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El Camí de Sirga catalán que te lleva caminando o en bici por tres islas fluviales

El sendero paralelo al Ebro y que recorrían quienes tiraban de embarcaciones mercantes atraviesa un entorno de gran valor ecológico y paisajístico

El Camí de Sirga catalán que te lleva caminando o en bici por tres islas fluvialesTurismo de Amposta

Los cauces fluviales, los ríos, siempre han sido unas importantes vías de comunicación por las que han transitado personas y mercancías, unas veces por el agua y otras por las orillas. En ocasiones, cuando a las barcas les tocaba remontar la corriente, recurrían a los sirgueros, quienes enganchaban las embarcaciones con sirgas, y desde la orilla tiraban de estas maromas para llevarlas río arriba. Así nacieron los caminos de sirga.

Esta labor ha dejado huella en muchos lugares. En Bilbao, un monumento recuerda a las sirgueras que desde Olabeaga tiraban de los barcos remontando el Nervión hasta el puerto. En Navarra, junto al Ebro en Fontellas está el Bocal, donde nace el Canal Imperialuna vía fluvial que en ocasiones necesitó de sirgueros para que fluyeran las barcas que tenían Zaragoza como origen.

El trazado del Camí de Sirga es encuentra perfectamente cuidado y señalizado.

El Camí de Sirga de Amposta

La fuerza del Ebro como medio de transporte siempre ha estado presente, aunque con la llegada de los motores y la mejora de los caminos fue restando importancia y la construcción de embalses y pantanos acabó eliminándolo.

Durante siglos, los laúdes locales, embarcaciones de madera con el fondo plano, transportaron mercancías entre Riba-roja o Mequinensa hasta Tortosa, Amposta y desde ahí, atravesando el delta, hasta el Mediterráneo. Pero la construcción de los pantanos de Mequinensa, Riba-roja y Flix acabó con este tráfico fluvial, aunque el trazado se mantuvo y, desde hace unos años, se ha acondicionado el tramo de algo más de 20 kilómetros desde Amposta hasta la isla de Buda y la playa de Migjorn para que se pueda recorrer a pie o en bicicleta.

El recorrido es lineal y está señalizado en todo momento, de modo que se puede seguir fácilmente y, más allá de su longitud, 43 kilómetros si se hace ida y vuelta, es apto para todos los públicos. Cuenta con la ventaja de que se puede dividir y empezar en diferentes puntos, ya que hay hasta siete áreas de aparcamiento.

Tres islas, tres tramos

Además de su alto atractivo paisajístico y de su valor ecológico, cuenta con el plus de pasar por tres islas: Sapinya, Gràcia y Buda, cada una con su propia identidad.

El recorrido comienza en la Oficina de Turismo de Amposta. Desde allí, se avanza por el paseo fluvial con el Ebro a la izquierda del sentido de la marcha. Allí arranca el Camí de Sirga, que además de estar bien indicado, está franqueado por una valla protectora de madera.

Sapinya

Camino de la isla de Sapinya, el primer hito que se visita son los restos de la Sínia, una de las norias tradicionales con las que se sacaba agua del río hacia los campos de cultivo. Este paisaje se alterna durante todo el camino con tramos de bosque de ribera que alberga una rica y variada vida. No hay que olvidar que esta senda se encuentra en pleno delta del Ebro, uno de los biotopos más ricos de la península a pesar de la alta influencia humana.

VIsta nocturna de la isla de Sapinya

Tras dejar atrás la Sínia, la isla de Sapinya aparece ante el paseante o el ciclista. Se trata de un terreno de siete hectáreas declarado reserva natural parcial integrada en el Parque Natural del Delta del Ebro. Es un dormidero invernal para muchas aves que vienen del norte, por lo que en otoño ya empiezan a verse las primeras especies en sus rutas migratorias. Dejarse en casa los prismáticos no es una opción.

Gràcia

El camino sigue hasta llegar a Balada, un pequeño núcleo de población situado frente a la isla de Gràcia, junto al río Ebro. Un puente permite pasar a la isla y conocer un importante núcleo agrícola que mezcla cultivos de cítricos con un bosque de ribera en el que destacan los chopos y los sauces.

Además, la propia Balada también merece una visita, empezando por su única calle, la de San Cristóbal, que pertenece a los tres municipios del Delta: Amposta, Deltebre y Sant Jaume d’Enveja. El hito del pueblo es el Baladre de Balada, una adelfa monumental plantada en 1923 que ha sido catalogada como árbol monumental de Cataluña.

Más adelante se llega a la localidad de San Jaume, desde la que se puede cruzar el Ebro por el puente del Pasador y enlazar con la senda que lleva del Ecomuseo del Delta hasta la desembocadura del río en el mar. Manteniéndonos en la margen derecha, podremos ver los muelles-embarcadero de los pontones que cruzan de un lado al otro del Ebro.

Buda

Continuando por el Camí de Sirga, el bosque de la Comandanta se muestra como una de las formaciones de bosque de ribera con más entidad y densidad de esta ruta, lo que permite hacerse una idea de cómo se veía el paisaje original por el que corría el Ebro.

Un grupo de flamencos en la isla de Buda con el Mediterráneo de fondo.

A partir de aquí se enfila ya hacia la desembocadura en la Gola de Migjorn, junto a la isla de Buda, la más grande de las tres que se visitan, y la playa de Migjorn. Se trata de un entorno de gran valor ecológico, y allí se aprecia la fuerza del río en su encuentro con el mar.

La importancia ecológica de esta isla es importantísima, pero Buda también es un entorno en el que la actividad humana, ligada tradicionalmente a la explotación agrícola y ganadera, se muestra plenamente integrada. La isla acoge arrozales, lagunas interiores y zonas de playa donde nidifican aves como la garza imperial, la gaviota de Audouin o el flamenco. Un fin de ruta ideal siempre y cuando no nos hayamos dejado los prismáticos en casa.