Todo pasa, y todo queda ¿Qué son dos años para una afición? ¿Qué son cien para una plaza? El parón propiciado por la Pandemia, nos lleva hoy a un “Decíamos ayer”. Como si nada hubiera pasado, sabiendo que el futuro todavía nos pertenece. El centenario nos hace mirar hacia atrás para poder seguir mirando hacia adelante, porque queremos seguir diciendo mañana, “decíamos ayer”, igual que lo decimos hoy.

La élite del toreo se congregó ayer en el albero de la plaza de toros de Pamplona. El toreo a pie y el toreo a caballo. La tauromaquia entera. Los mandones del toreo, y los toros más demandados, los que quieren las figuras, los toros de élite. Y con todos esos mimbres, el tiempo, su leyenda, las figuras, las diferentes tauromaquias, los toros que quizás no fueran artistas pero que aspiran a serlo, se celebraron cien años de corridas de toros en la plaza monumental de Pamplona, ahí es nada.

Fue tarde entretenida, llena de éxitos. No hubo coleta que pisara el ruedo que no tocara pelo. Hermoso de Mendoza, El Centauro navarro, que abrió plaza, demostró otra vez que no es del todo cierto eso de que nadie es profeta en su tierra y una vez terminada la lidia del Murube de Capea, pasaba dos peludas por el anillo pamplonica. Roca Rey hacía lo propio con el cuarto de la tarde. Roca tiene fachada, tiene porte, valor y mano izquierda, y derecha, y tiene rodillas que enamoran a todos los públicos en general y al de Pamplona en particular. Si el aniversario de la plaza nos hace mirar al futuro, ahora sabemos, nos guste más o menos su toreo, que éste pasa por Roca Rey, que va a ser él, si no lo es ya, el que marque los tiempos, el que mande en el toreo. Frente a esa tauromaquia arriesgada y tremenda, el reposo y el temple de Morante, tanto tiempo ausente, presencia de quilates. El toreo en una baldosa, el son de sus muñecas, el ritmo de sus telas, la suavidad, campana del sur, campana. En el medio de ambos estilos, un Juli técnicamente incontestable ¿El futuro ya está escrito? l