Osasuna sigue cumpliendo con su parte en este final de temporada imprevisto y, con la victoria frente al Espanyol, llega a la última jornada de Liga con opciones de clasificarse para la disputa de una competición europea. Solo hay un pero, gordo, que un triunfo de los rojillos no asegura periplo continental porque depende de los resultados de los otros invitados a la fiesta. El aficionado rojillo se sigue frotando los ojos por lo que está viviendo en este campeonato cuando menos peculiar, con un inicio ilusionante, una larga racha gris de malos resultados a mitad de Liga que se ha zanjado con una recuperación excelente que catapulta al equipo a la lucha por Europa. Osasuna llega hasta el final en sus pretensiones cabalgado este esprint loco a base de buenos resultados. Pase lo que pase, hay que darle su valor en este año de transición e irregular. Con graves severos en algunos encuentros que ahora pasan factura.
La victoria frente al Espanyol siguió un guion muy parecido al del anterior encuentro en El Sadar. Osasuna se adelantó en el marcador, supo tolerar la intensidad de su rival en el segundo tiempo y, en el mismo acto, con el resultado abierto, dio una lección de eficacia, rematando con un segundo gol en el único disparo entre los tres palos. El portero estuvo acertado y la labor de la defensa siguió a gran altura para echar el cerrojo y que el resto del equipo fluyera, sin lujos, pero de forma suficiente para ganar. La despedida de la Liga de El Sadar ofreció la imagen de un equipo que sabe lo que se tiene entre manos, también por fin desinhibido. Con el Atlético ayudó que los colchoneros no anduvieron con la chispa de otras tardes, y ante el Espanyol, a pesar de su tenacidad, los nervios se enredaron en las piernas en algunas de sus ocasiones y su capacidad tampoco el dio para más.
Además de la victoria, y de seguir con atención lo que pasaba en otros campos, el último encuentro en El Sadar tenía otros alicientes. Budimir se subió finalmente al peldaño más alto de un goleador de Osasuna en Primera División. El delantero croata superó a Julián Vergara, que durante noventa años mantuvo los 20 goles en un solo curso como cifra inabordable, y consolidó por el lado de la historia su perfil de futbolista ya legendario. La marca de Budimir le dio otro matiz a la ilusión del marcador y a la emoción de los puntos.
Osasuna salió a cumplir con su parte del plan muy pronto. Torró remató de cabeza al larguero a los seis minutos y Budimir, diez minutos después, puso por delante a su equipo. Un goleador marca de cualquier manera, y junto a dianas espectaculares y tantos de oportunista, hay otros en los que empuja la fortuna, pero para los que se debe estar ahí, donde se cuece el gol. Los rojillos completaron un buen despliegue, con participación final de Bryan y Aimar Oroz, al que le puso un pellizco de maldad la cadera de Budimir, que desvió la pelota al fondo de la portería. Osasuna ya estaba haciendo su parte del puzzle.
Unai, sin minutos
En la segunda parte, Osasuna supo comportarse ante la mayor presión del Espanyol, que sí demostró su necesidad y su urgencia, aunque no acertó a cómo ejecutar sus buenas intenciones. Un par de ocasiones de Roberto y Puado fueron liquidadas por Sergio Herrera, que es el primero que empuja a la seriedad de su equipo.
Con Osasuna navegando sereno y el marcador sin peligrar de forma clara, se hizo en el partido un sitio para la emoción. Se marchó entre lágrimas Pablo Ibáñez porque jugó en El Sadar su último partido de rojillo, aunque vendrá con otro de Primera a su estadio; y se tuvo que ir lesionado Kike Barja tras quince minutos en el campo en la culminación de una temporada de mala pata. El extremo se rompió en una acción en el centro del campo y tal y como se retorció parecía que su percance iba a ser mucho mayor –en el banquillo se le vio solo con hielo en la zona iguinal–. La lesión impidió que Unai García, el capitán que se marcha, saltara al campo para vivir sus últimos minutos de rojillo en su estadio. Un infortunio total para él, para el aficionado y para el entrenador, que vivió con mala cara esta intromisión en sus planes.
Raúl García, el relevo de Budimir –en peligro para la próxima jornada porque tiene acumuladas cuatro amarillas y otra más le obligaba al descanso–, le dio vida al equipo en los últimos minutos. Un defensa se le cruzó cuando estaba a punto de marcar ante Joan García, pero nadie acertó a pararle en un contragolpe letal y se acabó. Esperanza e ilusión van seguro en el equipaje para Vitoria. La fortuna no siempre viaja.