Vivieron el cambio político del 24 de mayo de 2015 con entusiasmo, pero pocos sospechaban que, dos meses después, iban a estar tomando posesión de sus cargos como consejeros en el Gobierno de Uxue Barkos.
Eran profesionales independientes y nada les hacía pensar que iban a tener que dar el paso. Para Fernando Domínguez, médico de profesión, fueron unos Sanfermines de lo más normales. En 2015 era uno de los responsables de Cruz Roja Navarra y estaba al pendiente del protocolo del encierro. El día 13, un antiguo compañero de fatigas le llamó para echar una cerveza a la hora del vermú. Era Koldo Martínez, médico como él y por entonces portavoz de Geroa Bai en el Parlamento. “Ni por asomo me esperaba que me iba a hacer llegar la propuesta de asumir la consejería de Salud”, reconoce hoy, para este reportaje, en el que echa la vista atrás sobre una época “que despertó mucha ilusión, y del que salió un gobierno cohesionado que supuso un antes y un después”.
Algo parecido les pasó a Manu Ayerdi, Miguel Laparra, Ana Ollo, Isabel Elizalde, Mikel Aranburu, Marijose Beaumont, José Luis Mendoza –que dejó la consejería de Educación en abril de 2017 y fue sustituido por María Solana– y Ana Herrera, los consejeros de aquel periodo 2015-2019. Sus perfiles facilitaron el encuentro de cuatro fuerzas parlamentarias muy distintas, que encomendaron en ellos desarrollar las políticas que durante tanto tiempo habían propuesto desde la oposición.
El paso adelante, en el momento justo
Mikel Aranburu vivió con entusiasmo aquel 24 de mayo de 2015. “Sentí entonces que debía dar un paso adelante, arrimar el hombro, llegado el caso”. Un mes después, le propusieron hacerse con la consejería de Hacienda. Fue su último servicio, porque podía jubilarse ese mismo verano. No lo hizo y tuvo que darle la vuelta a la delicada situación de las finanzas en 2015. “Quisimos transmitir que un equipo solvente, compuesto por funcionarios con trayectoria y que confiaban los unos en los otros, tenía una honestidad a prueba de bombas”, explica. Ese rigor hizo que, dentro del Gobierno, la voz de Hacienda fuera escuchada y respetada. Todos los cambios, subraya Aranburu, se han mantenido. “Es la mejor prueba de que fueron decisiones correctas”, señala. “Hicimos políticas socialistas, en el sentido más amplio del término, aunque tuvieran la oposición frontal del mismo PSN que ahora mantiene esos cambios”.
"Éramos conscientes de que si desaprovechábamos la oportunidad, iban a pasar décadas hasta encontrar una situación así"
Aquel gobierno estuvo dividido en dos vicepresidencias: una económica, a cargo de Manu Ayerdi, y otra social, que recayó en Miguel Laparra. Hoy continúa su labor docente e investigadora en la UPNA, pero de aquellos años guarda un buen recuerdo y mucho agradecimiento. “Al cuatripartito hay que agradecerle la generosidad que tuvo para dejar en nosotros, que éramos unos profesionales independientes, la que quizá era la única oportunidad de implantar unas políticas tras toda la vida en la oposición”. Para Laparra, fue clave vivir “a flor de piel” la conciencia de que aquello era un momento único. “Si fallábamos, no íbamos a tener otra oportunidad igual en décadas”, reflexiona. De aquella experiencia se queda con la vocación de “poner lo social como prioridad” y hacer cambios “de envergadura”, algo que hecha de menos hoy, cuando no ve “la misma tensión” por lo social que entre 2015-2019.
"Subidonazo" y responsabilidad
Manu Ayerdi fue el encargado del área económica. Recuerda con nitidez uno de los primeros actos, un desayuno informativo organizado en Tudela por la confederación de empresarios de la Ribera. “El salón repleto, y lo que me pareció cierta espectación por ver a un vicepresidente económico nacionalista vasco, después de décadas de responsables de UPN y PSOE”. Ayerdi señala que al “subidonazo” de la victoria en las elecciones le siguió una toma de conciencia de la responsabilidad que tenían entre manos.
“Tuvimos claro desde el principio que teníamos que abrir la agenda, reunirnos con todo el mundo, y hacer una política integradora de verdad, igual para todas las comarcas, y que en lo económico tuviera claro que debía colaborar entre lo privado y lo público”. Se acuerda, especialmente, de su equipo: “Tengo muy presente de que todo fue posible por personas de mi equipo como Izaskun Goñi, Maitena Ezkutari, Nacho Nagore, Pilar Irigoyen, Amaia Arrizabalaga...”.
Isabel Elizalde fue la consejera de Medio Ambiente y se encontró un departamento cerrado, literalmente. Con estancias de acceso restringido y sin traspaso de papeles. Los primeros días, recorrió cada rincón del edificio de González Tablas. De todo aquello le queda un recuerdo de “compromiso real con una ciudadanía que reclamaba una ruptura con lo anterior”. El suyo fue un gobierno que “actuaba a una, cuando hoy creo que tienen un funcionamiento más autónomo. Entonces teníamos más en cuenta la opinión de todos los departamentos”. “Conseguimos poner a Navarra en el mapa de Europa, con políticas pioneras, valientes y que todavía hoy marcan la línea política, aunque con menor intensidad”.
Ana Ollo es la única consejera que se ha mantenido en el cargo desde entonces. Aquella primera legislatura fue “el mejor máster que he hecho en mi vida”. “Fueron cuatro años de un trabajo intensísimo, con momentos muy duros y muy difíciles, con un debate político y mediático en el Parlamento muy duro a veces y muy cruel con el Gobierno que representaba el cambio “hacia un gobierno progresista”.
María Solana entró un poco más tarde. En el verano de 2016, asumió la portavocía del Gobierno. Casi un año después, sustituyó también a José Luis Mendoza como consejera de Educación. De aquella etapa le queda el buen recuerdo de las formas de trabajar entre los socios. “Creo que eso marcó una manera de trabajar en la que para mí había mayor consideración y también en ocasiones mayor respeto para con los socios”, considera. Y, también, cree que se tiene que recordar que en 2015 hubo un cambio “sin el Partido Socialista, que a veces parece que se nos olvida”.
Experiencia "irrepetible", pero de verdad
Marijose Beaumont apenas tuvo tiempo para pensárselo. Quien fue consejera de Presidencia y Función Pública tuvo un día para decidir si aceptaba el cargo o no. Después de una comida, y de los ánimos de su familia, dio el paso adelante. “No me arrepiento de haberlo hecho y fue una experiencia memorable”, dice. Ahora bien, también fue “irrepetible”: “Llegué al final de la legislatura que no podía ni con las tabas, así que con una tuvo suficiente”. De su aterrizaje en el departamento recuerda que fueron semanas de vorágine. “El traspaso de poderes fue apenas una hoja con los temas más de actualidad en el departamento, y poco más”. Interior y Función Pública es un área frenética, donde “no para de sonar el teléfono o de llegar correo, porque cuando no es un policía foral es un bombero”, bromea. ¿El momento dulce? Sacar adelante la reforma del Fuero Nuevo. Los momentos malos: algunas reuniones tensas con las mesas sectoriales.