El primer concierto de estos Sanfermines se celebró el día 7. Tras la espectacular tromba de agua que cayó durante la tarde del 6, que obligó a suspender todas los actuaciones, el día grande de Pamplona había bastante temor, y más después de contemplar la cantidad de agua que cayó durante las primeras horas de la tarde. Al final, la climatología tuvo clemencia y el calor se instaló en el ambiente, pudiendo celebrarse todos los actos con absoluta normalidad.
Así las cosas, La Sra. Tomasa fue el primer grupo que actuó en la Plaza del Castillo, que, como todo el mundo sabrá a estas alturas, es el nuevo emplazamiento para la música en directo que se había desarrollado hasta ahora en la Plaza de los Fueros. Quedan muchas noches para formarse un juicio más meditado, pero, de entrada, no parece que el cambio vaya a ser para mejor. La Plaza del Castillo es una zona que siempre está llena en San Fermín, es lugar de paso para los que entran o salen de lo viejo, está llena de bares… El viernes por la noche, el gentío era tal que resultaba imposible abrirse paso entre la multitud, no ya para llegar al centro, lo que era una auténtica utopía, sino tampoco por los lados, colapsados por miles de personas que charlaban y bebían, ajenos por completo al concierto. A juzgar por lo que se veía en las pantallas, solo la gente que estaba frente al escenario podía involucrarse plenamente en la actuación, mientras que quienes estaban en los laterales tenían que conformarse con bailar los ritmos, porque, desde allí, resultaba imposible entender bien lo que cantaban o fijarse en los instrumentos.
Afortunadamente, a La Sra. Tomasa le sobran tablas y energía para poner a bailar a cualquier audiencia que le pongan delante, y exactamente eso fue lo que hicieron sus componentes en Pamplona. Por supuesto, ayudó el hecho de que su música sea tan idónea para una fiesta como los Sanfermines. La Plaza del Castillo se llenó de ritmos tropicales y latinos, especialmente de salsa, aunque, eso sí, con su peculiar forma de mezclarlos con otros estilos como la electrónica, los géneros urbanos y esa rumba que tan bien facturan. Mención especial mereció su vocalista, Pau Lobo, que no dejó de moverse en toda la actuación, contagiando su hiperactividad a miles de personas. En varios momentos cantó encaramado en uno de los altavoces que había en la parte frontal del escenario, y el público agradeció y supo valorar su esfuerzo, involucrándose muchos de manera muy intensa en la actuación.
A la 1.05, con quince minutos de retraso sobre la hora prevista, saltaron a escena los miembros de Lágrimas de Sangre. El combo catalán es un viejo conocido de esta ciudad y la del viernes era su tercera visita a Pamplona desde el último noviembre, lo que demuestra que sus canciones cuentan con muchos adeptos en Navarra. Como los habíamos visto hace pocos meses en el Iruña Rock, ya conocíamos sus impactantes juegos de luces, mucha veces en formas de rayos láser que se perdían en el cielo sanferminero. Al igual que sucede con sus predecesores y amigos de La Sra. Tomasa, la música de Lágrimas de Sangre siempre se ha caracterizado por fusionar el rap con otros estilos como el reggae, el funk, el pop, el rock o la bossa nova, constituyendo una propuesta e lo más festiva y adecuada para una noche como la del viernes. Venían a presentar su último álbum, Armónico desorden, y ya en los inicios sonó Huele, de letra combativa y perteneciente a este disco. Dada la inmensa cantidad de gente que abarrotaba la plaza, fueron muchos los espectadores que se subieron a hombros para poder ver directamente lo que sucedía en el escenario. Los momentos de mayor conexión con el público se alcanzaron con los cortes más conocidos, como Chispa y Oxígeno, que en su momento grabaron con Kutxi Romero, de Marea, En Manada o Cuando sale el sol.