Pamplona - Las recientes riadas e inundaciones, además del malestar entre agricultores, el cruce de responsabilidades, la incógnita sobre la reparación de los daños y el juego electoral, han vuelto a poner sobre la mesa un tema capital como es la gestión de los ríos. En un espacio intermedio entre las posturas muy conservacionistas defendidas por algunos grupos ecologistas y las más intervencionistas que apuestan por el binomio dragados-embalses, se sitúa otra que trata de buscar un encaje entre medio ambiente y los intereses agrarios. El propio Gobierno de Navarra, a través de su dirección general de Medio Ambiente y Agua, ha desarrollado en los últimos años una larga serie de experiencias concretas (mas de 30) en coordinación con las administraciones locales y estatal, que se han demostrado efectivas también en el reciente episodio de avenidas. Esta línea de trabajo preventivo, que precisaría de una actuación más extensiva para tener un impacto global, se enmarca en una visión de la gestión de inundaciones inspirada en las directivas europeas. Junto a ello, distintos expertos universitarios y de colegios profesionales insisten en la necesidad de un análisis técnico y más sosegado de la cuestión partiendo de una aclaración del significado de términos que se han puesto de moda como motas, avenidas, “para que el debate, con posturas distintas, se realice al menos en torno a los mismos conceptos. Es una evidencia científica y compartida que las riadas son procesos naturales inevitables, lo que son evitables son sus efectos negativos. En este contexto se reproducen aquí una selección de siete casos concretos con sus fichas donde se han puesto en práctica estas ideas, así como una enumeración de aspectos claves extraídos de publicaciones del propio Gobierno foral y la Universidad de Zaragoza.

el río

Algo más que un cauce

Del lecho a la orilla hay mucho “trecho...”

Aunque normalmente se piense que un río es una corriente de agua que discurre por un cauce, como sucede con los volcanes por ejemplo, de cara a prevenir inundaciones casi es más importante lo que no se ve que lo que se ve . Así el cauce comprende el lecho y la ribera, es decir, también fajas laterales de los cauces que no se cubren en situación de aguas bajas, pero que suelen inundarse con la crecidas ordinarias (una media de las que se producen en diez años). La de estos días ha sido “extraordinaria”, es decir, ha llegado hasta lo que se considera zona inundable mucho más amplia y formada por las siguientes partes de río, que no suelen considerarse popularmente como río, pero son claves para una previsión de riesgo. Aquí (ver gráfico pag 15) se encuentra los márgenes, que incluyen a ambos lados una zona de servidumbre de uso público (5 metros) y otra de policía (100 metros). Son espacios en los que cualquier uso urbanístico o agrario está muy limitado. Pero lo que se considera zona inundable aún llega más lejos de la orilla habitual, y su distancia la marca precisamente los estudios sobre crecidas extraordinarias en mapas y planes de riesgo. En la definición e intervención de estas zonas del sistema hídrico o territorio fluvial es donde realmente nos jugamos que una inundación resulte dañina e impredecible o no. Si hemos construido casas y carreteras o cultivado campos en la zona de salida natural del río, es evidente que luego habrá daños materiales y riesgo para las personas. Y vendrán las quejas.

competencias

¿Quién decide sobre lo que se hace o deja de hacer en un río?

¿La UE, el Estado, el Gobierno, municipios..?

La clarificación del ámbito competencial es importante y más cuando se empieza a abrir el melón de modificaciones o resquicios legales en la normativa medioambiental para intervenir en un río o se pasa la pelota de las indemnizaciones. Cuando la cuenca de un río supera el marco de una comunidad autónoma (como aquí), el Estado tiene las competencias de lo que se llama “dominio público hidráulico”. Lo ejecuta normalmente a través de su brazo en la cuenca, la Confederación Hidráulica del Ebro. Navarra, en este sentido, tiene un ámbito de actuación directo limitado aunque, debido a su estatus autonómico, sí que dispone de competencias que afectan a factores decisivos sobre los efectos de una inundación: ordenación del territorio (exclusiva), espacios naturales protegidos (compartida), pesca (exclusiva) y sanidad e higiene (compartidas). En un tercer nivel se sitúan los ayuntamientos. No tienen competencias en aguas, pero sí les corresponde dar servicio de abastecimiento y saneamiento. La CHE les da concesiones tanto para coger agua del río como para gestionar vertidos. Además, y esto es importante, también pueden incidir en la declaración de espacios naturales protegidos, fauna y montes dentro de su planeamiento urbanístico. Además, amparándose en sus competencias de protección civil pueden participar en tareas de “defensa” de avenidas y promover ante la CHE la “limpieza y mejora de cauces y mejoras”. Por encima de estos tres niveles está la Unión Europea, que aprueba normativas de obligado cumplimiento como la directiva de 2007 que insta a realizar planes de gestión de inundación. Navarra cuenta con planes forales y locales, pero el Estado aún no ha concretado su propio plan (tiene de plazo hasta diciembre) pese a que la CHE haya adelantado mapas de riesgo. En cualquier caso, como se ve, para cualquier actuación en materia de prevención y gestión de riadas hay cuatro ámbitos institucionales que deben actuar coordinadamente en lugar de pasarse la patata caliente de unas a otras, siempre sin incumplir ni forzar la normativa superior.

financiación

¿Quién costea los daños?

Subvenciones públicas, seguros y consorcios

Las inundaciones dejan normalmente también un reguero de pérdidas y daños. El reparto competencial es vital también para repartir responsabilidades. Durante estos días el baile de cifras, tanto en la cuantificación de los daños como en la cuantía y origen de las ayudas, ha sido llamativo. Unas ayudas que, además, normalmente suelen llegar con bastante retraso y son parciales. El Estado se encarga de costear las reparaciones de las infraestructuras hidráulicas que tienen que ver los ríos y cauces. Para ese fin se destinarían los 4,3 millones de euros anunciados por la ministra. El Gobierno de Navarra, en principio, se ocupa de costear la reparación de otras infraestructuras propias, especialmente las de las redes viarias. Pero, ¿quién paga a agricultores y vecinos? Puede que logren ayudas públicas, pero normalmente la financiación llega del ámbito de los seguros. Si sus pólizas cubren los destrozos en cultivos y hogares tienen mucho ganado. Pero normalmente una riada es una de las causas que las compañías fijan como excepción, por lo que las peticiones se derivan -como anuncia Irache- a lo que se llama el Consorcio de Seguros, un organismo que depende del Ministerio de Economía financiado con una parte de la prima que los ciudadanos pagan. Hasta el momento, con motivo de las últimas inundaciones, esta entidad ha recibido reclamaciones en 800 viviendas y garajes por un valor de 5,2 millones.

prevención

Más vale prevenir que lamentar

Mapas de riesgo, periodo de retorno, sistema de avisos...

La prevención de las riadas es fundamental. Una parte de estas actuaciones pasan por estudios y mapas de riesgos y regulaciones previas de las que se hablan en los siguientes puntos. Todos ellos deberían haber ya estado concretados a nivel estatal en un Plan de Gestión de Riesgo de Inundación en función de una directiva europea de 2007, traspuesta a legislación estatal en 2010. Para esta riada ya ha llegado tarde...

Para intentar predecir el futuro es muy importante estudiar el pasado y de ahí viene el importante concepto de periodo de retorno que analiza los intervalos con los que se producen avenidas extraordinarias. Cuando ya ha sucedido una crecida de estas, entran en marcha otras medidas preventivas para paliar daños: protocolos, sistemas de información y coordinación entre instituciones y servicios de emergencia en colaboración con la población civil... Las SAIH (Sistemas Automáticos de Información Hidrológica) son capitales para esto. En la última crecida, aunque ha habido una polémica sobre la exactitud de las previsiones y mediciones de los caudales del río Ebro en Castejón, en principio parecen haber funcionado. Lo mismo que los sistema de avisos por sms de ayuntamientos para retirar coches de aparcamientos en zonas inundables de Pamplona y su Comarca. El Gobierno de Navarra tiene su propio plan de inundaciones en cuanto a bomberos, Policía Foral..., que ha estado razonablemente bien. Los problemas que se han dado con vehículos han tenido que ver más con imprudencias que con mala planificación.

ingeniería civil

Análisis de coste-beneficio

Motas, embalses , escolleras, dragados, limpieza....

El hombre siempre ha querido dominar a la Naturaleza. Tradicionalmente se ha extendido la falsa idea de que cualquier riesgo puede ser eliminado mediante infraestructuras y actuaciones en los cauces de río: presas, diques, escolleras, motas... Sin embargo, la experiencia general demuestra que para mitigar los riesgos -ya no desde un punto de vista medioambiental sino desde una finalidad práctica- a la larga resultan más baratos y más eficaces que estas grandes obras otro tipo actuaciones en torno a la ordenación del territorio y reduciendo la exposición de intereses humanos. No obstante, en casos puntuales (sobre todo en zonas urbanas o en torno a puentes, carreteras...) pueden ser necesarias y muy válidas. Las hay de varios tipos.

Así, los embalses se muestran eficaces para regular pequeñas crecidas o mantener un nivel fijo de caudal, pero su efectividad puede ser nula en el caso de grandes crecidas, sobre todo si a la vez se necesitan que estén llenos para garantizar agua de boca o de riego. Eugi, Yesa e Itoiz tienen esa ambivalencia. El mejor embalse de regulación es el que el propio río ha diseñado, su llanura de inundación en la que el agua se expande, almacena y reduce la energía de la crecida. Además suelen provocar retención de sedimentos que anulan su capacidad.

Otro segundo elemento muy manido estos días son las llamadas motas.

Se trata de diques elevados de tierra compactada a modo de parapeto entre el río y su llanura de inundación. En las últimas décadas muchos de estos sotos naturales se ha sustituido por terrenos agrícolas que han invadido el dominio público hidráulico. Son zonas que se cultivan (son muy ricas en cuanto a la tierra) con importantes beneficios para los agricultores, que en ocasiones se inunda y acaban con las cosechas que es cuando se demandan compensaciones. Los diques sí que pueden ser efectivos (y necesarios, por ejemplo en el caso de poblaciones humanas) pero resultan mucho más eficaces si se colocan más lejos del cauce ya que al borde de los ríos, si son superados por la avenida, provocan más daños que los que evitan.

Las escolleras son la tercera pata de la ingeniería fluvial tradicional. Son muros de piedras que se construyen para evitar la erosión de las orillas. Medioambientalmente son negativas y dinámicamente, también ya que lo que hacen es trasladar el problema de las avenidas aguas más abajo (y con corrientes a mucha mayor velocidad) al actuar como un canal, además de anular los meandros que son muy interesantes para reducir inundaciones.

Pero todas estas piezas del puzzle no encajarían sin dos conceptos de moda estos días: los dragados y las limpiezas. Muchos agricultores y entidades públicas están pidiendo dragados y criticando normativas autonómicas y europeas medioambientales (los LIC) que los limitan en un pequeño laberinto de competencias. Incluso la CHE cuenta con un mapa de 64 puntos con sedimentos para retirar en Navarra y plantea ese dudoso dilema entre medio ambiente e interés de la población... Desde otras visiones se reconoce la utilidad de los dragados (quitar con maquinaria pesada piedras y tierra del fondo de los ríos) por ejemplo si el cauce se ha sobreelvado debajo de un puente, pero se desaconsejan a nivel general porque constatando que su efectividad es muy baja y solo temporal, ya que duran hasta la siguiente riada. Además, si se dragara el Ebro rebajando un metro el fondo, con una crecida de 2.000 metros cúbicos por segundo, el nivel del agua sólo bajaría 8 centímetros. El pariente cercano del dragado es la limpieza de ríos. No se trata de eliminar basura como se puede creer popularmente, sino retirar madera muerta acumulada durante las crecidas así como la tala de árboles vivos. Esto tiene afecciones en la flora y fauna pero, además, su efecto de desagua es tan efímero como el del dragado. La idea de limpiar el río tiene una gran arraigo social y tradicional pero en términos geológicos y fluviales, la verdadera limpieza del río la realiza él mismo en cada crecida. Todas estas medidas físicas de embalses, motas y obras, generan una sensación de seguridad que luego no es real, como se está viendo, y en el balance costes-beneficios (no solo medioambientales sino económicos y de regulación) son deficitarias, según muchos expertos. Bueno, deficitarias para quienes las pagan, no para quien las cobran por hacerlas...

otras alternativas

Conocer y entender al río

Adaptar usos urbanos y agrícolas a la realidad

Aunque posiblemente la combinación de ambas tendencias sea lo más adecuado, lo cierto es que desde la Unión Europea y desde el ámbito científico (estas valoraciones han sido extraídas de un trabajo del profesor de Geografía y Ordenación del Territorio de la Universidad de Zaragoza Alfredo Ollero así como de expertos del Crana y del propio departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Navarra) se está extendiendo una nueva visión sobre la gestión de ríos catalogada como de “buenas prácticas”. Esta filosofía apuesta por complementar, corregir o sustituir las intervenciones anteriormente citadas por una gestión más integral (que mezcle también sistemas de protección y educación civil, sistemas de alerta y medidas de ordenación del territorio) para atenuar las posibles consecuencias de las inundaciones -que se darán- pensando que son menos costosas económicamente, menos agresivas medioambientalmente y más eficaces para manejar las crecidas. Ya que los ríos se van a salir, se trata de decidir dónde se desbordan para provocar los menores daños o incluso beneficios. Por eso se proponen retranqueos de motas para dar más espacio al río, por ejemplo. Uno de sus principios claves es respetar las llanuras de inundación, es decir, dar aire (o agua...) al río para que se salga allá donde no va a producir daños y dejar esos espacios para el río, no para llenarlos de elementos urbanos o explotaciones agrícolas. Así además, en caso de crecida, el río irá perdiendo fuerza llegando aguas abajo con menos fuerza y nivel. Justo el efecto contrario al que consiguen las canalizaciones, diques, dragados... Esta corriente apuesta por utilizar la fauna y el ecosistema del río a nuestro favor para conseguir esas laminaciones e integrar esos espacios vivos en el día a día de las poblaciones. Es la bioingeniería frente a la ingeniería civil. La vegetación que sujeta la tierra y taludes en lugar del cemento. Por ello donde se muestran tajantes es en el ámbito de la ordenación del territorio (apuesta por no construir o desmontar lo ya hecho si hace falta) para evitar la exposición humana y la vulnerabilidad a las avenidas. Es fundamental también, y en esto coinciden con la línea anterior, aumentar todo lo que tiene que ver con la cartografía, los mapas de riesgo: es decir, conocer y entender el comportamiento de los ríos además de desarrollar todos los sistema de alerta, prevención y educación que sean necesarios.