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“La visión androcéntrica en la investigación de salud identifica lo masculino con la norma”

Las desigualdades entre hombres y mujeres a la hora de la atención sanitaria puede distorsionar diagnósticos, apunta Elena Aldasoro, que hoy disertará en Alsasua sobre salud y género

“La visión androcéntrica en la investigación de salud identifica lo masculino con la norma”

alsasua -Elena Aldasoro, doctora en Medicina e investigadora del departamento de Salud del Gobierno Vasco y médico de Alsasua, disertará esta tarde sobre salud y género, una mirada que saca a la luz cómo desigualdades entre hombres y mujeres en la atención sanitaria y en el estado de salud pueden distorsionar diagnósticos. La cita será a las 19.00 horas en el centro Iortia de Alsasua, organizada por Altsasuko Mugimendu Feminista.

Hace 15 años participó en una investigación pionera en el Estado sobre desigualdades de género en el infarto agudo de miocardio. ¿En qué consistió?

-El análisis se llevó a cabo en el marco de un estudio, realizado conjuntamente con otras siete comunidades autónomas, destinado a generar conocimiento para mejorar la práctica clínica y los programas de promoción de la salud. En un principio no estaba diseñado desde la perspectiva de género y se definió como población a estudio las personas con edades comprendidas entre 25 y 74 años, tramo de edad de mayor incidencia total. Al realizar la descripción de los resultados nos dimos cuenta de que solo el 18% de las personas con infarto que resultaron incluidas con este criterio eran mujeres. La razón que explica este hallazgo es que los infartos en las mujeres ocurren, como promedio, 10 años más tarde que en los hombres, por lo cual muchas de ellas quedaban fuera del estudio. A partir de este primer análisis se incluyeron para el estudio todas las personas mayores de 75 años. Otro descubrimiento relevante fue que, aunque en las mujeres la enfermedad es menos frecuente que entre los hombres, la mortalidad una vez sufrido el infarto es mayor entre las primeras.

¿A qué conclusiones llegaron?

-Que en las mujeres el promedio del tiempo entre los síntomas y el tratamiento es mayor que en los hombres. Para superar un infarto es de vital importancia que la demora desde el inicio de los síntomas hasta el tratamiento de revascularización sea la menor posible. De hecho, a la primera hora se le llama la hora de oro. Las mujeres acuden más tarde y sufren mayor retraso en recibir los cuidados médicos, en gran parte porque la caracterización del infarto se ha realizado desde una perspectiva androcéntrica, que identifica los síntomas y signos del infarto con la sintomatología de los hombres, diferente a la de las mujeres. Además, existe una menor percepción de riesgo de padecer un infarto en el caso de las mujeres, tanto entre profesionales como en las propias mujeres.

¿Ha cambiado algo desde entonces?

-Afortunadamente está cambiando. Estos hallazgos se han encontrado en muchos estudios de diferentes países y ha aumentado la sensibilización sobre las diferencias entre hombres y mujeres y la necesidad de tenerlas en cuenta.

¿Hay sesgos de género en el abordaje de las enfermedades?

-Sí. La revista Nature, en una de sus editoriales del año 2010, hacía un llamamiento sobre la necesidad de incluir la perspectiva de género en la investigación biomédica (Putting gender on the agenda). A pesar de que tradicionalmente se reconocen diferencias en la fisiología de hombres y mujeres y en su respuesta a las enfermedades, los sujetos a estudio son predominantemente hombres o en el caso de las primeras fases de los ensayos clínicos con animales machos. Debido a esta visión androcéntrica de la ciencia, que identifica lo masculino con la norma, la medicina tal y como se aplica actualmente a las mujeres esta menos basada en la evidencia científica que la que se aplica a los hombres.

¿Cuáles son las principales dificultades para aplicar una perspectiva de género en la práctica clínica?

-Durante las conversaciones y reflexiones compartidas con mi compañera Rosa Rico, identificamos en primer lugar la toma de conciencia, ya que la formación en salud se ha basado históricamente en el modelo biomédico, que no incorpora las diferencias socialmente construidas que afectan a la salud. Volviendo al ejemplo del infarto de miocardio puede ocurrir que cuando una mujer, con historial de pérdida familiar reciente, acuda al sistema sanitario diciendo que siente dolor o una molestia en el pecho se le recete en primera instancia un ansiolítico, mientras que si se trata de un hombre, es más fácil que se le realice con rapidez un electrocardiograma. Son actitudes que se producen de forma involuntaria debido a los estereotipos que llevamos incorporados. En segundo lugar, tampoco ayuda la confusión que a menudo existe entre el significado de los conceptos sexo y género.

Es habitual utilizar indistintamente sexo y género?

-En el ámbito de la investigación ha habido y hay mucha confusión entre los términos sexo y género. En algunos casos, se cambiaba el término sexo por género y se seguía trabajando igual. Por ejemplo, en revistas médicas científicas de ámbito internacional se puede ver en ocasiones que cuando se presenta una tabla de datos clasificada según el sexo, se habla de distribución por género. El sexo tiene que ver con la biología y el género, con las construcciones sociales. La mirada de género en la investigación en salud implica el conocimiento de las diferencias biológicas existentes entre hombres y mujeres, a las que hay que añadir la identificación de las desigualdades de género.

¿Y en la investigación? ¿Ha realizado más estudios desde esta perspectiva?

-Nuestros trabajos llevan siempre incorporada la perspectiva de las desigualdades sociales en salud. En lo que respecta a la equidad de género, realizamos los análisis desagregados por sexo y a partir de los resultados intentamos construir variables de género, si es posible, e identificar necesidades diferenciadas en materia de promoción o de atención sanitaria para hombres y para mujeres. El introducir esta visión es una cuestión de rigor metodológico tanto en investigación como en planificación en salud. En el caso del programa de detección precoz del cáncer colorrectal encontramos que siendo una patología más frecuente en los hombres que en las mujeres, la participación en el programa era inferior entre los primeros siendo los que más lo necesitaban.