Las calles de la ciudad, que durante nueve días han sido un lugar de alegría y de emoción, empiezan a recuperar poco a poco la normalidad. Pamplona está teñida de melancolía y los vecinos volviendo a su rutina habitual. Los puestos de las calles han desaparecido y los bares están aclimatándose, como de costumbre, a su clientela. La ropa roja y blanca, guardada con cariño en el cajón, no volverá a ver la luz del sol hasta el año que viene; pues aquí se terminan las fiestas y los vecinos lo saben. Pamplona recupera su calma típica, pero el espíritu de San Fermín, con su mezcla de pasión, devoción y diversión, queda latente, esperando despertar de nuevo el próximo 6 de julio.
El sector encargado de la limpieza de la ciudad, cuyo mérito consta de un valor incalculable ya que, sin ellos, San Fermín sería imposible e impensable, explica que “los primeros días había muchísima suciedad y por ello, mucho trabajo. Por lo general, las personas respetan el trabajo del barrendero y lo facilita, salvo algunos que no entienden que venir a Pamplona de fiesta no quiere decir hacer lo que ellos quieren”. Además, todo aquel que haya vivido la noche sanferminera observará que muchos aprovechan a orinar y a hacer sus necesidades entre los coches. En principio, es cierto que no puede contemplarse este comportamiento. Ahora bien, señalan muchos jóvenes que “los baños de los bares están llenos de gente y por eso orinan en las calles. Por otro lado, los baños portátiles son pocos y están mal distribuidos.”
No hay que olvidar la importancia de otros sectores como el de seguridad y la atención médica. Distintas medidas combinadas, como las campañas de sensibilización previas y durante San Fermín y la información en tiempo real, promueven que la fiesta se celebre de manera segura, permitiendo a los participantes disfrutar del evento mientras los riesgos se intentan minimizar lo máximo posible.
El que se haya facilitado los números de emergencia y su rápida actuación, han promovido un mayor bienestar entre los y las jóvenes. “El tener móviles nos hace estar más seguros. También, y aunque muchas veces no nos conozcamos los que estemos en el mismo bar de fiesta, para cualquier situación en la que alguien sufra y esté incómoda habrá gente que ayude. Cada vez, son más las personas que tienen conciencia de ello y conseguir esta seguridad ha sido algo muy costoso. Sin luchar no lo habríamos conseguido, aunque es algo que todo el mundo tendría que saberlo sin que nadie se lo dijese”, comentó Isabel Ansorena, una joven pamplonesa.
Si que es cierto que las denuncias por sustracción de móviles han sido iguales o mayores que otros años. El que venga más cantidad de gente también facilita este hecho que debería castigarse con mayor dureza.
Una vez más, las urgencias se llenaban cada día de San Fermín. Ahora bien, todo aquel que haya vivido en Pamplona sabrá que durante el invierno es corriente encontrar las urgencias llenas. Por ello, asumiendo el incremento de gente en estos días, resulta asombroso el trabajo del personal sanitario.
Por último, en cuanto a la hostelería, Erik García, otro joven pamplonés, expresó que “las bebidas en los bares son muy caras. Al saber que los clientes van a comprar todo a cualquier precio, más viniendo de fuera, la gente de aquí tenemos que pagar muchas veces más de lo que durante el año estamos acostumbrados”.
A pesar de todo lo malo que ocurre en estos días, la celebración sigue siendo un símbolo de identidad local y un evento de gran relevancia turística y económica para Pamplona. San Fermín es algo más que una fiesta; es ilusión, tradición, cultura y un toque de locura sana que nos permite escapar de nuestro día a día y la rutina a la que estamos acostumbrados.