BILBAO. La Ertzaintza no tiene evidencias todavía sobre qué tipo de homicida es Juan Carlos Aguilar, el falso monje shaolín de 47 años con un carácter prepotente y narcisista. No sabe si es un asesino ocasional, si Ada (la mujer nigeriana fallecida el miércoles) y Jenny (la colombiana descuartizada) fueron sus únicas víctimas, asesinadas con nueve días de diferencia o si formaban parte del tétrico palmarés de un posible asesino en serie.

La investigación se centra ahora en el pasado de Aguilar. Los agentes de la División de Policía de lo Criminal deben revisar aspectos como la muerte de su hermano en 1997, supuestamente aplastado por un montacargas, en el mismo gimnasio que se ha convertido ahora en el escenario de un doble crimen.

Los primeros pasos se dirigen también en otra dirección: la base de datos sobre personas desaparecidas en el entorno de Bilbao en los últimos años. La Ertzaintza busca entre mujeres, pero los agentes son conscientes de que Aguilar puede haber encontrado víctimas en el lado más vulnerable, entre inmigrantes y prostitutas callejeras, gente que cambia con frecuencia de domicilio sin dejar rastro.

Sobre Jenny Sofía Rebollo, la colombiana de 40 años que fue identificada por sus huellas dactilares, había una denuncia por desaparición formulada unos días después de su muerte. A pesar de los esfuerzos de la comunidad colombiana en Bilbao por dibujar un perfil edulcorado, otros testimonios aseguran que esta mujer se movía en entornos cada vez más marginales, muy en contacto con la droga y el alcohol.

TRAYECTORIA PERSONAL La Ertzaintza confía en encontrar material interesante dentro del disco duro del ordenador personal de Aguilar y de los de su empresa incautados. Se buscan claves en un pasado que arranca desde el regreso de Aguilar de China, a donde viajó en 1994 y visitó el templo Shaolin, en Henan. A partir de esta experiencia inicia una trayectoria profesional que dura 20 años en la que predomina el aspecto mercantil frente al espiritual.

En estos años de expansión es cuando se produce el accidente que le cuesta la vida a su hermano, precisamente el hombre, según algunos testimonios, que llevó a Juan Carlos Aguilar hacia la práctica del kungfu. La Ertzaina analizará el expediente policial tras conocer que el hermano de Aguilar murió atrapado por un ascensor en el número 12 de la calle de Máximo Aguirre de Bilbao, el mismo inmueble donde se produjeron los crímenes .