En una nueva legislatura marcada por la continuidad, la irrupción de la extrema derecha había levantado cierta expectación enNavarra. Vox ya había tenido un papel protagonista en algunas instituciones, ya fuera por sus propuestas de corte contracultural y reaccionario, o porque durante un tiempo ha copado puestos de gestión pública de la mano del PP. No es el caso de Navarra, donde pasado ya un año de mandato sus dos parlamentarios no han logrado por ahora más repercusión que su boicot a las concentraciones contra la violencia machista o con posiciones de carácter xenófobo que han llevado al Parlamento a plantear un nuevo código de conducta.
Vox ha ido ganado espacio público y electoral en España en la medida en que sus propuestas han tenido un protagonismo mediático primero y político después. Lo que ha generado un debate en la izquierda sobre cómo había que afrontar su creciente influencia en la sociedad. Si convenía ignorar sus planteamiento o si era conveniente confrontar con ellos. La respuesta posiblemente sea una combinación de ambas.
El principal éxito de Vox ha sido introducir en el debate público buena parte de su agenda política. Realmente no está claro si ha sido la extrema derecha quien ha llevado sus propuestas a los medios, o si han sido determinados medios quienes han magnificado algunas cuestiones que la extrema derecha ha enarbolado después como bandera. Si es Vox quien ha convertido la ocupación de vivienda privada en un problema de primer orden en cualquier debate televisivo, o si han sido las propias cadenas, que responden también a sus propios intereses económicos, quienes lo han convertido en motivo de preocupación.
El éxito o fracaso de Vox en Navarra depende mucho de lo que ocurra en Madrid y en Europa y muy poco de su papel en el Parlamento
Si a todo ello se suman elementos latentes en una parte de la población, como el machismo cultural o el miedo a la inmigración, Vox ha encontrado un escenario perfecto para su crecimiento. No es casualidad que tras un verano marcado por las discusiones entre comunidades por el reparto de los menores inmigrantes, la inmigración sea ahora la principal preocupación social, según la última encuesta del CIS.
Marcar la agenda
El resultado es que una parte de su agenda política forma parte hoy del debate normalizado en las instituciones. Muchos ayuntamientos han suprimido las políticas de igualdad por las de familia con un claro sesgo ideológico. Arrastrando al conjunto de la derecha a posiciones que parecían superadas en ámbitos como la exaltación patriótica, la igualdad, la memoria histórica o del modelo territorial.
Pero este neofalangismo no deja de ser un ariete de un proyecto mucho mayor. Es el rompehielos que abre camino a un modelo económico y social que, sin llegar al extremo que plantea Vox, se acaba beneficiando de una batalla cultural que poco a poco empieza a ganar terreno. Y una vez impuesto el relato, solo queda legislar en la dirección que más interesa.
El problema de Vox es que ha dejado de ser un elemento útil. Ha jugado su papel, ha abierto los debates que interesaban y en algunos casos ha podido ganar. O al menos en parte. Pero se ha convertido un lastre para la derecha porque su sola presencia impide lograr aliados allí donde no hay mayoría absoluta. La estrategia que hace un año sirvió para ganar comunidades y ayuntamientos ya no vale porque contamina al conjunto de la derecha. Y lo que es peor, es el espantajo perfecto para movilizar a la izquierda. Sin la torpeza de Vox las semanas posteriores a las elecciones autonómicas, posiblemente hoy Feijóo sería presidente del Gobierno de España.
Así que es posible que el viento empiece a girar en el extremo derecho del arco parlamentario. Quienes han fomentado a Vox y le han reído las gracias empezarán a dejar de hacerlo más pronto que tarde, tratando de reunificar a la derecha en torno al PP y probablemente con un liderazgo más duro que el que protagoniza Feijóo. Vox evidentemente no se va a dejar, lo que anticipa también una batalla en el seno de la derecha.
El futuro de Vox
Navarra, al menos por ahora, ha quedado fuera del radar de influencia de Vox. Faltan tres años de legislatura y es posible que por momentos logre su cuota de protagonismo. Pero su eco será escaso si la mayoría parlamentaria opta por no entrar a confrontar, limitándose a votar en contra. Así ha ocurrido en este primer año, en el que Vox ha transitado con más pena que gloria por el Parlamento.
Quienes auparon a Vox no tardarán en abandonarlo cuando les deje de ser útil. Sería un error sostenerlo por interés electoral
Por supuesto, el futuro de la extrema derecha en Navarra no dependerá de lo que ocurra en el Legislativo foral. Vox vive del debate de ámbito nacional, de su protagonismo en Madrid y de una corriente ideológica que recorre el mundo y que sopla a su favor. Pero sus planteamientos sí pueden enturbiar una realidad política que hasta ahora había quedado al margen del ruido interesado que promueve el partido de Santiago Abascal.
Sus proclamas quizá sirvan para movilizar al electorado de izquierda y para ridiculizar al conjunto de la derecha política. En ocasiones incluso puede ayudar ganar unas elecciones. Pero hay cajas que es mejor no abrir. Negar publicidad a la extrema derecha siempre será mejor quedarle cobertura y abrir una batalla ideológica en la que cualquier cesión acaba siendo una derrota.