La familia Arregi Marín siempre ha sido muy conocida en Lakuntza. Eran siete hijos. El tercero se llamaba Mikel. “Era muy inquieto, muy movido, siempre con ganas de hacer cosas”, recuerda Txaro, la pequeña, la que con 67 años ya es “benjamina vieja”, como dice en broma.

Mikel se prestaba lo mismo a montar una sociedad que a fundar –junto con otros, también su hermano mayor, Santiago– una cooperativa. La de Sakana, en la que, por cierto, terminó jubilándose la propia Txaro, que trabajaba en el área de recursos humanos. La posibilidad de presentarse como concejal de Herri Batasuna en el Ayuntamiento le hizo “una ilusión tremenda”.

“Era impensable porque hasta entonces el Ayuntamiento había estado en manos de los cuatro pudientes de siempre”. El 10 de noviembre de 1979, apenas unos meses después de recoger el acta, Mikel Arregi murió acribillado por los tiros de la Guardia Civil, en uno de esos episodios oscuros e impunes de la Transición. El Gobierno de Navarra le acaba de reconocer como víctima de violencia policial.

¿Cómo fue el día de ayer?

–Me llamó mucha gente: del pueblo, del Ayuntamiento... La alcaldesa, Ohiane Uribetxeberria, me llamó muy emocionada porque su padre y mi hermano coincidieron en la primera candidatura. Eran íntimos. Bueno, para el padre fue un palo tremendo lo de mi hermano y, cuando le dieron la noticia, dijo que estaba contento. Pero que ningún reconocimiento nos devolverá a Mikel.

Es el primer reconocimiento oficial. ¿Le vienen a la cabeza todas las décadas de olvido institucional?

–Bueno, nos han tratado… Los primeros años, cuando hacíamos el homenaje a mi hermano, la Guardia Civil venía a echarnos. Nos han tratado de delincuentes. Incluso el día que colocamos el monolito en el lugar del tiroteo, que es obra de [José Ramón] Anda, un escultor de Bakaiku, la Guardia Civil nos llevó al cuartel.

¿Cómo vivieron el juicio? 

–En un primer momento, lo llevó José Antonio Urbiola y luego lo siguió Patxi Zabaleta. En el 81 fue la sentencia y nos dijeron que ya no veían más recorrido, que lo dejáramos ahí. ¿Te matan a una persona y con tres meses de arresto vale?

¿Cómo fueron aquellos días del juicio?

–Yo estuve. Mi padre iba a ir, pero en esos días mi madre estaba muy delicada de salud: le daban ataques epilépticos y, si te pones nervioso, todavía es peor. Tuvo que quedarse a cuidarla. Entraron dos o tres guardias civiles más anchos que chupita. Se me quedó grabado, fíjate, igual es una tontería, pero recuerdo que el abogado de los guardias no se refería a mi hermano como el señor Arregi, se refería a él con un menosprecio… algo así como esta persona, este individuo… con un desdén… la palabra no es este pelao, pero esa actitud tenía. Se me quedó grabado ese desprecio.

¿Qué sacaron en claro del juicio?

–Gracias al trabajo previo de la comisión de investigación de Lakuntza, que recogió muchísimos testimonios, en el juicio quedó claro que los que viajaban en el coche no se saltaron ningún control. Ya se habían retirado las señales. 

La Guardia Civil disparó 16 balas contra el coche. 

–Siempre lo he dicho: no entiendo cómo no hubo más muertos. Le tocó a Mikel. Iba sentado atrás, en un lateral. Uno tuvo un raspazo en el hombro, nada más. La Guardia Civil los abordó y les obligó a echarse al suelo. No hicieron ni caso a que Mikel estaba herido y estaba diciendo, en euskera, yo ya me voy.

Muchas otras víctimas no saben todavía qué les pasó a sus familiares.

–Por supuesto. Nosotros tuvimos un juicio. Injusto, pero un juicio. Nos sirvió para demostrar que no existía ningún control policial y que a uno le dio por disparar una ráfaga hacia el coche. Muchas otras víctimas, y podría nombrar a Mikel Zabalza, a Naparra, a Josu Zabala, a Mikel Castillo… no saben apenas nada de lo que les ocurrió a sus familiares. Lo triste es que esta ley, como la de Secretos Oficiales, no te permite investigar. Sí, te pueden reconocer como víctima, pero muchas víctimas se van a quedar con la duda de qué pasó y es normal que quieran tener información. 

El caso Zabalza, por ejemplo, siempre tapado por el Estado.

–Cuando vi la película de Lasa y Zabala, me dije: Mikel, hostia, qué suerte has tenido, que por lo menos de un tiro te has muerto, que no has tenido que pasar por las torturas. Por eso yo animo a todas las víctimas de torturas a presentar su caso. Todas las víctimas tenemos que estar en pie de igualdad. Y, al menos, quedará en la historia, los jóvenes sabrán que esto ocurrió.

¿Cómo ha sido el apoyo institucional?

–Nunca jamás una institución se puso en contacto con nosotros. Salvo el Ayuntamiento de Lakuntza y los de la zona. No hemos tenido ninguna atención.

¿Tiene esperanza de que el reconocimiento de Navarra dé pie a otros, por ejemplo del Gobierno de España?

–¡Uff! No creo, no creo… vamos, la verdad es que ni se me ha pasado por la cabeza. No creo. Por lo menos, de momento. 

Después del reconocimiento, ¿creen que el Gobierno debiera hacer un homenaje?

–Es que la noticia por parte del Gobierno nos ha confundió un poco porque, al no haber nombres, ¿se entiende que están reconocidos? Desde el departamento nos dijeron que el reconocimiento era personal, y que todavía no sabían si iban a hacer un acto. No he entendido por qué no han sacado los nombres. Los vimos por la prensa. Sobre el homenaje, pienso que tendría que ser conjunto para víctimas que estén en la misma situación. Y, si no, es que no lo tengo claro.