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Viajar con el riñón portátil

El vizcaíno Jesús Molinero ha visto cambiar su vida familiar y laboral desde que hace un año la autodiálisis le permite conectarse cada noche a una máquina de doce kilos que le depura la sangre.

Viajar con el riñón portátil

JESÚS Molinero se despierta cada mañana con los pitidos de una cicladora firma Baxter a la que se conecta durante las ocho horas "inamovibles" que necesita cada día para depurar su sangre mediante autodiálisis. 53 años, natural de Barakaldo, está casado, tiene dos hijos y su trabajo como comercial le obliga a viajar de un lado a otro. Ayer se acercó al Congreso Nacional de Nefrología que se celebró en Pamplona. Su enfermedad renal no le limita la movilidad; su equipaje es una maleta de "refuerzo" donde guarda su riñón portátil mientras pelea con los aeropuertos que le plantean "problemas" para llevarla en cabina. El aparato apenas pesa 11,3 kilos y su reducido tamaño le permite viajar con él.

Hace nueve años que le diagnosticaron una insuficiencia renal, hace cuatro inició el tortuoso proceso de diálisis peritoneal manual cuatro veces al día (entradas y salidas de líquido en el cuerpo para limpiar) lo que era un "incordio porque tenía que interrumpir el trabajo para ir a casa y estaba muy limitado; luego al pasar a ocho ciclos todo se complicó". Desde hace un año y sin función renal ha pasado a un nuevo estadio: la máquina cicladora -orientado desde el Hospital de Cruces- con la que ha ganado "calidad de vida, y le permite hacer una vida normal". "Al hospital acudo cada dos o tres meses para hacer análisis, el resto lo controla la máquina".

Se acuesta a las once de la noche, hora en la que se enfucha a la máquina a la altura del peritoneo (un catéter). Primeramente coloca en la máquina las bolsas de líquido que ésta introduce después en el cuerpo para lograr limpiar la sangre durante el tiempo que haya establecido el nefrólogo -ahora 40 minutos-. Posteriormente la máquina extrae el líquido con las sustancias tóxicas y anota la información para el especialista. Jesús necesita ocho ciclos (infusión, permanencia y drenaje), es decir, toda la noche. "No siempre duermo, me llevo el ordenador a la cama y sigo trabajando un rato", explica. Si el aparato no ha finalizado el trabajo mientras se encuentra tumbado, la máquina avisará para que continúe el drenaje sentado. Para completar el proceso emplea 14 litros de un líquido especial depurativo y es el propio laboratorio el que se encarga de enviarle las bolsas allí donde se encuentre. Este sistema de diálisis está funcionando "mucho al menos en Vizcaya y yo creo que es lo más habitual porque la hemodiálisis (sacar la sangre del cuerpo) se usa en casos clínicos más difíciles o personas mayores; en gente joven la cicladora es lo mejor porque te da libertad todo el día", admite. Una alternativa cómoda a la espera de la solución final: un transplante.