Uno de los palcos más privilegiados del Encierro es el que la sidrería Chez Belagua, en la calle Estafeta 49, dispone para su clientela, amigos y familiares. Juan Carlos Oroz lo dice rotundo: “No comercializo con esto, es una deferencia que tenemos con amigos. Preferimos que sea gente que valore la experimencia y sienta lo que va a vivir”. De la mítica cafetería Belagua de antaño, que Oroz cogió hace doce años, queda poco, porque hoy es una sidrería, pero sí ha querido mantener el buen hacer, porque, según reconoce, “tener un bar en la Estafeta te da mucha fama, pero también te obliga a mantener el nivel y la calidad, porque la Estafeta es un escparate de la ciudad””. Lo saben bien los pastores del encierro, que han convertido Chez Belagua en su punto de encuentro. Allí amanecen cada mañana, antes del encierro, para echar un café antes de dirigirse a la carrera, y allí acaban por la noche, después del encierrillo: “Se juntarán unos 20 o 25”, dice y añade que estar en el encierro “es muy especial”, por eso el burladero que monta en su fachada es uno de los más envidiados: “Estas casi a la altura. Son segundos, pero sientes el miedo de la gente, la tensión”. El ganadero de Miura lo visitó una vez “y quiso volver, porque vives sensaciones que ni siguiera en una balcón se sienten”, añade Oroz. De hecho, hasta les ha tocado sacar en volandas a más de un mozo agobiado por el miedo antes de la carrera. “¿Qué tiene de bueno? Es especial, pero, además, las calles están limpias desde muy temprano”. Oroz abre su bar a las 8.10 y baja la persiana a la 1.30-2.00. Este año trabajan 32 personas, el doble que el resto del año”, matiza.

“Aquí desayunan los pastores antes del Encierro y cenan tras el encierrillo”