Las cosas van a cambiar en el PP de Navarra. No de forma inmediata, pero sí a corto plazo, con tope en el apenas año y poco que queda para que el partido aquí tenga que volver a celebrar su congreso. La dirección de Génova ya tiene muy asumido que el actual presidente, Javier García, está amortizado, y que tiene muy complicado renovar al frente del PP de Navarra.

El pobre resultado electoral –muy por debajo de las encuestas–, la escasa implantación territorial y las últimas polémicas –a nivel interno y también con mucha exposición pública– le han dado la puntilla al parlamentario foral, que ha agotado el crédito con el que arrancó la reimplantación del partido en Navarra. La dirección del partido no va a hacer ningún movimiento de urgencia –podría haberlo hecho hace unos días, cuando renovó en pack las gestoras de Bizkaia, Tarragona y Girona–, pero ya piensa en otras opciones a medio plazo.

La escalada de Sayas en el PP

Entre ellas, la de Sergio Sayas, que ha tenido una escalada fulgurante en el PP: de ser diputado por UPN pasó a liderar la candidatura popular para las últimas generales por la circunscripción de Navarra –ganó en votos a su expartido, por cierto– y ya ha conseguido colarse en lo más alto de la cúpula, con asiento en la Ejecutiva estatal y cada vez más responsabilidades en el grupo parlamentario del Congreso.

Esta es la situación a punto de cumplir tres años desde que García asumió el poder en el PP de Navarra en diciembre de 2022. Entonces, también lo hizo en una situación convulsa: tras la salida de Ana Beltrán, arrastrada junto con Pablo Casado en la caída del expresidente del PP, y en plena guerra civil con UPN.

Lo cierto es que, con todo, aquel momento despertó cierta ilusión en los populares, que creyeron que podían dar un buen bocado a los regionalistas impulsados por las buenas encuestas de Feijóo –los resultados del 23 de julio pusieron en su sitio las expectativas– y los síntomas de agotamiento en UPN. Las forales, sin embargo, dejaron al PP con tres escaños y un papel irrelevante.

Después, ya fuera por órdenes de Génova o por incapacidad aquí, lo cierto es que el despliegue del partido ha sido casi nulo y el PP o no ha querido o no se ha atrevido a plantar cara a UPN. Pero no han sido los malos resultados los que han condenado a García. Son la base, el punto de partida. Lo peor han sido las polémicas internas, que se cuentan con un poco más de detenimiento en la noticia inferior.

Así las cosas, no es nada casual la escalada de una figura como la de Sayas, que entró en la Ejecutiva en julio. Políticamente hábil y con un pequeño ejército de fieles –lo tuvo en UPN y lo tiene en el PP–, nadie duda de que sería un candidato mucho más atractivo. El problema para el PP es que Sayas ya está muy metido en la vida política madrileña. Él no quiere volver a Navarra, pero si se lo piden no le va a quedar otro remedio que afrontarlo. Es cierto que en ningún sitio se especifica que el presidente del partido tenga que ser el candidato en el territorio, pero es algo así como una regla no escrita. Todo sería más fácil si no tuviera que ser el candidato.

Una salida abortada y un currículum rectificado

Creen en el PP que a Javier García nadie le va a cortar la cabeza políticamente hablando de forma urgente. No hace falta. Incluso puede que reciba algún espaldarazo público, unas declaraciones bienintencionadas o una visita –como la de principios de mes de Miguel Tellado–. Pero en la cúpula popular tienen igual de claro que no va a repetir como presidente territorial.

De hecho, su principal debilidad es su mayor tabla de salvación: como tiene tan poco peso político, en realidad da un poco lo mismo quien presida. Incluso hay una jugada que le puede venir bien: si UPN y PP vuelven a una alianza, él no tendría que ser el candidato y todavía pasaría más desapercibido. Lo que el PP no perdona, sin embargo, son las dos grandes polémicas que ha protagonizado en los últimos meses.

En mayo, el exsecretario general del partido en Navarra, José Suárez, dejó el partido con un portazo: una crítica pública a la falta de cualidades de Javier García. Fue la manifestación pública que permitió saber que García había intentado acabar con la secretaria general, Amelia Salanueva, en una operación que consiguió parar Génova mediante la ex vicesecretaria de Organización, Carmen Fúnez. Ese movimiento –que le salió mal a García– ya le pasó factura interna ante lo más alto de la cúpula del partido.

La puntilla llegó tres meses después, en agosto, en plena crisis del falseo de los currículums. Durante años, García presumió en su biografía como parlamentario de tener un título que jamás tuvo. Primero lo negó, dio un montón de excusas inverosímiles y después terminó por rectificar. La noticia publicada por este periódico tuvo una repercusión enorme.

A esas alturas, la crisis había alcanzado tanto vuelo en el PP a nivel general que no iba a costarle la cabeza, porque hubiese supuesto tener que cobrársela también a otro montón de dirigentes. Sin embargo, muchos coinciden en que fue la puntilla, la gota definitiva que ha colmado el vaso de Javier García al frente del PP de Navarra. 

La lección del 23-J: ¿hacia una nueva alianza UPN-PP?

Las elecciones del 23 de julio de 2023 fueron traumáticas para el centro derecha en Navarra. UPN y PP concurrieron por separado por primera vez a unas generales y la experiencia no fue buena. Sobre el papel, UPN consiguió un diputado –Alberto Catalán– y una senadora –María Caballero–, y Sayas consiguió un acta para el Congreso mediante la lista del PP. El problema es que ir separados sirvió en bandeja la victoria del PSOE –el partido que se comió el bocado más jugoso, los dos congresistas y los tres senadores– y dio mucha vida a EH Bildu, que no le quitó el senador a UPN de milagro. De ahí que Carlos García Adanero, ex de UPN y ahora diputado por Madrid, abogara en verano en una entrevista en ABC por la unión del centro derecha para evitar la sangría del 23-J. “Los números están ahí”.