Seguir el curso del río Iranzu, en Tierra Estella es seguir los pasos de los pastores y carboneros que vivían y trabajaban en las estribaciones de las sierras de Urbasa y Andía. A lo largo de sus apenas 20 kilómetros de longitud pasa de las caídas y saltos de montaña en Abárzuza al relativo llano del valle de Yerri antes de desembocar en el Ega tras cruzar el municipio de Villatuerta.

A pesar de su discreto porte ha conseguido dar al territorio una personalidad muy marcada que tiene su punta de lanza, su principal atractivo, en el monasterio al que da nombre, Santa María la Real de Iranzu.

Uno de los estrechos pasos del cañón del río Iranzu. Juan Miguel Ochoa de Olza | NTM

La cabecera de roca

El Iranzu nace de las inmediaciones del escarpe de la falla de Zumbelz, que separa las sierras de Urbasa y Andía. En su bajada hacia el valle forma el conocido y bello cañón del Iranzu, un vertiginoso descenso de saltos de agua y pozas. El acceso más concurrido a esta foz se encuentra en el crucero que marca la entrada al monasterio de Iranzu, a unos 50 kilómetros de Pamplona y 10 desde Estella. Es un camino de ida y vuelta de unos 4,5 kilómetros.

El paseo hasta el cañón y el camino que lo atraviesa es sencillo y se encuentra en buen estado, permitiendo que a lo largo de los dos kilómetros de recorrido se pueda disfrutar de un paisaje de gran variedad vegetal, con grandes nogales en su parte más baja y que van dando relevo a enormes chopos, olmos y fresnos, así como alguna haya.

A medida que el cañón se estrecha y la pista se va empinando, no demasiado, es apta para casi todos los estados de forma, el cauce del río se va accidentando y el agua forma cascadas y saltos que ponen banda sonora a las altas paredes de roca. Numerosas y caprichosas formaciones rocosas, como por ejemplo la roca de Buda, llamarán la atención del visitante que levanta la vista atraído por el vuelo de los buitres.

Santa María la Real de Iranzu es la joya de la comarca. Este conjunto monumental es de origen cisterciense y su construcción comenzó en el siglo XII y acabó en el XIV. Tras una época de esplendor, en el siglo XIX entró en decadencia. Tras años en ruinas, comenzó su restauración en 1942 y en la actualidad una comunidad de monjes teatinos lo habita. Es un gran atractivo turístico que se puede visitar tanto de forma libre como en visitas guiadas.

Monasterio de Santa María la Real de Iranzu. J.M. Ochoa de Olza

Una joya viva al pie de la sierra

El monasterio de Iranzu es un conjunto monumental que después de casi 80 años de restauración casi ha recobrado todo su antiguo esplendor. Un esplendor que se desarrolló a lo largo de alrededor de doscientos años de construcción, desde el siglo XII al XIV.

Esta evolución puede verse en su espectacular claustro, en el que se muestran las distintas etapas, desde el cisterciense original hasta el más puro gótico. En él llama la atención el lavatorio gótico, que es uno de los primeros elementos que se restauró en 1942.

El deambulatorio del claustro es la conexión entre las diferentes partes del monasterio. Así, destaca la sala capitular, del siglo XII, y la cocina, del XIII, con una espectacular chimenea central. A la iglesia, que ocupa todo un lateral del claustro, se accede por dos puertas, una que da a la zona del altar y la otra al comienzo de las tres naves que la forman. Incluye una sacristía manierista del siglo XVII.

El refectorio, la cillerería y la casa abacial no se pueden visitar, pero sí hay un acceso a la antigua iglesia de San Adrián, aún en ruinas pero bien asentada para frenar su deterioro. Junto a ella hay una pequeña muestra de estelas funerarias encontradas en las inmediaciones.

La carretera sigue el curso del río Iranzu y llega hasta Abárzuza, uno de los principales pueblos que atraviesa el río.

Antes de llegar a él, al mismo borde de la carretera se alza el monumento a la Virgen del Puy, patrona de Estella. Cuenta la leyenda que unos pastores de Abárzuza la encontraron en una cueva a la que llegaron guiados por unas estrellas. El monumento recoge esta historia.

Pero además es el punto de partida de un sendero llamado La Memoria de las Mujeres, un homenaje a la mujer y su papel en la historia, la cultura y la etnografía en esta comarca por su papel en antiguos oficios. El recorrido, que también pasa por el casco urbano, cuenta con varios puntos de interés y paneles explicativos sobre oficios y labores tradicionales, desde las agrícolas a las carboneras o las lavanderas.

El paseo por Abárzuza descubre un cuidado pueblo en el que destacan algunos de sus edificios de piedra con escudos en sus fachadas, la iglesia de la Asunción, junto a decoradas paredes con modernos grafitis que dan un atractivo contraste de street art.

Val de Yerri

A partir de aquí, la carretera entra en el valle de Yerri, en Deierri, y se va separando del Iranzu. Pronto se llega a Arizala, capital del valle y un adelanto de cómo son el resto de los pueblos, cuidados, pequeños, con patrimonio arquitectónico interesante y muy tranquilos.

En Arizala destacan la iglesia de Santa Cecilia y la ermita de Nuestra Señora de la O, aunque en las afueras, entre las eras, se puede visitar tras una pequeña caminata la ermita de San Martín de Montalbano, a medio camino hacia Zurucuáin.

Tras pasar por la localidad de Zabal, la más alejada del Iranzu, Zurucuáin espera; es el pueblo en el que nacieron dos destacados exciclistas profesionales, Roberto Lezaun y Alan Pérez. Las grandes casas de piedra son casi la norma, además de ejemplo del cuidado que sus vecinos dan a su pueblo. La iglesia de la Purificación y su entorno, con un amplio parque infantil ajardinado junto al frontón, es el ejemplo más señalado. La ermita de San Bartolomé también merece una visita.

Buscando de nuevo el cauce del Iranzu, Grocin sale al paso del viajero. Quizá sea la más pequeña de las villas de este recorrido, pero lo recogido de sus calles entre fachadas cuidadosamente encaladas con parte de sus sillares a la vista parece dar esa impresión.

La iglesia de San Martín domina el skyline del pueblo y comparte importancia con la ermita de Santa María Magdalena, que también da nombre a la plaza de la iglesia y a la calle que de ella sale y lleva hasta la ermita. Llama la atención también el frontón, que cuenta solo con frontis y una pared izquierda ausente.

La carretera se encuentra de nuevo con el río antes de llegar a Arandigoyen, puerta de salida, o de entrada, del valle de Yerri. Lo más llamativo de su patrimonio urbano es la iglesia de San Cosme y San Damián, un edificio de origen medieval del que conserva al exterior parte de su ábside románico semicircular, con muros de sillería y contrafuertes del mismo material. El resto del edificio permanece rodeado por añadidos posteriores que dificultan su observación.

Fuera del pueblo se encuentran, en un alto, los restos del fuerte de San Juan, que durante la Tercera Guerra Carlista defendió la zona de los ataques del ejército liberal.

El puente medieval de Villatuerta sobre el río Iranzu que cruzan los peregrinos compostelanos. J.M. Ochoa de Olza

Encuentro jacobeo

A partir de aquí el río Iranzu se encuentra con el Camino de Santiago. Poco antes de desembocar en el ya próximo río Ega, la localidad de Villatuerta recibe a los peregrinos jacobeos que llegan desde Puente la Reina y enfilan hacia Estella o Los Arcos haciéndoles cruzar el puente medieval sobre su cauce.

Esta cuenca divide el pueblo en dos, el barrio de arriba en la orilla derecha con el casco histórico y el barrio de abajo en la orilla izquierda, la parte más nueva de Villatuerta. Lo del barrio alto tiene un porqué que se comprende en la visita a la iglesia de la Asunción, a la que se llega después de subir una empinada cuesta. En este templo se rinde también recuerdo a San Veremundo, abad del monasterio de Irache y que nació aquí.

En el interior de la Asunción se encuentra el pórtico de entrada de la ermita románica de San Román, que ya desacralizada se puede ver en el límite entre los dos barrios, al final de la calle San Veremundo. Desde aquí, una suave bajada lleva al viajero de nuevo hasta el Iranzu.