Pamplona. "Trabajar menos para trabajar todos". Es el modus operandi que distingue al colectivo trapero: trabajo en equipo, trabajo compartido, trabajo solidario y trabajo alternativo. Es lo mismo, son las señas de identidad de una comunidad que, además de vivir de la basura, reciclar y prolongar la vida (la humana y material), lucha contra un mundo injusto que, además, lo han sufrido (algunos han vivido la exclusión de primera mano).
Lo cierto es que el viejo debate sobre la redistribución del empleo nunca se ha planteado en serio, ni entonces ni ahora en plena crisis, pero los Traperos de Emaús ya lo pusieron en práctica en los años noventa: seis horas de tajo. Frente a una política de austeridad y recortes, frente a un modelo de "trabajara para ganar y para consumir", la comunidad Emaús lleva tiempo reivindicando el reparto del trabajo, tener más tiempo para vivir, para compartir, y la necesidad de reinventar una nueva forma de ser y de estar en esta sociedad. "Tenemos una vocación colectiva, queremos contribuir a una sociedad mejor, es una reivindicación, una provocación...", asevera José María García Bresó, director de la Fundación Traperos de Emaús en Navarra. Trabajan con gente "desterrada, aparentemente inútil que trabaja con lo aparentemente inútil, lo que tira la sociedad, pero que en realidad defendemos la vida y la protegemos". Es el denominado bloque de "exclusión social", un amplio abanico que lo componen familias monoparentales con hijos, desempleados de larga duración, personas con adicciones, desarraigos, problemas judiciales, transeúntes, sin papeles... aunque cada vez van llegando casos con un perfil más "normalizado" como resultado de la crisis: el funcionario con un trabajo en precario que se ha quedado en el paro, la persona que no accede a la renta básica, "vienen a pedir trabajo con situaciones sangrantes y no puedes hacer nada... padres de familia con cuatro hijos y que se han quedado en la calle tras un desahucio". "En Emaús hay gente que tiene dificultades y otras que denunciamos las dificultades que tiene la gente. Las llamadas a la austeridad en realidad encubren una realidad denunciable, que es el recorte brutal del Estado de derecho", revela un revolucionario. "Y el mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria", como dice Ernesto Sabato. La diversidad es su mayor "riqueza": en el colectivo conviven personas "con diferentes talentos, culturas, realidades y un total de 23 nacionalidades", admite.
Es difícil que en la nave de Sarasa, en Belzunce o en las tiendas traperas no se conozca la vida, las alegrías o los problemas del compañero de al lado, y que a estos no se les dé curso. Porque las personas encuentran algo que "todos queremos: cariño y que nos traten bien; ser alguien en el mundo. Trabajamos mucho con el afecto". El respeto y la igualdad son clave en una comunidad donde muchos empiezan de cero una nueva vida: "De hecho una norma del colectivo es que el pasado no interesa a nadie. Somos libres, dueños de nuestro momento, de nuestro presente y de nuestro futuro, no condicionados por lo que hemos hecho en el pasado. A nadie se le pide el historial, nos vamos manifestando en función de la confianza que surja. Hay quien aquí viene porque estuvo en el talego y nadie le da trabajo, y en las empresas se enteran además de su cartilla...", señala.
Además de contribuir en la construcción de un mundo más "habitable" ("reducimos el consumo, reutilizamos y destinamos al reciclaje lo más posible"), Traperos de Emaús da empleo a 206 personas que trabajan seis horas y media, menos que la mayoría, "para ofrecer trabajo a más personas". Trabajar codo a codo e igualdad salarial priorizando en este modelo a las personas con mayores dificultades sociales o laborales. El salario bruto oscila entre los 840 y los 1.100 euros. Además, los diferentes tipos de trabajo se adaptan a las personas, a la vez que se desarrollan "procesos de trabajo seguros que minimicen los riesgos para la salud laboral y personal".
¿crisis? La crisis no hace excesiva mella en este complejo mercado de la basura o al menos se procura contener desde esta fundación sin ánimo de lucro. El año pasado incluso lograron incrementar la plantilla en relación a 2010, si bien ante la "complicada realidad social, económica y laboral, y como medida para controlar el déficit del ejercicio 2011", este año se mantienen los salarios congelados, y se ha situado en 25 los días laborables de vacaciones frente a los 24 actuales. Por otro lado, se apoyan acciones solidarias externas con dinero del colectivo y también a través del fondo solidario, una iniciativa por la que unos 20 compañeros y compañeras aportan parte de su sueldo mes a mes para este tipo de acciones. Además del salario, disponen de apoyos colectivos que "nos permiten cubrir necesidades personales básicas": el 50% de lo que no cubre la Seguridad Social (ópticas, dentistas, masajistas, callistas, terapias psicológicas especiales...), además del acceso a bienes personales y domésticos a precios simbólicos (muebles, electrodomésticos, ropa...), préstamos personales sin intereses y a pagar "cómodamente", así como otras ayudas personales extraordinarias. Traperos procura que todos sus miembros participen en alguna de las actividades extralaborales y de formación: talleres en habilidades laborales, habilidades sociales (taller de coser, de resolución de conflictos, de euskera, etcétera), medioambientales (conducción eficiente, mercado del reciclaje...), espacio Emaús (encuentro de comunidades) y educación popular. Tienen además un área de ocio y tiempo libre con comidas del mundo, cine, excursiones... Son una familia.