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Euskadi despide a sus dos últimos gudaris vivos

Miguel Felipe Arroyo de la Peña pasa a la historia como último combatiente del batallón antinazi Gernika tras fallecer también el donostiarra Javier Brosa

Euskadi despide a sus dos últimos gudaris vivosArchivo familiar

No quedan más gudaris vivos. Ni del Euzkadiko Gudarostea, durante la Guerra Civil, ni del Batallón Gernika que luchó contra los nazis en Francia durante la Segunda Guerra Mundial. El último con vida ha sido de esta unidad: Miguel Felipe Arroyo de la Peña, un antifascista nacido en Burgos capital y fallecido a los cien años en Angelu (Lapurdi). Habría cumplido 101 primaveras el próximo 8 de junio.

Miguel Arroyo.

Hay otras curiosidades relacionadas con los últimos soldados vascos del único ejército vasco que ha existido. Hace un año –dato que no transcendió en ningún medio– murió Javier Brosa, el anteúltimo gudari del batallón Gernika, dato que DEIA confirmó ayer a través de su hijo, Javier Brosa Curco: “Sí, mi padre, donostiarra, falleció el 19 de enero de 2024 cuando se iba celebrar la tamborrada de San Sebastián”, comunica a este diario desde México, capital donde la familia ha residido las últimas décadas.

Ficha de migración de Javier Brosa.

Por parte del Euzkadiko Gudarostea, el último combatiente que falleció fue el miliciano Mateo Balbuena, leonés natural de Villamartín de Don Sancho que residió en Araba. Tenía impensables 110 años –sí, 110 años- y fue un comunista del batallón Leandro Carro, el mismo que el del abuelo materno del lehendakari Ibarretxe, Joaquín Markuartu. Había publicado quince libros, incluido uno que fue finalista del Premio Planeta en 1964.

Siguiendo con las curiosidades, el último gudari nacionalista nacido en Euskadi y euskaldun fue Juan Azkarate, del bou Araba y barco José Luis Díez, de Bermeo. Acabó teniendo ficha de combatiente de la Marina Auxiliar de Guerra y por ello, algunas personas lo denominaban “itsas gudari”, el último del ejército de mar.

En orden de fallecidos, estos serían los cuatro últimos: Miguel Arroyo (Batallón Gernika) en 2025, Mateo Balbuena (Batallón Leandro Carro, Euzkadiko Gudarostea) en 2024, Javier Brosa (Batallón Gernika) en 2024 y Juan Azkarate (Marina Auxiliar del Euzkadiko Gudarostea) en 2023.

Miguel Arroyo

Nacido en la plaza Vega de Burgos, Arroyo formó con el Batallón Gernika de la Francia libre al mando de Kepa Ordoki (Irun, 1913- Baiona, 1993) de ANV y que contó con alrededor de 200 combatientes. Al perder los nazis de Hitler la Segunda Guerra Mundial, el general francés Charles de Gaulle pasó revista a las tropas vascas en el aérodromo de Grayan, y mencionó lo siguiente a Ordoki: “Mi comandante, Francia nunca olvidará los esfuerzos que ustedes, los vascos, hicieron para liberar nuestro territorio”.

De hecho, el Gobierno vasco no debiera olvidar los esfuerzos que estas personas y las 50.000 del aquel espontáneo ejército hicieron por defender del fascismo aquella Euskadi de 1936. Miguel Arroyo nació el 8 de junio de 1924 en la plaza de Vega de Burgos capital. Cuando tenía dos años, su familia se trasladó a Bilbao, a la calle Uribarri, donde una bomba cayó muy cerca de su portal. En los primeros compases de la guerra, mataron a su hermano Ramón, episodio con más sombras que luces. Su madre, entonces, decidió huir a casa de su hermana exiliada en Baiona.

El último gudari del Batallón Gernika aseguró en una entrevista concedida al fotógrafo y periodista Mauro Saravia que siempre fue votante de izquierda y que se alistó voluntario a la unidad comandada por Ordoki, albañil de profesión que según afirmaba Arroyo, hablaba francés.

El gudari se calificaba a sí mismo como un soldado sin miedo. “Yo era el que salía primero de la trinchera con una ametralladora y en Pointe de Grave –Médoc– llegué a capturar a cuatro alemanes. Si Dios existe, yo no miento. Entregué los nazis a soldados franceses. Luego, no sé qué hicieron con ellos o si lo sé no lo digo porque son cosas de guerra”, afirmaba quien fue hojalatero. “Cuando vas a la guerra no sabes si vas a salir de allí. Al acabarse, trabajé de fontanero y tuve mis empleados. Además, me reconocieron como veterano de guerra, conservo los papeles donde lo pone: ‘Por formar parte del Batallón Gernika”.

Arroyo –que recibía una paga de guerra mensual– aseguraba en su testimonio que al crearse la unidad vestían el uniforme francés, azul. Sin embargo, tiempo después ya era de color “marrón, no verde, y en la cabeza un casco de plato inglés”. En su tiempo de lucha en Francia con la Resistencia, el gudari conoció al lehendakari Aguirre. “Solo me preguntó a ver qué tal estaba y le respondí que bien”, narraba quien no desfiló ante el estadista Charles De Gaulle, del partido Agrupación del Pueblo Francés, ni formó parte de la instrucción en Rothschild.

Javier Brosa

A diferencia de Arroyo, el donostiarra Javier Brosa Maíz, nacido el 4 de diciembre de 1925 y residente entonces en la histórica calle 31 de agosto, sí desfiló ante De Gaulle, pero no recibió ninguna medalla conmemorativa. Este guipuzcoano falleció hace tan solo un año, el 19 de enero de 2024. Fue fundador de la empresa Electro Donosti SA en México capital. El guipuzcoano solía narrar anécdotas de cuando el Batallón Gernika hacía instrucción bajo mandos de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. “Cuando estábamos en el Chateau Rothschild, en una clase, nos estaban explicando el funcionamiento de una bomba de mano, que al retirar la anilla explota en segundos. Antes, nos habían explicado el tiempo que se tenía para lanzarla, y al estar detallando esto, al instructor se le zafó la anilla y se le cayó la bomba y todos salimos corriendo del salón. Ninguno fuimos a por la bomba y lanzarla a la calle, que es lo que el instructor esperaba que hiciéramos. Pues bien, solo había sido una prueba de reacción a la que todos fallamos, porque salieron corriendo”.

Brosa, de 1,73 metros de altura, contaba, además, que había alcanzado la costa de Iparralde remando tras zafarse de unos falangistas que le habían capturado y reclutado a la fuerza. Lo logró junto a otros dos amigos en una aventura muy sufrida y con desembarque peligroso, según estimaba. Los tres acabarían alistándose voluntarios al batallón Gernika.

Al acabar con el nazismo y ya con Francia en paz, el gudari fallecido el año pasado logró trabajo en un astillero y en un petrolero hasta que consiguió que el gobierno de México le concediera la visa y viajó al país americano tras llegar a Nueva York. Arribó al país azteca como exiliado a Nuevo Laredo, Tamaulipas, en 1947. En la capital del país, aquel combatiente contactó con la Euskal Etxea y trabajó de electricista. En la década de los años sesenta de la centuria pasada fue el encargado de organizar los actos por la festividad de San Sebastián en México. Y casualmente murió el día de esa celebración. “Por la diferencia de horas, alcanzó a oír la Marcha de San Sebastián de ese día y lo alcanzó a disfrutar”, aporta su hijo.

En 1956, se independizó en un negocio de instalaciones y embobinado de motores llamado Electroimán Euskadi. Al año siguiente, este ferviente seguidor de la Real Sociedad se casó con Ibérica Curcó Bellet, una catalana republicana exiliada. El matrimonio tuvo tres hijos: Javier, Maite e Ibone. Hace más de medio siglo, el negocio cambió de nombre: Electro Donosti SA, actualmente representantes de Siemens. Hasta 2010, Brosa “veraneaba tres meses al año en San Sebastián, hasta que su mujer falleció. Este pasado 26 de diciembre nos reunimos toda la familia, para depositar sus cenizas, junto con las de mi madre que, aunque era catalana, quiso que sus cenizas estuvieran con las de mi padre en las aguas de Donostia, él que –concluye Javier hijo– siempre tuvo tres nacionalidades: vasca, mexicana y republicana”.