Es una de esas imágenes clásicas del encierro, como los resbalones de los toros en la curva de Mercaderes o las carreras con la manada en hilera por la Estafeta: Juanpe Lecuona Alonso, en la bajada al callejón.
Siempre en la cara del toro, con sus camisetas del Real Madrid, con su corpachón de navarro del norte. Este año ha habido resbalones y manadas partidas, pero no carreras de Juanpe. Un problema de salud se lo ha impedido.
Hace unos meses le dio una angina de pecho tras un turno muy revuelto en su trabajo como chófer de villavesa, y no era prudente exponerse a la tensión del encierro. “El médico me dijo que no viera ni la final de la Champions del Madrid”, ilustra. Así que, por primera vez desde 1989, ha tenido que ver los encierros desde el tendido de la Plaza de Toros –acompañado por su mujer, Begoña–, mediante repeticiones en la tele... desde la barrera, como si fuera un torero retirado. Pero de eso, nada. Porque no han acabado los Sanfermines y ya está pensando en los del año que viene.
Juanpe notó que algo le pasaba poco antes del verano, cuando empezó a preparar las carreras. “Yo me notaba ahogado y mi mujer me decía que yo no estaba bien”. Acudió a su médico, en el centro de salud de la Rotxapea. Y ahí ya vieron que había pasado algo. Le hicieron las pruebas enseguida y tuvieron que operarle para colocarle dos stent’s en el corazón. Está agradecidísimo a la sanidad pública, insiste. El cardiológo, en plena operación, le dijo que menos mal que estaba allí, porque tenía muchos boletos para sufrir un infarto “inminente e irreversible”, dos palabras que se les han quedado grabadas tanto a Juanpe como a Begoña.
Cuando se dio cuenta de que no iba a poder correr, lo primero que sintió fue “frustración”. “Hasta que leí una frase que decía que todos tenemos dos vidas, que la segunda comienza cuando nos damos cuenta de que solo tenemos una”. El primer día de encierros tuvo que salir de Pamplona para evitar caer en la tentación. No se hallaba sin la ropa de correr, así que fue a dar un paseo por el monte Ezkaba, “el mejor psicólogo”, como recuerda que decía su tío.
Ha tenido tiempo para repasar su trayectoria. Empezó a correr con 16 años, cuando no le habían salido todas las muelas. Y ahora está “canoso y con menos pelo”, bromea. De todos estos años se queda con “la satisfacción personal de conseguir un sentimiento de pertenencia, vinculado a una de nuestras señas de identidad más reconocidas internacionalmente”. Ya está pensando en los del año que viene: “Yo creo que no me voy a poder aguantar, porque me pica muy dentro esto”.
"Mi hijo, siendo un niño, me dijo: aita, sé que el encierro es muy importante para ti, pero por favor, no corras"
Pamplonés de la Rotxa. Nacido en Pamplona el 12 de agosto de 1972, los problemas de discapacidad de sus padres –Ignacio y Josefa– le obligaron a pasar parte de su infancia en distintos hogares sociales, desde el desaparecido hogar Santa María la Real o el Nuevo Futuro de Huarte. Por parte paterna desciende de Latasa y ha estado muy vinculado a su tía viuda y a Manolo Astiz, su primo e “ídolo de la infancia”.
Padre de cuatro hijos. Junto con su mujer, Begoña, es padre de cuatro hijos: Ibai, el mayor, que tiene 25 años y trabaja para una empresa del sector farmacéutico, y los trillizos Iraia, Odei y Naroa, que tienen 23 años.
Conductor de villavesas. Ahora mismo trabaja como chófer de las villavesas. “Lo que peor llevo es que mi empresa no conceda las únicas vacaciones que me gustaría elegir al año en Sanfermines”.
¿Cuál recuerdas como el mejor momento? Nada más después de correr miro al cielo, visualizo a mis seres que están por allá arriba. Después procuro juntarme con los de aquí, trato de disfrutar compartiendo tiempo, abrazos, besos y sonrisas. El afecto es gratis y de un valor incalculable.
¿El peor momento que recuerdas? Ibai, mi hijo mayor, era un niño cuando una mañana me dejó una nota manuscrita sobre la ropa preparada para el encierro. Lo recuerdo como el día que más dudas he tenido. En esa nota ponía: “Aita, se que el encierro es muy importante para ti, pero por favor no corras. Te quiero mucho”.
¿Un encierro que tengas muy marcado en la memoria y por qué? 1993, montón histórico al final de Estafeta, momentos de angustia con los Pablo Romero... No voy a decir el porqué: merecidamente, existen dudas sobre lo que contaron mucho corredores.
¿Han cambiado mucho los encierros desde los noventa hasta hoy? Muchísimo. Desde la estética urbanística, eliminando aceras, losetas, etc... hasta la manera de correr. Ahora hay mucha carrera a la valenciana, cogiendo mucho el cuerno del toro. Yo no lo veo así, pero todos hemos tenido que adaptarnos.