Son la saga Elizondo: tres generaciones de una familia que lleva El Bullicio en las venas. El patriarca, Miguel, entró en la peña hace 54 años, cuando solo tenía 16. Después, todo ha seguido un proceso natural. Sus dos hijos, David y Mikel, y su nieto Eraitz portaban la pasión por la peña en su ADN y no dudaron en seguir sus pasos. “Yo hice a mis hijos socios en cuanto nacieron y después ellos han decidido continuar de mayores”, relata con ilusión Miguel mientras se busca en las fotografías antiguas que decoran la sede de El Bullicio.

Con 70 años, sus recuerdos en la peña son interminables. “Yo estaba en los txikis de la Aldapa y entré en El Bullicio cuando tenía 16 años porque el resto de la cuadrilla estaba aquí. En ese momento, no estaríamos ni 40 personas y no teníamos ni local. Nos reuníamos en el bar Cordovilla para hacer la asamblea presanferminera. Después, hicimos el local que hoy en día es el de Duguna y más tarde nos pasamos a la calle del Carmen, a lo que era la cafetería Simons. Luego, hemos ido ampliando poco a poco el local y ahora seremos más de 350 socios. Ya soy el único que quedo de aquella cuadrilla de cuando teníamos 16 años, porque los demás se fueron casando y me dejaron más solo que la una. Pero me he echado otros amigos y sigo muy contento”, asegura.

Miguel Elizondo acude todos los miércoles del año a almorzar a la peña y, como no podía ser de otra forma, está gozando enormemente de los sanfermines. “Vengo a almorzar todos los días y luego también hago algunas comidas. Antes era más de cenas, pero ahora ya voy de capa caída y he cambiado. Tuve un susto gordo y ahora soy más de por la mañana”, confiesa.

El único de los 70 sanfermines de su vida que se ha perdido fue el de 2019, justo antes de la pandemia. “Y porque me pusieron un desfibrilador, que si no...”, bromea. “Este año voy a estar hasta el día 12 y luego me iré. Con eso ya suficiente”.

La peña, epicentro de la fiesta

Sus hijos, David, de 46 años y vecino de Ciáurriz, y Mikel, rochapeano de 42, también vivirán los sanfermines con el epicentro en la peña, ese lugar en el que crecieron desde pequeños. “De críos estábamos todo el tiempo en El Bullicio y hacíamos cuadrilla con los hijos de otros socios”, explica David. “Muchos siguen todavía y nos conocemos de toda la vida. Además, yo tengo especial recuerdo del día del txiki en San Fermín porque es una jornada muy bonita. Esas cosas se recuerdan”, añade Mikel.

Estos sanfermines, están yendo todos los días a comer y a cenar a El Bullicio. “No perdonamos una y estamos aquí metidos todo el día. Encima, dejamos una parte cerrada para socios y acompañantes y lo bueno es que si quieres tranquilidad te vienes a esta zona y hace mucho más fresco. Eso no tiene precio estos días”, remarcan los hermanos.

Ambos están viviendo con especial ilusión estos sanfermines después de que la peña estuviera cerrada en 2020 por las restricciones y en 2021 a causa de una fuga. “Los años van pasando y hay que aprovecharlos todos. Hemos estado dos años sin sanfermines y nadie pensaba que pudiera pasar eso”, reflexiona Mikel.

“Sí. A mi hijo le decían que pobre porque no iba a poder disfrutar de los sanfermines con 18 años. Yo decía: peor yo, que me quedan dos años menos. Él tiene toda la vida para disfrutar”, bromea David.

Y, a sus 20 años, Eraitz se está estrenando como peñista mayor de edad. “Todavía no había conocido la peña en San Fermín. Por eso tenía tantas ganas y está siendo un gran estreno, ya he hecho barra el día 7 y todo”.

Y eso que el tema económico casi supone un impedimento para su ingreso en la peña. “Yo tuve dudas para entrar porque me tocó la pandemia con 18 años. Había que pagar la cuota y me costaba un poco. Al final decidí quedarme y creo que he hecho muy bien”.

Los toros, a debate

Las corridas de toros generaron un interesante debate generacional. Miguel, el mayor, recordaba sus grandes momentos en el tendido, aunque asegura que no le gustaban los toros. “Yo he ido a los toros hasta hace cinco años y era de los que no me paraba quieto. Me meneaba de un lado para otro y ahora ando mal de la espalda. El último año salí hecho polvo y ya dije que se acababa”.

Mikel, uno de sus hijos, propone a las peñas el reto de que decidan algún día no ir a los toros. “Es mi esperanza. Creo que, desde que una peña lo decida, van a ir todas detrás. Y espero que sea pronto. Antes, a la hora de los toros estaba todo cerrado y no había nada, pero ahora ya las peñas están abiertas y se organizan actividades a la misma hora. Es un cambio generacional que tiene que darse”.

Por último, Miguel aprovecha para lanzar un mensaje a las generaciones más jóvenes. “Ahora, la gente viene más como si fuera una sociedad, pero antes éramos peñistas y amábamos la peña. Por ejemplo, ahora para sacar la pancarta hay muchos problemas cuando antes nos pegábamos. Y para tocar el bombo igual, nosotros nos llevábamos la maza a casa o a dónde fuésemos para que nadie nos la quitara. Hay que recuperar ese espíritu”.