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Euskal Herria insólita

Mulisko Gaina: La frontera de los cromlechs

Un cordal montañoso sobre el valle del Leitzaran da paso a un yacimiento megalítico y divide, o une, los territorios de vascones y várdulos

Mulisko Gaina: La frontera de los cromlechsAitor Ventureira San Miguel

Sobre el valle del río Leitzaran, se eleva altivo un cordal montañoso, que atesora algunos de los secretos mejor guardados de la arqueología y la mitología vascas. Una bella sucesión de collados y cumbres magnéticas donde podemos disfrutar de uno de esos misterios de la Euskal Herria insólita. Nos vamos al conjunto megalítico de Mulisko Gaina.

Comenzamos a caminar en el núcleo rural de Besabi, perteneciente a la localidad guipuzcoana de Urnieta. Desde allí, un carretil asfaltado alcanza, salvando una pronunciada cuesta, el visible caserío de Montefrío, junto al cual arranca un sendero que, tras internarse en un pinar, llega a un magnifico hayedo trasmocho. La mirada se dirige irremediablemente, casi de forma magnética, hacia una bella montaña que se alza sobre nuestras cabezas; se trata del Adarra, mientras la magia del hayedo nos embulle. El sendero acaricia el bosque jugando con las raíces de los árboles y alcanza, rápidamente, la regata de Sorotxota. En este punto, encontramos un cruce de caminos donde optamos por dirigir nuestro pausado caminar hacia la derecha, buscando el collado de Belabieta, bajo el promontorio de la cima de Adarra. Desde este punto tenemos dos opciones: alcanzar la cumbre, o bien tomar un sendero que, hacia la derecha, nos llevará a uno de los lugares más mágicos y bellos de nuestras viejas montañas: el collado de Etenea.

El sendero discurre inteligentemente por la vertiente W del pico, salvando las grandes piedras que pueblan la zona salpicadas de solitarios acebos: el Tinne de los antiguos celtas, árbol vinculado al solsticio de invierno. Pronto se alcanza el collado donde se ubica el menhir de Etenea, que forma parte de un cromlech, y que fue descubierto y puesto en pie por Koro Mariezkurrena y Jesús Altuna. Abierto a todos los vientos que lo acarician, el megalito domina un amplio paisaje de cielos abiertos. Es un paraje profundamente mágico, cargado de esa energía que atesoran estos viejos monumentos de nuestras montañas.

Vista de Aralar

La cima de Adarra presenta desde este punto su cara más amable. Para llegar hasta ella, sólo debemos alcanzar el collado de la derecha donde se ubican los cromlechs de Tximista y, girando a nuestra izquierda, alcanzar su cumbre, ubicada a los 819 metros sobre el nivel del mar. La vista es sublime: Aralar en toda su plenitud, Peñas de Aia, Akola, Igoin, Ernio, Gorbea y Anboto, Larrun, toda la costa vasca y landesa, … juego a reconocer estas montañas y valles, viejos conocidos de mis pasos a los que, en muchas ocasiones, he acariciado con mis botas y mi corazón.

FICHA PRÁCTICA

  • ACCESO: La carretera GI-3721 llega hasta Besabi desde una rotonda en la carretera GI-3722, entre las localidades de Urnieta y Andoain.
  • DISTANCIA: 11 kilómetros.
  • DESNIVEL: 520 metros.
  • DIFICULTAD: Media.

Desde lo más alto del Adarra, un marcado collado en dirección N se agazapa bajo la cresta pétrea de Aballarri, que llama la atención de cualquier montañero que se acerque por aquí. Hacia él nos dirigimos por una marcada pendiente que, en unos minutos, nos lleva al collado; bordeamos Aballarri por su izquierda hasta toparnos, en un recodo del camino, con una piedra que dicen la lanzó el mítico gigante Sansón: se trata de Sansonarri.

El sendero serpentea llaneando en dirección N, hasta el collado de Arlegor, donde topamos con unos cromlechs un tanto difuminados. Un marcado descenso nos lleva a una visible pista al fondo de la vaguada. Sin cruzar la valla que vemos a nuestra derecha, un evidente camino ladea el pico Zorrotzarri para llegar a un dolmen ubicado en el collado de Pozontarri, justo en el inicio del cortafuegos que da acceso a la cima de Onddi, de 548 metros. Desde la cumbre, en dirección E, pasamos una valla y vemos un sendero que desciende a nuestra derecha entre el árgoma; un descenso nos lleva sin perdida a una pista donde giramos a la izquierda para llegar al impresionante lugar de Mulisko Gaina.

Los cuatro cromlechs

Nos encontramos en uno de esos parajes de nuestra geografía insólita, una necrópolis prehistórica que se agazapa en un rellano entre el bosque, abierto hacia la bella estampa de los montes de Adarra y Aballarri. Su origen se sitúa allá por la Edad del Hierro, habiéndose datado una de sus partes hace 2.600 años aproximadamente.

Se compone de cuatro cromlechs; el más grande de ellos tiene un diámetro de 5,60 metros y 31 testigos, uno de estos de 1,5 metros de altura. El siguiente presenta un diámetro de 4,80 metros y 18 testigos, uno de los cuales tiene una altura de 1,45 metros y otro de 1,40. El siguiente tiene 3 metros de diámetro y 12 testigos, uno de ellos de 1,75 metros de altura. Del último solo se conservan tres testigos. Tiene además una cista doble de dos losas, así como 7 testigos que presentan un círculo. Completan el conjunto una laja y un monolito fuera de los cromlechs de 1,52 metros en superficie y 0,40, enterrados. Fue descubierto en 1956, excavado y reconstruido entre 1983 y 1985. Se han encontrado restos de buriles, un raspador y carbón vegetal, que encierran el auténtico misterio de su finalidad.

Se da un hecho realmente curioso en este cordal, ya que, según las investigaciones de varios arqueólogos, marca una frontera invisible pues, desde este punto y hacia el W, la cantidad de cromlechs que encontramos en las montañas es mínimo, en comparación con la cantidad de estos megalitos que se localizan hacia el E. El cordal marcaba la frontera de la expansión de la cultura del crómlech, además de ser muga entre vascones y várdulos.

Tras disfrutar del misterio milenario de Mulisko Gaina, regresamos por una marcada y ancha pista entre el pinar, que se dirige en componente W, llaneando. Alcanzamos el collado de Pozontarri nuevamente. Seguimos la traza de la pista principal que, sin perdida, nos lleva hasta el punto de partida.