Toda sociedad herida debe enfrentarse a una tarea difícil: reconstruir un relato compartido que no oculte el daño ni excluya a quienes lo causaron. Sobre eso versó el encuentro organizado ayer por la Asociación ‘Gogoan, por una memoria digna’ en la sede de la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona. El coloquio, moderado por la periodista María Jiménez, contó con la participación del exmilitante de ETA Ion Aldalur y el filósofo del CSIC Reyes Mate.

Ion Aldalur comenzó recordando cómo se produjo su implicación en la organización: “Fuimos tres amigos íntimos los que entramos. Teníamos una utopía revolucionaria, queríamos romper con la sociedad, nuestros padres y todo… Éramos rebeldes y en ETA se juntaba todo. Eso te empodera, el ser parte de una organización que nadie sabe que lo eres, era una burbuja”.

El prestigio de la violencia

En ese sentido, Reyes Mate reflexionó que “la violencia ha gozado de mucho prestigio en nuestra cultura. No es un asunto de ETA, viene de mucho más atrás. Guerra y política se han confundido constantemente”. “Para los jóvenes era muy fácil y muy normal acabar en organizaciones como ETA, porque había una lección de la violencia que no habíamos aprendido y aprendimos después: que la violencia, aunque tenga la mejor de las intenciones, acabas siendo víctima de ella”, señaló.

Durante el diálogo, Aldalur relató su implicación en el secuestro y asesinato de Ángel Berazadi en 1976 cuando tenía 18 años. “No lo conocía de nada, simplemente sabíamos que era el gerente de la fábrica de las máquinas de coser Sigma, que empleaba a unos mil trabajadores y que además estaba en huelga. Simplemente lo hicimos y ya está”, contó. “Cuando recibimos la orden de matarlo no tuvimos dudas. Me gustaría decir que sí, pero no. Pierdes la compasión”, reconoció.

Ion Aldalur. Iban Aguinaga

Reyes Mate respondió que “matar no es fácil” y que para hacerlo “el agresor necesita normalmente deshumanizar a la víctima”. Añadió, precisamente, que “lo que demuestra el siglo XX es que es muy fácil, y es tan fácil que por eso se ha creado la expresión de la ‘banalidad del mal’, la facilidad con la que un ser normal se convierte en un criminal”.

Segunda oportunidad

Aldalur explicó que su paso por prisión marcó un punto de inflexión. “Estuve 14 meses en la cárcel, que fueron felices en mi vida. Aproveché el tiempo ahí, hablé con mucha gente y me empezaron a salir las dudas”. Con la llegada de la democracia, indicó, su implicación fue cambiando: “La Ley de Amnistía fue una segunda oportunidad, llegó la democracia, las primeras elecciones generales... Poco a poco empezamos a aprender lo que era la democracia. Yo no sabía lo que era”.

En ese contexto de cambios, decidió “dejar la lucha armada por una cuestión operativa, para que se consolidara la democracia, porque la lucha armada era un impedimento. Empezamos a ver que ETA suponía un impedimento, cuando hasta entonces pensábamos que era un acelerador”.

Sin embargo, no se perdona por todo lo que vino: “Yo siempre me he sentido responsable de todos los crímenes que cometimos entre todos, y también me he sentido responsable de todos los que vinieron después, porque no supimos parar el monstruo que nosotros mismos habíamos creado”. En su reflexión, consideró que “otra de las constantes curiosas en la historia de ETA es que debimos acabar un poco antes, siempre un poco antes. Debimos acabar después de lo de Carrero (el atentado contra el presidente del Gobierno franquista Luis Carrero Blanco), pero yo lo que deduje es que no debimos haber empezado”.

Reyes Mate. Iban Aguinaga

Implicación del entorno

En referencia al testimonio de Aldalur, Mate subrayó que “la reflexión crítica es un proceso y se va descubriendo poco a poco, hasta que se llega al punto cero, que matar para defender una idea no es defender una idea sino cometer un crimen”. A su juicio, “llama la atención que haya habido tan poca gente de ETA que se haya enfrentado críticamente a su pasado”. “Cuando se mata mueren muchas cosas. Sobreponerse al precio de la muerte, recuperar esa humanidad perdida, conlleva un esfuerzo”, destacó, pero también lamentó que los entornos sociales no favorezcan esos procesos: “Hace falta un entorno que te ayude”.

Aldalur coincidió en ese punto: “Se pone el foco en el victimario, pero este tiene un entorno, y si el entorno no lo hace, el individuo, además de enfrentarse a sí mismo, no se va a enfrentar a su comunidad. Todo ese conjunto debe hacer una transición, no solo el victimario. Si no se hace el duelo, cualquier día vuelve a brotar el monstruo”.

En la misma línea, Reyes Mate añadió que “el conjunto de la sociedad tiene que dar importancia a la recuperación del victimario, no como era, sino como debería ser para que el futuro sea diferente”, y concluyó que “uno que comete un crimen no es un criminal, es alguien que ha cometido un crimen, pero puede cambiar y convertirse en una persona positiva y enriquecedora”.