueblo Navarro nació en 1979, en un momento idóneo, antes de que UCD se derrumbara y llegara la oleada socialista del 82 y 83. La nueva formación se estrenó con 13 escaños en las elecciones al Parlamento Foral de 1979, en las que UCD, primera fuerza, obtuvo 20. En ese momento la Cámara contaba con 70 escaños.

En 1983, ya con un Parlamento de 50, UPN retuvo los 13 escaños, y se colocó al frente de la oposición con altas posibilidades de influir, pues el PSN, después de muchas dificultades, llegó al Gobierno en el 84, con 20 escaños y en clara minoría.  

En 1987 UPN sumó 14 escaños, pisando los talones al PSN que obtuvo 15. Cuatro años después, en 1991, llegó la victoria y el salto a los 20 escaños, después de agrupar en sus siglas al refundado PP. El partido parecía consagrarse, aunque 1995 sufrió la enorme sacudida de la marcha de su líder y presidente del Gobierno foral, Juan Cruz Alli, en una escisión que dio lugar a la creación de CDN. Con ese nuevo tablero, y tras las elecciones forales de aquel año, el Partido Socialista de Javier Otano, más CDN y Eusko Alkartasuna, armaron un Gobierno de coalición de vida efímera. En noviembre de ese año, Urralburu ingresó en la cárcel, lo que hundió la reputación de quien había sido santo y seña de los socialistas en los años ochenta. Siete meses después la dimisión de Otano por una cuenta en Suiza se llevó por delante al Ejecutivo, arruinó políticamente a los socialistas y debilitó la proyección de CDN. 

UPN comenzó entonces su larga hegemonía, sustentada en buena medida, y hasta sobrealimentada, en las fragilidades ajenas, y abrió una extensa etapa, hasta 2015, 19 años, tres décadas, con 3 lustros de liderazgo de Miguel Sanz. 

EN 2003, EL CENIT

El inicio del dominio sanzista coincidió con la llegada de Aznar al poder. Por entonces, para un amplio sector de la sociedad navarra, la solidez la encarnaban el PP en Madrid y UPN en Navarra. En el 99, un año antes de la mayoría de absoluta de Aznar, Sanz sacó 22 escaños, doblando a los socialistas navarros. En aquel momento (tregua de ETA) Euskal Herritarrok obtuvo 8 escaños (por 5 de HB en el 95) dejando una enseñanza como una catedral: sin violencia los votos independentistas aumentaban sensiblemente. 

En 2003, UPN logró su cenit, 23 escaños. En 2007 pasó a 22, en 2011 a 19 y en 2015 a 15, los que tiene ahora. En la escala de dureza de materiales de Mohs, UPN se ha desgastado. EH Bildu y Geroa Bai (9 y 7 escaños respectivamente) suman juntos más apoyos. En 1999, cuando UPN logró por primera vez superar la barrera de los 20 escaños, hasta los 22, la formación con sede en Príncipe de Viana doblaba en apoyos a la suma de Euskal Herritarrok (8) y la coalición EA/EAJ-PNV (3). 

CLAVE INELUDIBLE

Los partidos que llevan muchos años al mando suelen presentar presbicia ante determinadas transformaciones sociales. Según transcurre el tiempo cambian un buen número de elementos, incluso claves que parecían sólidas. Cuando pierden el poder tienen la oportunidad de ajustar su graduación y pueden aplicarse a una lectura más comprensiva de la realidad, menos pétrea y monolítica. Tiempo ha tenido UPN para hacerlo.

La desaparición de ETA, la banda que llegó a parecer una maldición irresoluble, ha cambiado muchos paradigmas. ETA no solo mataba, secuestraba o extorsionaba; trataba de interferir por la fuerza en la vida política envenenando la convivencia y abonando con sus asesinatos un rechazo a lo vasco, cuando no un odio cerril, en una parte de Navarra. Por lo tanto, resultaba previsible que si un día desaparecía, cambiaría el tablero político. Hoy felizmente no existe. La tentación de devolverle un ominipresente protagonismo una vez desaparecida resulta forzada, y con el paso de los años más artificiosa. Si antaño un proyecto que resonase a firmeza españolista podía aportar a un amplio espectro consuelo o seguridad ante la sinrazón, desaparecida la banda terrorista con la que negoció el PP, el avance actual en distensión, que no está reñido con una memoria integral, aporta fortaleza democrática y alivio.

LA REALIDAD SE IMPONE

La crisis financiera de 2008 se dilucidó sobre unos marcos y el zarpazo de la pandemia sobre otros, y ahí la socialdemocracia ha recuperado brío. Minimizar a los adversarios puede dar réditos durante un tiempo, pero se suele volver en contra. Durante muchos años, por ejemplo, UPN ha alimentado la visión del vasquismo como sentimiento sospechoso y pertinaz condenado a estar fuera de los circuitos de poder. Nafarroa Bai primero, y Geroa Bai después lograron posicionar una oferta atractiva con contornos novedosos, rompiendo inercias y atomizaciones. Barkos, como en su día Alli o Sanz, va a dejar, ya lo ha hecho, impronta en la política navarra. 

Por lo que se refiere al Partido Socialista, se constata que supo leer el cambio de viento, y el juego de alianzas que más contribuía a reforzar su proyecto en 2019. Sin olvidar que en 2015 había sido prescindible para conformar una mayoría alternativa a UPN. Más a la izquierda, pasada la irrupción que supuso Podemos, ese espacio ideológico, con no pocas turbulencias y vaivenes, se ha redibujado en Navarra de la mano de Contigo-Zurekin, cuyo credo ahonda en la idea de la Navarra plural. 

PLURALIDAD COMO FORTALEZA

Uno de los pilares más sólidos en la Navarra actual es su pluralidad. También la lingüística. Cuando UPN trata de enmarcar al euskera, la lengua zonificada y minorizada en el marco del privilegio, cae en un victimismo absurdo, muy poco ecuánime, que llega a resultar grotesco.  

En lo estrictamente político desde 2015 la pluralidad en Navarra ya no es una idea sesgada. Sumando el cambio de entonces, desde 1979 la práctica totalidad de las culturas políticas se han percibido en algún momento corresponsables del Gobierno y del desarrollo del sistema foral. Eso conforma un patrimonio democrático de primer nivel. El de la voluntad de los navarros y navarras. El de la Navarra sujeto político, diversa en culturas, procedencias y visiones.

¿De qué adolece hoy UPN? El partido escogerá en abril la línea troncal venidera. Si elige polarizar, puede alargar su travesía en el desierto. Si apuesta por una redefinición más incluyente va tarde, y dejará un espacio libre al PP. El partido de ‘la identidad de Navarra, que jibarizó a su conveniencia, se aferra a un argumentario ya manido sobre supuestos peligros que no llegan. Revisarlo requiere fortaleza interna y abandonar un cierto sedentarismo ideológico. Si en cambio se impone la inercia y se opta por reforzar la pared del frontón, a UPN le queda encomendarse a un sueño de cambio cíclico sin fecha, por desgaste o hundimiento de sus adversarios.