san sebastián. Siete meses después de que José Ignacio Munilla tomara posesión de su cargo como obispo de San Sebastián, el teólogo Joxe Arregi cuelga los hábitos tras medio siglo de sacerdocio. Dos realidades que guardan directa relación, ante una sucesión de acontecimientos que se han precipitado de un modo inusual en el seno de la Iglesia, siempre tan dada a lavar la ropa sucia de puertas adentro. "No he necesitado de grandes discernimientos: o acataba o me iba". Son palabras del propio Arregi hechas públicas ayer en un artículo escrito de puño y letra -Franciscano sin hábito- en el que da cuenta de los motivos que han provocado su abandono. "Dejaré la orden, y con ello pierdo mucho, pero quién sabe si, al final, el perder no será una ganancia también esta vez", reflexiona el religioso, obligado a escoger el camino de "la vida con todos sus riesgos".

Era ayer un día en el que su entorno más cercano decía sentirse de lo más "apenado". Arregi deja su "Arantzazu del alma", donde ha vivido 17 de sus 57 años, convertido en una persona que no ha cosechado más que parabienes en su labor docente, pero que del mismo modo mantenía puntos de fricción por su manera de entender la cristología. Discrepancias traducidas en un irreconciliable enfrentamiento con la postura oficial de la Iglesia, en concreto, con el obispo Munilla. Su entorno vive con pena y dolor la si-tuación pero, en rigor, a nadie sorprende la decisión tomada dado el cariz que habían tomado los hechos. El propio Arregi reconocía ayer que era "previsible" un desenlace así desde aquel 23 de diciembre, en el que le impusieron guardar silencio para evitar medidas más drásticas.

El teólogo era por aquel entonces uno de los sacerdotes guipuzcoanos que más decididamente criticó la designación de Munilla como obispo de la Diócesis de Donostia. De algún modo, "había que callarlo", algo que el propio franciscano acató guardando silencio durante unos meses. Hasta que el 17 de junio Arregi dio un paso que le dejaba ya con pie y medio fuera de la orden. Fue cuando hizo público el escrito Tomo la palabra, donde el religioso llegó a denunciar que el obispo exigió su destierro

Ahora, en su despedida, el franciscano tiene palabras también para Munilla, a quien le desea "lo mejor". Y lo mejor, a su entender, pasa por "escuchar, respetar y secundar la voz de la inmensa mayoría de su comunidad diocesana", de la que Arregi dice que seguirá siendo parte activa.