La gota se hizo lluvia; el río, océano. “Toda esta normativa sobre los drones está pensada para regular el espacio aéreo porque su utilización, con la ocupación del espacio aéreo, se estaba convirtiendo en un peligro”, explica Ricardo Maruri, instructor de vuelo de la escuela de pilotaje Flybai, con sede en Derio, centro que impartirá clases de pilotaje de esta clase de aeronaves. La invasión de los drones, aeronaves no tripuladas manejadas mediante radio control o móvil, ha alertado a las autoridades, preocupadas por la seguridad aérea. “Ha habido varios sustos, no se trata de un juguete”, advierte Maruri.

El misterioso vuelo de algunas de estas aeronaves sobre varias centrales nucleares francesas hace varias semanas han servido para poner la lupa sobre unos artilugios con enorme potencialidad en distintos ámbitos, unos dispositivos que han revolucionado el espacio aéreo no solo en su uso militar como arma de guerra, sino también en el campo de la aviación civil. “Esto irá a más porque los drones tienen muchas posibilidades”, sugieren desde Flybai. El impacto de este tipo de industria es importante, pero en los próximos años se espera una eclosión. Así al menos lo creen los estudiosos del fenómeno.

Desde Bruselas se estima que la fabricación de drones con fines civiles acaparará en una década el 10% de la facturación del sector aeronáutico. Ese porcentaje supone un volumen de negocio de unos 15.000 millones de euros anuales. Los mismos cálculos hablan de que se crearán unos 250.000 empleos alrededor del mercado de drones para el año 2050.

Al igual que el pretérito Internet, -una creación para las comunicaciones militares, después democratizada para el uso civil-, el empleo de los drones nació como parte de los planes militares de las grandes potencias. Estados Unidos realizó la primera misión con un dron el 23 de enero de 2009. La aeronave de la CIA que actuó en Pakistán estaba siendo controlada y guiada desde decenas de kilómetros de distancia por un piloto que seguía la trayectoria de la aeronave con visión a tiempo real.

Desde entonces y hasta comienzos del presente año, se contabilizan 2.400 muertes provocados por ataques de drones provistos de arsenal militar. Lejos de esos usos, y sin ese alcance ni autonomía de vuelo, esta clase de aparatos que flotan en el cielo sirven en su versión civil para “operativos de rescate, de vigilancia, para filmación de eventos deportivos... dependiendo con lo que se les equipe”.

En la actualidad, los drones pueden adquirirse tanto en las estanterías de las jugueterías como en los almacenes de artilugios tecnológicos debido el abaratamiento de sus precios. “Se pueden comprar drones recreativos desde 400 euros y los hay más baratos, lo que les convierten en algo muy apetecible para una gran cantidad de personas”, apunta Ricardo Maruri. La tecnología dron está al alcance de la mano, de muchas.

Tal vez porque al ser humano siempre le fascinó la idea de volar con o sin alas: desde Ícaro pasando por Da Vinci y hasta los hermanos Wright, los drones se han convertido en objetos de deseo. Bajo esos parámetros, una tecnología desarrollada por la industria armamentística para misiones militares, se ha equiparado a la juguetería sofisticada años después. “Los drones son cada vez más accesibles”, indica Maruri.

Ese salto al traje civil ha producido un efecto multiplicador inmediato. Alterado el tablero y ante el masivo despegue de los drones, los legisladores han establecido una normativa que entró en vigor el pasado 4 de julio con la intención de regular el tráfico aéreo. La norma recoge que para pilotar un dron es necesario realizar un curso de al menos 50 horas teóricas y 10 prácticas, un aprendizaje que tiene que estar regulado por una ATO, que es una escuela de pilotos de vuelos comerciales. “Se trata de pilotar, no desde dentro de una aeronave, es cierto, pero no deja de ser una modalidad de vuelo y una ocupación del espacio aéreo”, argumentan desde Flybai.

Aprender a volar La escuela de pilotaje iniciará los cursos para el manejo de drones, -aeronaves que tienen prohibido sobrevolar zonas urbanas, aeropuertos, así como zonas sensibles- en enero del próximo año. “Existe una demanda cada vez mayor para obtener la licencia de drones. Nos ha sorprendido. No nos esperábamos esta respuesta. Ya hemos cubierto el primer cupo de diez alumnos y continúan llamando interesándose por el curso de pilotaje de drones”, ilustra Ricardo Maruri, que será el instructor de vuelo de un curso que cuesta 1.500 euros. Para acceder al curso práctico de 18 horas, que se realizará durante tres fines de semana, los alumnos deberán primero aprobar el examen teórico al igual que ocurre en las autoescuelas. La teoría consta de 60 horas, un curso de 15 días. “Como sucede con las clases para piloto, quien maneje un dron tendrá que aprender lo relativo al vuelo, a la lectura de mapas, meteorología, navegación general, etc...”.

Con la crisis aún pegada al cogote de la sociedad, el pilotaje de drones “está siendo valorado como una salida laboral”, dice Maruri. “Tiene potencial para distintos campos como la fotografía aérea, los medios de comunicación, para la cartografía y tal y como están las cosas con el trabajo... para muchos les puede suponer un plus”, considera el instructor, que confiesa que entre las personas que se han puesto en contacto con la escuela de pilotaje no existe un perfil concreto respecto a las personas que quieren aprender a manejar drones. “De hecho nos sorprendió que un fontanero se interesara para su uso en el trabajo. Me explicó que el aparato dotado de una cámara le puede servir para reconocer qué problemas puede haber en un instalación alta y así acceder a ella sabiendo lo que se va encontrar, ahorrando tiempo para ello”.

Límite de 120 metros de altitud El reconocimiento a vista de pájaro es una de las grandes ventajas de estas aeronaves que funcionan con una batería cuya autonomía, de momento, no es muy duradera en las versiones civiles. “Ese es uno de los principales problemas, pero su durabilidad irá en aumento en el futuro”, reconoce el instructor de vuelo de los drones, máquinas que están clasificadas por peso. En el primer nivel, el más básico, se encuentran los artilugios que pesan menos de dos kilogramos, después están los de entre dos y 25 kg, para finalizar con aparatos de más de 25 kg. Estos necesitan una matrícula de identificación y un permiso especial. La velocidad y el alcance de vuelo también depende de lo que se invierta en ellos porque el precio “va unido a la inversión tecnológica que lleve la aeronave”, establece Maruri. Por normativa, los drones “no pueden sobrepasar los 400 pies de altitud en vuelo, unos 120 metros, y su distancia máxima, su rango, está fijado en 500 metros” tomando como referencia el punto “desde el que se controla”, refleja Ricardo Maruri.

La tecnología es inherente a los drones, que en sus nuevas versiones vienen equipados con un GPS programable que posibilita al aparato recorrer posiciones preestablecidas, lo que ofrece una mayor seguridad en el vuelo. “Para el aprendizaje se marca en el GPS el lugar de salida por lo que el dron es capaz de regresar a la posición de salida él solo”, explica el instructor de la escuela de pilotaje.

Una tecnología similar a la que se emplea en los robots limpiadores sustitutos de los aspiradores, a los que se le programa una tarea y son capaces de retornar al punto de partida sin necesidad de manipularlos nuevamente una vez fijada la orden. “Más o menos se parecen, pero estos vuelan”, bromea Maruri.

Transporte. Amazon trató de incorporar los drones para entregar paquetería. Lejos de ese uso, estas aeronaves pueden emplearse para enviar medicamentos o material urgente a zonas de difícil acceso o en conflicto.

Agrícola. Para la pulverización de fertilizantes o pesticidas a cultivos desde el aire y también pueden ser usados como guías de tractores de riego. Emergencias. Para la búsqueda de personas o para detallar zonas que han padecido un siniestro. Pueden emplearse incluso por la noche.

Cartografía. Se puede emplear para realizar mapas en 3D así como para tareas de vigilancia en presas, inspección de minas, etc...

Meteorología. Para el seguimiento y recopilación de datos sobre distintos fenómenos meteorológicos.

Periodismo. Una herramienta que ofrece otra perspectiva de distintos eventos gracias a las posibilidades de lograr imágenes aéreas espectaculares.