800 euros por persona para vivir el Chupinazo desde un balcón de la Plaza Consistorial, entre 125 y 180 para palpar la emoción del encierro desde las alturas y 125 para despedir a la comparsa de Gigantes y Cabezudos el 14 de julio. En San Fermín, quien tiene un balcón, posee un tesoro. Pero, ¿cuándo comenzó la moda? ¿Por qué? ¿A quién se le ocurrió que podían ser una jugosa fuente de ingresos? El negocio de los balcones. 

1996, el primer balcón

Unos amigos americanos

Sanfermines de 1996. Una cuadrilla de estadounidenses realiza una visita guiada por la ciudad. Mientras recorren los 875 metros del encierro, un miembro del grupo pregunta cómo se puede presenciar la carrera desde un balcón. Al guía, le pillan con el pie cambiado. “En aquella época, ni nos imaginábamos que los balcones pudieran ser un producto turístico”, comenta Mikel Ollo, fundador de Destino Navarra, que hace 26 años enseñó los recovecos del Casco Viejo al grupo de estadounidenses. “La gente de Pamplona sí que veía los encierros en casas de conocidos, pero los turistas no nos pedían este servicio”, incide Carolina Patus, dueña de Erreka Incoming y socia de Mikel en esa época. 

A pesar de que no había costumbre de alquilar balcones a turistas, los dos guías se pusieron manos a la obra y en menos de 24 horas satisfacieron el deseo de la cuadrilla de estadounidenses. “Una amiga de mi madre vivía en Mercaderes. Le llamé y al día siguiente nos recibió con unos churros. Los americanos se quedaron satisfechos”, recuerda Mikel. 

Anuncios en los portales

Cadenas de emails y emails

Los dos guías turísticos vieron una oportunidad de negocio y para los próximos Sanfermines forjaron una pequeña cartera de propietarios. “Eran balcones de conocidos porque aún no existía internet, no teníamos página web y era difícil anunciarse. Aún así, fuimos creciendo rápido y enseguida los balcones se convirtieron en uno de los pilares de la empresa”, explica Carolina. En esta época, los vecinos de Estafeta, Mercaderes y Santo Domingo empezaron a pegar carteles en los portales en los que se leía Alquilamos balcón junto a un número de teléfono.

Los primeros clientes, detallan, eran sobre todo estadounidenses y si acaso algún japonés. Pero, ¿cómo una persona de Wisconsin o Tokio terminaba un 7 de julio en un primer piso de Estafeta? A través de una agencia de viajes o contactando directamente por internet, que empezaba a emerger. “Curioseaban en la red, nos encontraban y nos escribían. ‘Hola. ¿Quién eres? ¿Lo que aparece en la página web es verdad’”, afirma Mikel.

A partir de ahí, comenzaba una “cadena de emails, emails y emails” en los que explicaba los detalles del balcón –altura, aforo, precios– y resolvía las dudas: qué parte del recorrido se veía, qué días estaba disponible, cómo se accedía, a qué hora había que estar... “No paraba de recibir correos de América y Asia. Me metía después de cenar a responder a los americanos, igual me pegaba contestando hasta las dos de la madrugada y a la mañana siguiente ya volvía a tener preguntas de los japonés”, comenta. Por lo menos, confiesa, había recompensa: “Construías una relación cercana y algunos te traían regalos”. 

De los cinco continentes

Finales de los 2000, el boom

A finales de los 2000, las reservas on line sustituyeron a las cadenas de emails y el proceso se simplificó. “La vida me cambió radicalmente porque el cliente elegía directamente el balcón que más le gustaba y ya ni te llamaban”, expresa Mikel. La posibilidad de reservar on line también “disparó” e internacionalizó la demanda y, además de Estados Unidos y Japón, la fiebre de los balcones se extendió a Italia, Francia, Argentina, Puerto Rico, Venezuela, México, Australia y China, que está en auge y en los últimos Sanfermines supuso el 10% del total. Ese mismo año, en 2019, el público nacional rondó el 25% y buena parte, destaca Carolina, fueron empresas navarras “que tienen invitados o hacen reuniones por esas fechas”. En total, unas 250 personas disfrutan diariamente del encierro en los balcones de Erreka Incoming y Destino Navarra. 

El chupinazo, 800 euros

La BBC y clientes VIPs

El negocio de los balcones no se circunscribe únicamente al encierro y desde hace años se ha extendido a otros momenticos de la fiesta como el Chupinazo, el Pobre de Mí y hasta la despedida de la comparsa de Gigantes y Cabezudos el 14 de julio.

El Chupinazo es un momento único y el precio también es excepcional: entre 700 y 800 euros por persona para presenciar el pistoletazo de salida a 204 horas de fiesta desde un balcón en la Plaza Consistorial. “Es un cliente con mucho poder adquisitivo o empresas”, apunta Carolina. “Son personas de clase muy alta que pagan 1.000 euros por dormir en un hotel el día 6”, subraya Mikel. 

También hay muchos medios de comunicación que no se quieren perder el inicio de las fiestas: “El tirón mediático es enorme y te suele llamar la BBC, un productor de vídeo o un famoso que quieren emitir su programa desde aquí. No son las campanadas de fin de año, pero casi”, asegura Mikel. Esta experiencia VIP, explican, va acompañada de un aperitivo o bufete, champán y vino.

Ambos reconocen que es una experiencia cara, pero indican que está dirigida a un público muy específico y que en San Fermín los precios siempre suben. “Nadie se queja y nos parece normal que un restaurante ofrezca un menú del día por 15 euros y que en San Fermín ese mismo menú valga 40. Y estamos dispuesto a pagarlo. O que un hotel cobre ahora 100 euros la noche y en fiestas 700. Es pura ley de mercado”, justifica Mikel.

Impuestos: IVA e IRPF

“No nos hacemos de oro”

Además, recuerdan que del precio total hay que descontar los impuestos que pagan a Hacienda. “Hay muchas veces que la gente dice ‘oye, 700 euros, qué caro’. Pero quítale el 21% de IVA, la cosa cambia, porque nuestros precios siempre llevan el 21% de IVA”, aclara Carolina. “Y el IRPF. En total, suponen casi el 50% de los ingresos. No nos estamos haciendo de oro. Cobro 100 y casi 50 son para Hacienda. Eso significa sanidad pública, seguridad y servicios públicos”, incide Mikel.

 Los precios para el Pobre de Mí son más económicos –oscilan entre los 125 y 160 euros por persona– y el público es local, sobre todo familias. “El cliente extranjero prácticamente no lo conoce”, comenta Carolina. “Turísticamente ya no tiene tirón, casi no vienen televisiones y la gente es de Pamplona. En 2019, nos contrató una empresa que hizo un sorteo entre sus trabajadores y la ganadora se lo pasó pipa”, ahonda Mikel. 

Destino Navarra también oferta balcones para la despedida de la comparsa el 14 de julio en el Ayuntamiento. Los adultos pagan 125 euros y los menores de 12 años acceden gratis. “Vienen los abuelos con los nietos y es emocionante ver cómo disfrutan ambos. Los pelos de punta”, confiesa Mikel.

El Txirrintxa y RTVE

Entre 60 y 80 euros

Las empresas turísticas no son las únicas que alquilan balcones por San Fermín. El bar Txirrintxa –en el tramo final de Estafeta con la curva de Telefónica– alquila la primera planta desde 2014, cuando levantaron la persiana. “El comedor tenía muy buenas vistas y vimos que había demanda. La acogida fue muy buena desde el principio”, recuerda Alicia Colomo, encargada del Txirrintxa. 

El establecimiento hostelero comenzó alquilando la Ventana Estafeta –80 euros y aforo para cuatro personas–, Ventanas Gayarre –60 euros y capacidad para ocho personas– Balcones Callejón –35 euros y capacidad para 8 personas– y Balcones Plaza de Toros: 35 euros y capacidad para 10 personas. El desayuno, explica Alicia, va incluido en el precio .

El perfil del cliente, detalla, es mayoritariamente internacional o personas de Pamplona que traen amigos suyos de otros países. También acogen a medios de comunicación, sobre todo a RNE y TVE: “La televisión venía a grabar esta parte del encierro y a veces realizaban el programa previo en las mesas del comedor. La radio también retransmitían la carrera”, apunta.

Desde 2019, no alquinan ni el Balcón de la Plaza de Toros ni el del Callejón: “Incrementó la altura de las carpas del Labrit y dejamos de ver parte del recorrido”, comenta. Este año no saben si los podrán alquilar ya que están a la espera de si el Ayuntamiento autoriza o no la instalación de las carpas.