pamplona. La crisis no perdona la gruesa letra de la hipoteca, la última deuda que dejan de pagar las personas en dificultades. Las situaciones más devastadoras se están viviendo entre familias donde uno de los miembros se queda en el paro y la vivienda finalmente se transfiere, previa subasta, a un tercero que paga por ella un precio inferior. De hecho, la banca navarra ha multiplicado por cuatro en dos años las demandas de ejecuciones hipotecarias ante el juzgado de primera instancia número 6 de Pamplona. La ejecución hipotecaria es el procedimiento que permite al acreedor, generalmente bancos o cajas, subastar el inmueble que garantizaba una deuda impagada para recuperar su importe y los intereses.
La buena noticia es que desde que se inicia el procedimiento hasta que culmina la subasta de la vivienda el deudor no se queda en la calle. Y puede pasar bastante tiempo, aunque entre tanto crezca la deuda contraída a la velocidad de una bola de nieve. Lo que ocurre es que el stock de viviendas es difícil de absorber y los bancos no están interesados en malvender las viviendas, cuyo valor de tasación está en este momento muy por debajo del valor real de mercado. Pueden pasar años.
El año pasado se presentaron en Navarra un total de 451 ejecuciones hipotecarias frente a las 178 del 2007, y en lo que va de año, hasta junio, suman 338 (56 mensuales) en un crecimiento en avalancha. Por el contrario, el número de subastas apenas ha aumentado en los últimos dos años. "En todo el trimestre sólo hemos celebrado tres subastas", admite José Alonso, secretario judicial del Juzgado de Primera Instancia número 6 de Pamplona. "Las pocas que salen se las queda el banco, pero lo mismo que el mercado está parado porque la gente no compra pisos, aquí ocurre igual", remarca. "Hay muchas ejecuciones que no llegan a subasta porque los bancos esperan a que lleguen tiempos mejores, a verlas venir... Si el banco no pide que la vivienda salga a subasta no sale, es a instancias del banco que ejecuta la hipoteca. Y no tienen prisa porque saben que no van a poder venderla", reitera. Mientras tanto, el inquilino puede seguir disfrutando de su vivienda aunque sabe que prácticamente "está en manos del banco hasta que no se celebre la subasta, y mientras tanto la deuda irá en aumento". En otras ocasiones, las entidades financieras recurren a la subasta porque tienen un posible comprador o cuando cuentan con un stock inasumible, según fuentes de la banca. "Hay viviendas que se tasaron muy por encima, ahora valen menos y nadie va a ofrecer una cantidad que sea adecuada para cubrir la deuda, es decir el importe del préstamo es superior a lo que vale la casa y a lo mejor no conviene venderla", indica Alonso. Por ejemplo, si un particular compró una casa de 150.000 euros cargando con una hipoteca de 140.000 euros y ahora sale a 120.000 euros a subasta, al banco no le interesa venderla sino esperar quizás dos años para ver si vuelven a subir y satisfacer así la deuda. Por otro lado, la subasta implica unos gastos, publicación en el boletín, etcétera...
Hace dos años lo habitual en una subasta era encontrarse las "mismas caras", los llamados subasteros, gente profesional que se dedicaba a la compraventa en un momento en que el mercado se revalorizaba por momentos. "Había pujas para ver quién daba más, y se calculaba hasta la última peseta", apostilla Alonso. "Ahora no se ven subasteros o financieros, y particulares, pocos, porque tienen más dificultad para comprar y vender pisos. Antes había menos préstamos impagados al no haber una situación de crisis económica, ahora tenemos más ejecuciones pero las subastas serán más o menos las mismas", apostilla.