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¿Quién quería matar a Yamiled Giraldo?

En el juicio del crimen de Cordovilla no se trata sólo de ajustar la pena de prisión de los asesinos conforme a la consideración jurídica que se otor-gue a sus delitos; también hay que despejar las incógnitas de las órdenes dadas para matar a Yamiled, de cuyo ordenante no se habla.

NO es un hecho baladí que en el juicio por el atroz crimen de Cordovilla se haya demostrado que cuatro de los cinco acusados no tuvieran vinculación alguna con la víctima ni la conocieran siquiera de soslayo. Dos de ellos, los autores Rodrigo Solaeche y Nira Arandigoyen, aceptaron el trabajo de acabar con Yamiled Giraldo, según dijeron en el juicio, uno "por dinero" y otra "por amenazas" de su ex marido (Karlos Igari, otro de los acusados). Rodrigo y Nira confesaron ser adictos a varias sustancias estupefacientes y el nexo de unión entre ellos resulta ser Igari, que cometió un atraco con Solaeche en una sala de juegos de Pamplona y que es el exmarido de Nira, con la que tiene una hija pequeña. Sin embargo, aunque Nira declaró que Igari fue el que le dio los datos precisos para localizar a Yamiled Giraldo, no consta que éste conociera de nada a la fallecida. De ahí que la policía estableciera en la investigación una cadena de mando, en la que Igari era el enlace con los ejecutores del crimen y otro de los procesados, Pedro Andrés García Pérez, se desprende de las pruebas que fue quien encargó la adquisición de los móviles usados para preparar la encerrona a la víctima y contactar entre sí. Sin embargo, ni Solaeche, el sicario; ni Arandigoyen, la mujer que atrajo a Cordovilla a Yamiled con un encargo falso; y tampoco Igari ni García Pérez guardaban alguna rencilla o habían tenido problemas con la vecina de Ituren que les llevara a diseñar su muerte. Para ellos era anónima. Por lo oído en las vistas orales, con afirmaciones muy diferentes a las que se realizaron ante la policía y la juez instructora, todos los implicados en el caso han rectificado esas declaraciones con un único objetivo: alejar a José Lareo López de haber dado la orden para que se materializara el crimen. Coincide que Lareo disfrutaba de permisos penitenciarios, tenía relación con los otros dos presos procesados, contactó con Nira en varios momentos y lugares y, además, es el único con un pasado que le vincula a Yamiled. Fue su jefe en el club de alterne Camino Rojo (Doneztebe), abusó sexualmente de ella y de otras dos compañeras, les obligó a ejercer la prostitución bajo coacciones y, tras las denuncias y testimonios de las mismas, fue condenado a 18 años de prisión. En aquella ocasión se fugó a Colombia para eludir su ingreso en la cárcel y se le atrapó 15 días después.