pamplona - El descanso físico y mental es una necesidad básica. Por eso hay que aprender a disfrutar del tiempo libre. ¿Pero hay una única manera de hacerlo? Esa es la clave: hay, por lo menos, una por cada uno de nosotros y ninguna es mejor ni peor que otra. Es cuestión de descubrir cómo somos capaces de sacarle más jugo a los días de asueto, de modo que cuando toque volver a las obligaciones, lo hagamos con la batería llena.

J.V.: Desconectar, he ahí uno de los verbos más escuchados en estas fechas? aunque no todo el mundo lo consigue.

-I. Q.: Pues no, y con los tiempos que corren, un poco menos. No obstante, hay que buscar un rincón donde dedicarnos a todas esas tareas, también productivas, que no nos podemos permitir durante lo que se viene a llamar el curso y que consisten en leer, perder el tiempo y contemplar ese regalo que nos han hecho que es la vida y el espacio en el que vivimos. Creo que, como en todas las obsesiones, repetir de forma recurrente lo que queremos hacer nos aleja un poco de poder conseguirlo. Desconectar no es un esfuerzo sino todo lo contrario.

J.V.: Diría que también hay quien ni siquiera lo intenta. Y claro, así es imposible.

-I.Q.: Ahí es donde pongo el acento. Intentar desconectar es como intentar dormir, algo que te conduce a un estado de tensión que facilita que no duermas. Desconectar es ejercitar los sentidos, que son los que se nos nublan con la obligación, y ejercitarlos significa soltarlos, dejar de contenerlos, nada más.

J.V.: En algunos trabajos, como el de este humilde preguntador, la cosa está complicada. La actualidad nos persigue allá donde estemos. Así no hay manera.

-I.Q.: Sí, lo hemos hablado muchas veces, los periodistas sois uno de los colectivos con unos índices de estrés laboral crónico más altos. Y esto es así porque cualquier asunto que veis en vuestro tiempo de ocio se convierte en una posible noticia. Estáis constantemente con ese sexto sentido despierto y, de retruque, como se dice en mi tierra, cualquier asunto lo podéis convertir en noticia.

J.V.: ¿Es cuestión de distancia? ¿Es más fácil desconectar si me voy a no sé qué paraíso en el Pacífico que si me quedo en las piscinas de Gamarra?

-I.Q.: Depende de la factura que te pasen, pero si tienes posibilidades económicas, se puede y se debe estar bien en las dos. ¿O es que Vitoria no es el paraíso?

J.V.: En todo caso, habrá que ir donde nos apetezca, que ya te contaría de dos o tres obsesionados con ir a un sitio más chic que el vecino...

-I.Q.: Sí, eso todavía persiste. No obstante, creo que las posibilidades de viajar que hemos tenido en los últimos años, con un euro muy fuerte y unos buenos precios han sido mayores que en otros tiempos. Esto de la envidia persiste en otros ámbitos, porque en los viajes queda en un segundo plano. No tienes más que leer los logos de muchas camisetas que ves por la calle en gente muy joven y que te pone al día del café en el que se han comido una hamburguesa, y también el hábito cada vez más frecuente de llevar puesta la gorra del equipo de béisbol de la ciudad que has visitado.

J.V.: ¿Vacaciones a salto de mata, de las de “ya se verá lo que pasa mañana”, o mejor planificadas al milímetro?

-I.Q.: Repito ¿por qué escoger? Se pueden hacer las dos. Pero si me tengo que comprometer te digo que, en mi tiempo de ocio, he viajado más con flexibilidad que en un programa cerrado. Y he viajado bastante en coche, algo que te concede la posibilidad de parar en lugares que ni te imaginabas que existían y que de otra manera te los habrías perdido. Algún día te contaré dónde está Roskilde, el tesoro que guarda, y cómo llegué por primera vez hace unos 25 años, para volver en otras dos ocasiones y ver su evolución.

J.V.: ¿Y eso de salir a las siete de la mañana del hotel y volver a las doce de la noche después de haber estado en cuatrocientos sitios?

-I.Q.: Pues según cómo seas. Para personas activas, sobre todo para los peques, resulta muy educativo, porque son auténticas esponjas que se fijan en todo y lo convierten en una experiencia y un aprendizaje. Sin embargo, hay otras más pausadas que cambian su motor habitual por uno de gasoil y se recrean en menos lugares con más intensidad.

J.V.: La otra opción extrema es atornillarse a la toalla o a la tumbona y no salir de ahí hasta la víspera de volver al tajo. Conozco personas que lo hacen, palabra.

-I.Q.: Esa es una práctica muy extendida en ciudadanos del norte de Europa que acuden a campings del Pirineo. Plantan la tienda y se pasan gran parte del día en una tumbona, a la sombra leyendo sin parar. Hacen un paréntesis para ir a la piscina, una comida rápida y otra vez. Pasas todos los días y están en la misma posición. La verdad es que los que he visto transmiten buenas sensaciones.

J.V.: Si son vacaciones en compañía, un principio básico es la solidaridad y la flexibilidad.

-I.Q.: Claro. Hoy parque natural y mañana museo de arte contemporáneo. Si viajas con mis chicas, en ambos días debes reservar un ratito para ir de tiendas. Ahí la flexibilidad la aplicas para levantarte y sentarte del escalón en el que has decidido sentarte mientras esperas.

J.V.: ¿Qué hacemos con las benditas rutinas de las que hablábamos la semana pasada?

-I.Q.: Pues mantenerlas. No perder la forma física, la hora de levantarte, el tiempo con tu familia, etcétera.

J.V.: ¿Algún consejo para los últimos días?

-I.Q.: No lo piensen mucho. Cuelguen la bata o el delantal, o el micrófono y levanten la cabeza que, a pesar de los tiempos que corren, la vida vale la pena vivirla con los cinco sentidos. Me relajaré pensando en cuántas de las personas que nos han leído estarán mirando el mismo atardecer desde otro ángulo y así me sentiré en compañía. ¡Buen verano!